🍃Veintisiete hojas

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Por si no sabías, estoy llenito de flores

Ivan, casi de inmediato, cerró la puerta para evitar que Aran, que estaba detrás suyo, viera la escena

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Ivan, casi de inmediato, cerró la puerta para evitar que Aran, que estaba detrás suyo, viera la escena.

¡Mi escena!

"¡Que vergüenza!"

—¡¡Soy una tonta!! —chillé.

—¿Pero qué es lo que pasa? —Escuché que interrogó Aran.

—Nada, vete a buscar la ropa —le ordenó Ivan.

—¡Ella estaba gritando, algo debió haber pasado! ¡Déjame entrar! —insistió—¡Señorita Emma! ¿está bien?

—¡Araneoe, ya te dije que no pasa nada! —volvió a decir Ivan, con mas firmeza.

—!Quiero que los dos se vayan! ¡ahora! —grité mientras caminaba para poner el seguro a la puerta, pero para mi sorpresa,  el cerrojo estaba destrozado—¡Ustedes!

Podía sentir el enojo subir con ligereza hasta mis mejillas. Traté de no lanzar otro grito, pero esa vez era de querer ahorcarlos. Caminé hacía el baño y como si con eso mi enojo y la vergüenza; fueran a desaparecer, me metí al agua.

—¡Ese par me va a escuchar! Deja nada más que los atrape.

Luego de un largo rato procesando lo que sucedió y de tratar de hacerme entender a mí misma de que no fue algo del otro mundo, salí del baño y me puse ropa.

Me estaba peinando en el espejo cuando comencé a sentir la vergüenza subiendo hasta mis mejillas de manera ruborizada. Recordé la cara de Ivan al verme. No parecía sorprendido. Pero, sí pude notar la vergüenza en sus ojos.

—¡Emma, eres una tonta! —me reñí—¿A quién se le ocurre quitarse el pantalón para dormir? No, no es mi culpa... yo le coloqué seguro a la puerta. ¿Por qué actuaron así? —Miré el manubrio—¡Los voy a fucilar!

Salí de la habitación y caminé por el pasillo en dirección a su puerta. Estaba molesta y lista para decirle unas cuantas cosas. Quizás Del Mal que iban a morir. Pero esa idea cambió cuando vi a Aran con Naom en el pasillo. Y me detuve detrás de una de las columnas cuando escuché:

—No mientas, te vi —aseguró Aran,  con seriedad.

"¿Y estos dos? ¿Otra vez peleando?"

Ella negó con ligereza.

—Estás mal de la cabeza. —Se veía calmada, cruzada de brazos.

—A mí no me engañas, ninfa. —Aran le sostenía la vista, con un atisbo de amenaza.

—¿Y qué más? —bufó Naom, despreocupada.

Aran, siendo más alto, se acercó despacio a la ninfa. Ella se enderezó y tragó saliva, como si enfrentarlo desde tan cerca, no pareciera buena idea.

Emma en el bosque de las bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora