9- Retrocediendo.

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El sonido de las puertas automáticas del hospital resonó en el pasillo cuando la madre de Haein, Kang Hyejin, irrumpió con pasos rápidos y nerviosos. Llevaba el rostro desencajado, los ojos agitados de angustia y rabia contenida. No había sido fácil llegar hasta aquí, la información que le habían dado era mínima, y lo poco que había entendido era suficiente para encender su furia.

La vio apenas cruzó el umbral. Choi Yeonjun, con la mandíbula apretada y la mirada fija en la puerta que daba al quirófano, tenía la ropa manchada de sangre. La sangre de su hija. Hyejin sintió una punzada en el pecho, un dolor que no había experimentado desde que perdió a su esposo varios años atrás.

Se acercó a él con paso decidido, sin importarle las miradas de los oficiales que la rodeaban. Las palabras salieron como una tormenta.

—¡¿Qué has hecho?! —le espetó, su voz temblando de ira—. ¡Mi hija no tenía por qué estar ahí! ¡Ella no es policía, no es una agente de campo! ¡Es una fiscal! ¿Qué derecho tenías a exponerla de esa manera?

Yeonjun, sorprendido por el ataque repentino, se enderezó, pero no retrocedió. Sabía que no era momento para perder la calma, aunque sentía la culpa oprimiendo su pecho. La mirada de Hyejin era punzante, y cuando ella reparó en las manchas de sangre en su ropa, su rostro se descompuso aún más.

—¿Es su sangre? —preguntó, su voz casi rota, sus manos temblando mientras señalaba las manchas en la camisa de Yeonjun—. ¿Es la sangre de Haein?

Yeonjun tragó saliva. Las palabras parecían quedarse atrapadas en su garganta, pero sabía que debía hablar con cuidado.

—Sí —admitió en un susurro ronco—. Es su sangre, pero está en el quirófano ahora. Los médicos están haciendo todo lo posible.

—¡No me importa lo que estén haciendo ahora! —gritó Hyejin, incapaz de contenerse—. Esto no debería haber pasado. Mi hija nunca debió estar en una situación tan peligrosa. ¿Cómo pudiste permitirlo? ¡Tú deberías haberla protegido!

Yeonjun respiró hondo, sus ojos oscuros y cargados de agotamiento, aunque mantenía su postura firme.

—Lo intenté —respondió, con voz baja pero controlada—. Intenté mantenerla a salvo, alejarla de todo esto. Pero Haein tomó sus propias decisiones. Ella no es una niña pequeña, y se involucró porque quiso ayudar. No la obligué a nada.

Hyejin soltó una risa amarga, incrédula ante lo que oía.

—¿Eso es lo que me dices? ¿Que ella lo quiso? ¡Por Dios, Yeonjun! Es tu trabajo evitar que algo así pase. ¡Ella no es como tú! No está entrenada para esto, no tiene por qué estar persiguiendo a criminales ni siendo blanco de disparos. ¡Ella debería estar en su oficina, haciendo lo que sabe hacer mejor, no luchando por su vida en un quirófano!

Yeonjun cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que, en parte, tenía razón. Su responsabilidad siempre había sido proteger, y esta vez había fallado. Pero también sabía que Haein no era alguien a quien se pudiera simplemente encerrar en una oficina. Ella tenía una determinación feroz, una voluntad que lo desafiaba constantemente.

—Lo siento —murmuró finalmente, bajando un poco la cabeza, en un gesto que reconocía su error, pero también la inevitabilidad de lo ocurrido—. Lo siento de verdad. Haein no debería haber salido herida, pero no puedo detenerla cuando decide hacer lo correcto.

Hyejin lo miró con una mezcla de furia y desesperación. La rabia en su interior luchaba por salir, pero la angustia, el miedo por su hija, la mantenía en una cuerda floja.

Between wounds and needles - Choi Yeonjun.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora