25.- Fábulas Reales

17 1 0
                                    


Emma: 

La poca luz que dejaba el glaciar va desapareciendo hasta convertirse en oscuridad total a una velocidad preocupante. Lo único que me hace saber que sigo viva es el grito incontenible que sale de mis labios.

Hasta que ya ni siquiera puedo oír eso.

Lo primero que siento es un golpe en la espalda, un golpe tan frío como jamás lo había sentido que me deja completamente sin aire.

No puedo respirar.

Y tengo frío.

Y estoy... ¿estoy bajando?

Al abrir los ojos siento el ardor característico del agua salada entrando a ellos. Estoy en el agua, debajo del agua. Y no puedo respirar, ni moverme. Ni ver nada.

¿Me he quedado ciega?

El pánico me inunda mientras lucho por salir a la superficie... solo que no sé exactamente dónde mierda es la superficie.

Mis articulaciones están congeladas así que casi no puedo moverlas, supongo que arriba es sobre mi cabeza aunque podría ser perfectamente hacia abajo. Mis pulmones me arden, mi espalda me rompe.

O quizá estoy muerta y este es el camino que lleva a Apolmiac, la ciudad dorada de la que tantos cuentos he escuchado. La que está después de la muerte.

Pero nadie sobrevive para contar si es una historia real o no, obviamente.

De todas formas, esa ciudad es solo para las personas de buen corazón.

Y mi corazón se ha corrompido tanto que dudo mucho que yo sea alguna de ellas.

¿Cuánto tiempo llevo aquí abajo? ¿Una eternidad? Porque lo siento como una. Si no encuentro aire pronto, mis pulmones van a explotar.

He leído que una de las muertes más horribles es por ahogamiento. Supongo que estoy por descubrirlo.

Peter:

-¡EMMA!

El pánico me recorre toda la espalda cuando me acerco sin pensarlo al hueco donde ha caído Emma. El hielo parece resistente, quizá algo agrietado pero tan resistente que no entiendo cómo Emma, con su peso de pluma, ha logrado romperlo.

Vuelvo a gritar su nombre pero solo escucho su grito alejándose más y más hasta que es apagado por el golpe de un cuerpo contra el agua.

-¡Peter! - exclama Adri acercándose con más cuidado que yo - Deberías alejarte de allí.

-¡Emma! - grita White llegando junto a mi, ella es la que se arrodilla en la abertura, asomándose sin ninguna clase de cuidado a buscar a su amiga - ¡Respóndeme!

Durante los 5 segundos más largos de mi vida no hay sonido alguno, solo un silencio que es interrumpido por Alinole llegando junto a nosotros a tiempo para sostener a White para que no caiga ella también.

-No veo nada - solloza Adri - ¡Emma por favor!

-Debe ser muy profundo, el hecho de que no vean nada no significa que no lo esté - nos tranquiliza Alinole, pero lo conozco lo suficiente como para saber que solo se está autoconvenciendo a sí mismo. Mierda, esa mirada de terror solo aparece cuando hay un gran riesgo de que algo salga mal.

De que quizá Emma ya no exista.

No, eso no puede ser.

-¡Emma! - grito con todas mis fuerzas - ¿Puedes oírme?

Hubo alguna vez un corazón doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora