Cap. 7

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- Aristóteles - susurro - Compórtate.

Me acomodo el pantalón.

Sonríe con la cara enterrada en mi cuello y me acerca más
a él. Me roza los labios con los suyos mientras me acuna el
rostro. Es un beso lento, largo y pausado, y, antes de darme
cuenta, estoy de puntillas.

- ¿Cenamos juntos? - musita.

- Mmm.

Sonrío mientras me acaricia la cara. Éste beso no deja
lugar a dudas. Es seductor, sensual y promete satisfacción
sexual.

- ¿A qué hora te recojo?

- Depende.

- ¿De qué?

- De si te crees con derecho de decirme qué ponerme y
qué hacer.

Sonríe con dulzura. El corazón me dá un vuelco; no me ha
sonreído así desde la noche en que nos conocimos.

- Perdóname - susurra, y vuelve a besarme - Sólo
quería que te pusieras mi conjunto favorito para mirarte
embobado. - Se lanza a por mi cuello cómo sino pudiera
contenerse - No era mi intención ofenderte.

- ¿Hace falta que seas tan brusco conmigo? - susurro
mientras me roza la mandíbula con los dientes.

- Así soy yo.

- El hombre que conocí en el avión era divertido y
despreocupado.

Me sonríe mientras me aparta el pelo de la frente.

- Nuestro encuentro fué un lujo que no me he podido
permitir nunca.

- ¿Y eso?

- Tuve la oportunidad de ser anónimo.

Nos rozamos los labios y le acaricio la barba.

- ¿Porqué aquí eres tan distinto? - susurro.

Se aparta de mí y se vá a su mesa.

- Soy quién tengo que ser, Temo. Alguien divertido y
despreocupado no puede dirigir un imperio con éxito.

Me quedo mirándolo con aire pensativo.

- Entiendo. En ese caso, supongo que debo declinar la
invitación.

- ¿Por?

- Porque yo quiero pasar la noche con Ari.

Me mira a los ojos.

- El director ejecutivo Aristóteles Osorio no me interesa. Me
importan un comino tu dinero ó tu poder.

Se me queda mirando un buen rato, cómo si estuviera
procesando lo que acabo de decir.

Me acerco a él y lo beso suavemente.

- Dile a Ari que me recoja a las 7 - susurro, y le paso
la lengua por los labios - Lo echo mucho de menos.

Me mira con cariño.

- Veré qué puedo hacer.












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Vuelvo a mi planta y me siento en mi silla.
-¿Cómo te fue ha ido? - susurra Diego sin dejar de teclear -
¿Has hecho que suplique?

- Madre mía, se me dá fatal lo de hacerme el duro -
confieso, y suspiro.

- Cómo a todos - replica Carlota con una sonrisita.

LA ESCALA 《ADAPTACIÓN ARISTEMO》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora