Haein se encontraba en un profundo sueño, arropada por la calidez del cuerpo de Yeonjun a su lado. La habitación estaba en penumbra, con solo un tenue resplandor de la luz de la calle filtrándose a través de la cortina. El suave ritmo de su respiración la acompañaba, llenando el aire con una sensación de seguridad que tanto necesitaba. Sin embargo, su mente, en un rincón oscuro, comenzaba a conjurar imágenes inquietantes.
La pesadilla comenzó en su antigua casa, un lugar que había sido su refugio de niña. Las paredes, normalmente llenas de fotos familiares y recuerdos felices, estaban ahora cubiertas de sombras que se movían de forma siniestra. El eco de risas lejanas resonaba en el aire, una risa que parecía burlarse de ella. Haein intentó acercarse a la luz que iluminaba la sala de estar, pero cuanto más se acercaba, más se desvanecía. La risa se convirtió en un grito desesperado, un sonido que la heló hasta los huesos.
—Papá —llamó, su voz resonando en la oscuridad, pero no hubo respuesta. En cambio, el silencio se volvió ensordecedor.
Ella sabía que algo no estaba bien. La casa, que había sido un refugio de amor y alegría, ahora se sentía como una trampa. Haein giró sobre sus talones y corrió hacia la cocina. Allí, la escena era aún más inquietante. La mesa estaba cubierta de platos rotos, los restos de una comida olvidada. En el centro, un viejo retrato de su padre sonreía, pero su sonrisa no era la misma que recordaba. Era una mueca de tristeza y desesperación.
La sensación de pánico creció en su pecho, y Haein sintió que no podía respirar. Buscó en la cocina, tratando de encontrar una manera de escapar, pero las puertas estaban cerradas, como si la casa misma estuviera conspirando en su contra. La voz de su padre la llamaba, pero sonaba distante, como si estuviera atrapado en otra dimensión.
—Haein, ven aquí —dijo su padre, su tono era urgente pero distante. Ella se volteó, pero la cocina se transformó en una serie de corredores oscuros y vacíos.
Haein se encontró atrapada en un laberinto, donde cada giro la alejaba más de su padre. Corría, sus pies descalzos resbalando sobre el frío suelo de madera, y su corazón latía desbocado. Entonces, escuchó el sonido de pasos tras de ella, pesados y amenazantes. La sombra se alargaba detrás de ella, y Haein sintió que el terror se apoderaba de su mente.
De repente, la oscuridad se iluminó brevemente, y vio a su padre, pero no era el hombre que recordaba. Su rostro estaba marcado por el dolor, y sus ojos, que una vez brillaron con amor, ahora estaban vacíos.
—¡Haein! —gritó su padre, pero su voz estaba llena de angustia, como si ella estuviera a punto de caer en un abismo. Ella extendió la mano hacia él, pero algo la retenía.
—¡Papá! —exclamó, y en ese instante, el suelo bajo sus pies comenzó a desmoronarse.
Cayó en un abismo de sombras, sintiendo cómo la oscuridad la envolvía. La sensación de caer fue aterradora, pero aún así, su grito resonó en el vacío, repitiéndose una y otra vez. Fue un ciclo interminable, y Haein sintió que se ahogaba en su propia desesperación.
De repente, el ambiente cambió. Ahora estaba en medio de un puente, uno que le resultaba inquietantemente familiar. Se escuchaba el sonido distante del río abajo, junto a sus pasos suaves. Haein reconoció el lugar: era el mismo puente donde ocurrió el accidente que acabó con la vida de su padre. Su corazón latió con fuerza mientras avanzaba, cada paso resonando en el silencio opresivo.
Frente a ella, una figura emergió de las sombras. Era Kim Sung-joon, con una sonrisa cruel en su rostro. Llevaba un traje impecable, pero sus ojos estaban llenos de malicia. A su lado, Minho se encontraba con la cabeza gacha, su expresión llena de culpa.
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Between wounds and needles - Choi Yeonjun.
ActionChoi Yeonjun, un sargento con una reputación de seriedad y frialdad, se encuentra con la nueva fiscal, Kang Haein, en la Unidad de Víctimas Especiales. Desde su primer encuentro, sus personalidades chocan: mientras Yeonjun se muestra distante y rese...