🍃capitulo treinta y dos

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Tuviste que morir para que tú poder pudiese vivir

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(No oficial, pero esta sería Emily. Aunque con cabello negro, lizo y corto)

 Aunque con cabello negro, lizo y corto)

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—Fue un placer conocerlos.

—¡Aquí nadie se va a morir! —espetó Azumi, en posición de defensa

—¿Y qué pretendes que haremos? Estamos rodeados —explicó Naom, mientras se mantenía de pie con dificultad.

—¡Tú, cierra la boca! —Azumi apretó los dientes y miró a Naom de reojo.

Los nimus se estaban acercando. Y yo estaba decidido a luchar con las fuerzas que me quedaban. No para salvarme a mí o a las ninfas, sino, a esos niños. Sobre todo a esa chica que tanto me recordaba a alguien. No podía entender cómo una extraña podía ser tan parecida a mi madre.

Cuando las letras en el idioma de las brujas empezaron a marcarse en mi brazo derecho, estuve a punto de musitar un conjuro. Sin embargo, no tuve que terminar de hacerlo, porque la luna empezaba a salir, y con eso, mi cuerpo empezó a absorber la energía lunar de una manera increíble. Mis venas se alteraron, mi puños se cerraron con fuerza, y el corazón me latió fuerte. "Volví".

Me puse de pie, y levanté una de mis manos en dirección a la gran cantidad de nimus frente a mí.

—¡Debemos huir, ahora! —gritó Azumi, recordando lo peligroso que era estar cerca mío cuando me encontraba bajo la influencia de la luna.

—No, tenemos que ayudar a todos —intervino Emily, decidida.

—¿¡Estás loca niña!? —gritó Azumi—si acaso podremos nosotros salir con vida. ¡Corre! ¡Salgan de aquí!

—Pero... es que...

—¡Es una maldita orden mocosa! —exclamó la Ninfa.

La Niña frunció el ceño y apretó los puños.

—¡¿Quién te crees para hablarme así?! —Se le puso en frente a Azumi, desafiante, a pesar de ser mucho más pequeña que la Ninfa.

Azumi la Miró con sorpresa.

—Emily —nombré, tan neutro que yo mismo me desconocía—, vete.

La chica no dijo nada más, tomó la mano del niño y empezó a correr fuera de la cueva.

—Odio a los niños —resopló Azumi.

Consumí a una gran cantidad de nimus. Pero seguían apareciendo más y más, y no podía seguir luchando con mi instinto animal.

En las noches, controlar mi instinto asesino era algo que estaba trabajando con bastante esfuerzo. Y es por eso, que esa noche, simplemente lo dejé tomar el control.

Emma en el bosque de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora