El tiempo en el hospital pasó como una corriente lenta, constante. Día tras día, Haein fue recuperando fuerzas, cada momento pequeño, pero significativo. Al principio, solo podía levantarse con ayuda, y el simple hecho de dar algunos pasos la dejaba exhausta. Pero, con la atención constante del equipo médico y la presencia de Yeonjun a su lado, cada día daba un paso más hacia la normalidad.
Yeonjun había estado ahí, sin falta. Había aprendido de memoria la hora de sus chequeos, los medicamentos que le administraban, incluso los cambios en sus signos vitales. Y aunque ambos mantenían una conversación ligera, sus momentos juntos estaban llenos de una comprensión mutua. Había un entendimiento silencioso, un lazo que crecía en medio de miradas, de manos que se encontraban en un apoyo fugaz.
—Cada día estás más fuerte —le dijo Yeonjun una tarde mientras le ayudaba a caminar por el pasillo del hospital.
—Gracias a tu insistencia —respondió ella con una sonrisa, entre el esfuerzo y el alivio. Sentía que el tiempo en el hospital la había desgastado, pero también fortalecido. La posibilidad de volver a la vida cotidiana, de retomar el control, era su principal motivación.
Cuando finalmente llegó el día de su alta, Haein sintió una mezcla de emociones. Se despidió de las enfermeras que, en ese tiempo, se habían vuelto rostros familiares y amables. Con una sonrisa cálida, una de ellas le entregó una pequeña caja con chocolates, un gesto de despedida.
—Es una tradición para las personas que terminan su estancia aquí y están listas para irse —dijo la enfermera mientras le daba la caja—. Has sido una paciente valiente, Haein. Todos te deseamos lo mejor.
Yeonjun observó la escena en silencio, sintiendo el peso del momento. La gratitud que sentía hacia el equipo médico era tan grande como el alivio que sentía al ver a Haein lista para comenzar de nuevo, lejos del hospital y de los recuerdos difíciles.
En la salida, se encontraron con la madre de Yeonjun, quien había insistido en estar presente. Llevaba una sonrisa amplia y sostenía un ramo de flores.
—Haein, me alegra verte tan recuperada —dijo la Sra. Choi mientras le ofrecía el ramo—. Estas son para celebrar tu valentía.
Haein aceptó las flores, visiblemente emocionada.
—Gracias, señora Choi —respondió, sosteniendo el ramo con cuidado—. Me han cuidado tan bien aquí, y tener a Yeonjun a mi lado hizo que todo fuera más llevadero. No sé cómo agradecérselo a ambos.
Yeonjun la observó con ternura. Sabía que, aunque la recuperación física había sido larga y difícil, también había un proceso emocional que ambos estaban atravesando. En su camino hacia la salida del hospital, mantuvieron un silencio cómodo, cada uno inmerso en sus pensamientos.
Antes de salir, Haein se detuvo un momento, mirando el edificio con una expresión nostálgica.
—Nunca pensé que diría esto, pero casi me da tristeza irme —dijo, con una leve sonrisa—. Ha sido un lugar de mucho aprendizaje... pero ahora solo quiero seguir adelante.
Yeonjun asintió, compartiendo ese sentimiento. Sabía que, aunque el camino fuera incierto, ambos estaban listos para lo que vendría. Y mientras caminaban hacia la libertad, sentía que el vínculo que había crecido entre ellos era tan fuerte como la promesa de que estarían ahí el uno para el otro, fuera lo que fuera lo que la vida les deparara.
Días después de que Haein fuera dada de alta, todo iba relativamente volviendo a la normalidad para ella, sin embargo, no todo iba bien para la familia Choi...
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Between wounds and needles - Choi Yeonjun.
БоевикChoi Yeonjun, un sargento con una reputación de seriedad y frialdad, se encuentra con la nueva fiscal, Kang Haein, en la Unidad de Víctimas Especiales. Desde su primer encuentro, sus personalidades chocan: mientras Yeonjun se muestra distante y rese...