20- Infiltrada.

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La mañana siguiente llegó con un toque de luz suave que se filtraba por las cortinas del cuarto de Haein. Ella abrió los ojos lentamente, sintiendo el calor de Yeonjun a su lado. Él dormía profundamente, su brazo rodeándola con una mezcla de protección y comodidad que la hizo sonreír. Por un momento, se quedó ahí, observando su rostro relajado y tranquilo, en un estado de paz que pocas veces veía en él.

Finalmente, se levantó con cuidado para no despertarlo y se dirigió a la cocina, pensando en preparar un café. Llevaba puesto el hoodie de Yeonjun, uno que aún conservaba su aroma, y sus pantalones de pijama; el contraste entre lo de ella y lo suyo le sacó una sonrisa mientras llenaba la cafetera.

Sin embargo, en un descuido, una de las tazas resbaló de su mano, cayendo al suelo en pedazos. El sonido fue fuerte en la tranquila mañana, y Haein se apresuró a agacharse para recoger los trozos de cerámica, maldiciendo entre dientes. Pero, mientras juntaba uno de los fragmentos, un borde afilado se le clavó en el dedo, provocando un leve corte que empezó a sangrar.

—Agh —murmuró, apretando los labios mientras el dolor punzante se hacía sentir. Al ver la pequeña pero molesta herida, no pudo evitar una expresión de queja mientras sujetaba su mano herida, sintiendo una mezcla de frustración y dolor.

En ese instante, Yeonjun apareció en el marco de la puerta, visiblemente adormilado pero alerta al oír el ruido. Al ver su expresión y la sangre en su dedo, se acercó rápidamente, su rostro pasando de preocupación a ternura.

—¿Qué pasó, pequeña? —preguntó en voz baja, tomando su mano suavemente para examinar el corte.

—Se cayó la taza... y... me corté —respondió, sin poder evitar que su tono saliera un poco lloroso, mientras hacía una mueca de dolor.

Yeonjun sonrió levemente, acariciando su mejilla.

—Mi chica torpe, ¿no podías esperar a que te ayudara?

Haein frunció el ceño, aunque en el fondo sentía un consuelo inmenso en su actitud protectora.

—No soy torpe, solo fue un accidente —respondió, con un puchero que hizo que él la mirara con más ternura.

—Claro, claro. Solo quédate quieta y déjame atenderte —dijo, guiándola suavemente hasta el lavabo. Abrió el grifo y con cuidado colocó su dedo bajo el agua fría, limpiando la sangre con paciencia. Haein lo observaba en silencio, notando la seriedad en su rostro mientras revisaba cada detalle, su expresión transformándose en una mezcla de concentración y cuidado.

Luego, tomó una pequeña caja de primeros auxilios que había visto en la cocina y sacó una curita. Mientras se la envolvía alrededor del dedo, la miró con una sonrisa traviesa.

—No es nada grave, pero tienes que tener más cuidado. No quiero que mi novia esté lloriqueando por heridas de batalla en la cocina —dijo, dándole un pequeño apretón en la mano.

Haein resopló, divertida y sonrojada.

—Ni que fuera tan grave —murmuró, aunque una sonrisa juguetona se formó en sus labios.

Yeonjun, sin soltarle la mano, la miró directo a los ojos.

—No importa lo pequeña que sea la herida, siempre voy a cuidar de ti.

La intensidad de sus palabras hizo que Haein sintiera su corazón latir con fuerza. Por un momento, todo el dolor de la herida quedó en el olvido, reemplazado por el calor de sus palabras y la dulzura de su mirada.


Más tarde, Haein y Yeonjun subieron a la terraza del edificio. La vista de la ciudad en invierno tenía un encanto especial, con un aire fresco que invitaba a acurrucarse, y, con la esperanza de alargar el momento, ambos se acomodaron en un rincón donde el viento apenas llegaba. Yeonjun se quitó su abrigo y lo colocó sobre los hombros de Haein, quien lo aceptó con una sonrisa agradecida.

Between wounds and needles - Choi Yeonjun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora