𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈𝐈

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Una semana había pasado desde que Charlie dio a luz a la pequeña Helen. Aunque Alastor había mostrado cierta resistencia al nombre al principio, no pudo resistirse ante la insistencia y el cariño con que Charlie lo pronunciaba.


Una tarde, en medio de una búsqueda frenética, Charlie llamó a Alastor desde su oficina, su voz cargada de urgencia. Estaba buscando a Helen por todos lados, y no tenía idea de dónde podría estar la bebé.

Alastor apareció envuelto en un manto de sombras, con una ceja arqueada, claramente desconcertado por la llamada repentina.

—¿Qué sucede, querida? —. Preguntó con un tono despreocupado y un toque de desinterés, mientras se inclinaba hacia ella.

Charlie, visiblemente preocupada, le preguntó dónde estaba Helen. Alastor ladeó la cabeza, confundido, dándose cuenta de que tampoco sabía dónde estaba su pequeña hija de apenas una semana.

Justo cuando la ansiedad de Charlie comenzaba a crecer, ambos se detuvieron al escuchar un grito proveniente del lobby. Charlie casi sale corriendo, pero Alastor la detuvo, tomándola de la cintura, y juntos se teletransportaron al lugar.

Allí, en medio del caos, estaba la pequeña Helen, riendo a carcajadas y aplaudiendo con entusiasmo. Había logrado incendiar a Angel, dejándolo con algunas quemaduras. Charlie rápidamente tomó a su hija en brazos, mientras Alastor no pudo evitar soltar una risa entre dientes, claramente divertido por la travesura de la pequeña.

En apenas una semana, Helen ya había demostrado tener los poderes de ambos padres, combinando la magia de Alastor con la capacidad de crear fuego sagrado como su madre y abuelo, Lucifer. Y, por cierto, Lucifer aún no tenía idea de que ya era abuelo.

—Alastor... ¿podrías ayudarme? —. Alastor tomó a Helen de forma un poco torpe al principio, todavía adaptándose a su rol de padre.

Pero pronto, la acomodó tranquilamente, y la pequeña se acurrucó contra su pecho, encontrando consuelo en los brazos de su padre.

Charlie se dirigió de inmediato hacia Angel para ayudarlo, uniéndose a Vaggie, que ya estaba allí prestando asistencia. Niffty llegó rápidamente con un kit de vendajes, lista para echar una mano.

—Bien hecho, pequeña. Un poco más y lo habrías calcinado por completo —. Dijo Alastor a Helen, con una enorme sonrisa en el rostro.

Con la bebé ya adormecida, comenzó a caminar hacia las escaleras, listo para llevarla a su nuevo cuarto en el hotel. Mientras subía, Alastor empezó a tararear una melodía macabra, una canción de cuna que parecía resonar con el oscuro encanto del lugar.

La voz de Alastor era suave pero llena de un eco inquietante, y aunque las palabras tenían un tono siniestro, Helen parecía disfrutarlo, acurrucándose aún más contra él. La canción hablaba de noches eternas y sombras que bailan, un arrullo que extrañamente calmaba a la pequeña mientras se adentraban en la penumbra de las escaleras.

Después de dejar a Helen en su cuna, Alastor salió de la habitación y recorrió los pasillos del hotel, con una sonrisa que no desaparecía de su rostro. Mientras caminaba, su mente se llenaba de pensamientos sobre lo que podría suceder si los otros overlords o todos en el infierno se enteraban de que él tenía una hija con Charlie, la princesa del infierno.

𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐌𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐄𝐫𝐫𝐨𝐫 ||| Chalastor Hazbin Hotel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora