26.- Monstruos en las calles

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Un enorme barco surca los mares.

No es cualquier barco.

No surca cualquier mar.

Ese barco, es un barco pirata, un barco donde se cometen atroces crímenes, de los cuales si te contara, tendrías pesadillas de por vida.

Y, aún así hay unos niños ahí.

Sí, hay unos niños.

Hay unos niños porque los adultos no supieron qué hacer y los enviaron a ellos.

Hay unos niños porque alguien necesitaba un chivo expiatorio, y nadie estuvo dispuesto a tomar el puesto.

Hay unos niños porque alguien quiso más poder de lo que necesitaba.

Hay unos niños porque una niña estuvo sola en el bosque ese día.

Altamar en la noche es muy oscuro. Tanto como la habitación en la que empezó esta historia. Tanto como el fondo de ese glaciar donde hoy unos chicos luchan por su vida contra una fábula. Tanto como el corazón corrompido de la chica que alguna vez tuvo un corazón tan brillante como el sol.

¿Cómo pasó? ¿Qué fue lo que ocurrió para que un corazón tan hermoso se contaminase tanto? ¿Lo contaminaron? ¿Fue ella? ¿Alguien más? ¿El paso del tiempo? ¿Fue algo que ocurrió de golpe?

Todas estas respuestas son correctas.

Y ninguna lo es.

Un dulce corazón no puede oscurecerse de un día para otro, sí que puede romperse en cuestión de segundos, pero convertirte en un villano es un largo camino a recorrer. Es por eso que esta historia es tan interesante. Y al mismo tiempo no lo es. Porque los monstruos nunca nacen siendo monstruos, simplemente los golpes de la vida los van formando, empujándolos al camino de la maldad y la oscuridad.

Pero ¿y si el monstruo no es en realidad uno? ¿Qué tal si es solo una fachada? Una fachada para un corazón roto.

O, quizá, el monstruo quiera aparentar ser un ser de luz, sabe que es un monstruo, pero no sabe que dentro de él una luz brilla tan fuerte como el sol.

Pero supongo que nunca lo sabremos ¿cierto?

Al menos, no hasta que sea demasiado tarde y el monstruo sentado a tu lado ataque sin que te des cuenta.

Porque la realidad es que los verdaderos seres del mal no están debajo de tu cama, ni en tu armario, ni siquiera están en la oscuridad.

Las verdaderas bestias viven allá afuera. No están escondidas, están a la luz del sol cada día. Y puede ser cualquiera. Tu hermano, tu amigo, tu profesor, tu directora de instituto, un policía, una secretaria, tu jefa. Cualquiera puede ser un monstruo.

Y, a veces, ellos crean a otros monstruos.

En medio de la oscuridad hay un niño menudo y de ojos azules que ayuda a su amigo a izar las velas. Ninguno habla, él podría escucharlos y usar cualquier cosa en su contra. No le importa lo pequeños que sean.

No le importa lo pequeña que sea.

Un grito horripilante surge del fondo del barco. Un grito de angustia, de auxilio, uno que no deja lugar a dudas, hay alguien en peligro.

Tienes que aprender a escoger a tus amigos muy bien. La elección de tu mejor amigo podría algún día salvarte la vida. No cualquiera estaría dispuesto a morir por ti. Mucho menos a matar por ti.

Pero ella escogió bien.

Él escogió bien.

Y es por eso, que, aunque ya hubiera escuchado gritos parecidos en los cuales no había hecho nada, había algo distinto en este clamor. Algo aterrador, era un grito de muerte, un último grito porque no se escuchó nada más después.

Ese grito fue lo que lo hizo correr hacia el fondo del barco, sin importarle quiénes tuvieran que morir en el proceso.

Porque tenía que salvarla.

Tenía que salvar a su mejor amiga.

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Mejor no digo nada. 

Hubo alguna vez un corazón doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora