2012, Seúl, 15 de octubre.
—¡Yeonjun! —gritó Jaemin mientras corría detrás de su amigo por los callejones estrechos del vecindario. Era una tarde nublada, y la humedad del aire hacía que todo se sintiera pegajoso, casi sofocante.
Yeonjun no se detuvo. Su ritmo constante y decidido, casi mecánico, contrastaba con la desesperación en la voz de su amigo. El chico de 16 años ya estaba acostumbrado a estas carreras, a este tipo de urgencia. Aunque su rostro permanecía imperturbable, su mente estaba en mil lugares a la vez. Sabía que estaba a punto de enfrentarse a algo que no quería ver, pero no podía alejarse.
—¡Por favor, Yeonjun, no lo hagas! — Jaemin tropezó un poco al girar la esquina, jadeando por la fatiga—. No es tu problema, ¿okay? No tienes que hacerlo.
Finalmente, Yeonjun se detuvo al final de la calle, frente a un almacén desvencijado. Se giró lentamente, observando a Jaemin que lo alcanzaba, respirando con dificultad. El lugar olía a polvo y aceite, una mezcla que siempre lo hacía sentir fuera de lugar.
—Es mi problema si ellos lo hacen en mi barrio, Jaemin —respondió Yeonjun con voz firme, su mandíbula apretada—. No puedo ignorarlo. Si dejo que sigan haciendo esto, nadie más se va a atrever a detenerlos.
Jaemin lo miró, frustrado, pero también resignado. Sabía que una vez que Yeonjun decidía algo, no había vuelta atrás. Era una de las muchas cualidades que admiraba y temía en su amigo. A pesar de su juventud, había en él una dureza que no era común en los chicos de su edad.
—No tienes que ser el héroe siempre —Jaemin murmuró—. ¿Sabes cuántas veces lo has hecho? ¿Cuántas veces has sido tú quien se mete en problemas por los demás?
Yeonjun lo miró en silencio, sin responder. No era la primera vez que escuchaba eso, ni sería la última. Desde pequeño, siempre había sentido la presión de hacer lo correcto, de proteger a los más débiles. Su abuelo le había enseñado que el honor y la lealtad eran valores por los que uno debía vivir y, si era necesario, morir. Su madre también le había inculcado un fuerte sentido de la justicia, trabajando sin descanso para ayudar a quienes más lo necesitaban. Yeonjun, a su manera, había absorbido todas esas expectativas, cargándolas sobre sus hombros.
Sin embargo, había algo más que lo empujaba, una razón más profunda que ni siquiera él podía comprender por completo.
—No se trata de ser un héroe —dijo finalmente, con una voz casi apagada—. Se trata de no ser como él.
Jaemin frunció el ceño, confundido.
—¿De quién hablas?
Yeonjun tragó saliva, apartando la mirada. No le gustaba hablar de su padre. El hombre había sido un buen policía en su juventud, pero el estrés postraumático lo había roto. Yeonjun lo había visto sucumbir a la culpa y al miedo, perdiéndose en sus propios demonios. A pesar de haber sido un oficial respetado, había terminado retirándose, incapaz de seguir adelante. Ahora, su padre vivía encerrado en su propio silencio, con cicatrices invisibles que nunca sanaban.
—Mi padre —murmuró Yeonjun, sin mirar a Jaemin—. No quiero terminar como él. Alguien tiene que hacer algo. No voy a quedarme sentado viendo cómo todo se desmorona.
Jaemin quiso replicar, pero las palabras murieron en su garganta. Sabía lo difícil que era para Yeonjun hablar de su padre, de lo que significaba cargar con el legado de alguien que alguna vez fue un héroe, pero que ahora solo era una sombra de lo que había sido. Sin embargo, Jaemin también sabía que su amigo estaba tomando un camino peligroso. No podía salvar a todos, y tarde o temprano, eso le pasaría factura.
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Between wounds and needles - Choi Yeonjun.
ActionChoi Yeonjun, un sargento con una reputación de seriedad y frialdad, se encuentra con la nueva fiscal, Kang Haein, en la Unidad de Víctimas Especiales. Desde su primer encuentro, sus personalidades chocan: mientras Yeonjun se muestra distante y rese...