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A un paso de la Fórmula 1
Año: 2015

El rugido de los motores resonaba en las gradas, y el cielo azul parecía no inmutarse ante la furia de los coches que volaban por la pista

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El rugido de los motores resonaba en las gradas, y el cielo azul parecía no inmutarse ante la furia de los coches que volaban por la pista. Sophie Verstappen estaba en su elemento, como siempre. Con el volante en las manos, cada curva, cada aceleración, era ejecutada con una precisión que asombraba a sus rivales y deslumbraba a los observadores.

—¡Sophie! ¡Tienes a Markov detrás de ti! —gritó su ingeniero por la radio—. ¡No lo dejes acercarse!

Ella sonrió para sí misma. Markov, el prometedor piloto ruso, no tenía ninguna oportunidad. Sophie sabía que no sólo era más rápida, sino también más astuta. Frenó justo en el momento adecuado en la curva, dejando que Markov intentara forzar el adelantamiento, solo para perder tracción y deslizarse un poco hacia afuera.

—Demasiado fácil —murmuró Sophie, mientras aceleraba a fondo, alejándose de su perseguidor.

Cuando cruzó la línea de meta en primer lugar, no sintió alivio ni alegría. Esa sensación de victoria se había vuelto monótona. Sabía que estaba en la cima de la Fórmula 2, pero no era suficiente. No para ella.

Bajó del coche en el pit lane, los aplausos de su equipo y los gritos de los fanáticos resonaban en el aire. La prensa rápidamente la rodeó, con cámaras y micrófonos apuntando hacia ella.

—Sophie, has dominado otra carrera. ¿Cómo te sientes a un paso de la Fórmula 1? —le preguntó uno de los reporteros, con una sonrisa de admiración.

—Me siento lista —respondió ella, sin dudarlo—. He demostrado lo que puedo hacer aquí. Es hora de pasar al siguiente nivel.

Los periodistas la miraban expectantes, sabiendo que cualquier cosa que dijera sería noticia. Ella siempre había sido directa, sin rodeos. Pero detrás de su mirada segura, había algo más, algo que comenzaba a surgir desde lo más profundo de su ser.

Esa noche, después de las celebraciones con su equipo, Sophie regresó a su habitación de hotel. Se sentía agotada, no por la carrera, sino por las expectativas que la rodeaban. Todo el mundo parecía estar esperándola para dar el siguiente gran paso, para convertirse en la nueva estrella de la Fórmula 1. Y aunque ella también lo deseaba, las sombras del pasado empezaban a asomar.

Se sentó en la cama, en silencio, observando su reflejo en el espejo. Recordó los días de su infancia, cuando su padre la empujaba a ser la mejor, día tras día, sin descanso. Johannes Verstappen no era un hombre fácil de complacer, y a lo largo de los años, Sophie había desarrollado una coraza de frialdad y perfección. Pero últimamente, esa coraza comenzaba a agrietarse.

—Sophie, no tienes tiempo para debilidades —se susurró a sí misma, apretando los puños.

De pronto, su teléfono vibró sobre la mesa. Era un mensaje de su padre.

Johannes: "Gran carrera hoy. Pero Max se ha asegurado una reunión con Red Bull. No dejes que te adelante. Haz lo que sea necesario."

El mensaje la hizo fruncir el ceño. Max. Su hermano menor siempre había sido la preocupación de Johannes, aunque Sophie siempre había sido la que cargaba con la presión. Sabía que Max tenía talento, pero nunca había sido puesto a prueba de la misma manera que ella.

La puerta de su habitación se abrió de golpe, y vio entrar a Max, con su habitual sonrisa despreocupada.

—¡Sophie! —exclamó—. ¡Qué carrera! Lo hiciste increíble, como siempre.

Ella lo miró con una mezcla de orgullo y resentimiento.

—Gracias, Max. ¿Qué haces aquí?

—Quería verte. Papá no para de hablar de cómo pronto estaremos los dos en la Fórmula 1. Imagínalo, los Verstappen dominando el deporte.

Sophie esbozó una sonrisa, aunque era más bien una mueca.

—Sí, eso suena... bien.

Max se dejó caer en una silla, ignorando por completo la tensión que colgaba en el aire.

—Red Bull me ha llamado para una prueba la próxima semana —dijo casualmente—. Creo que tienen grandes planes para mí.

Sophie se levantó, incapaz de contener más la frustración.

—Claro que sí. Porque todo te llega fácil, ¿verdad, Max? —dijo, con un tono que rozaba la amargura—. Mientras yo estoy aquí, luchando y demostrando una y otra vez lo que valgo, tú solo tienes que aparecer y ya te están ofreciendo un asiento.

Max frunció el ceño, claramente incómodo con la dirección que estaba tomando la conversación.

—Sophie, no es así. Sabes que he trabajado duro también.

—¿De verdad? —replicó ella, cruzando los brazos—. ¿Cuántas veces papá te ha hecho entrenar hasta que casi te desmayas? ¿Cuántas veces te ha dicho que nunca serás lo suficientemente bueno, que no tienes el instinto?

Max bajó la mirada. Sabía que no podía compararse con las experiencias de su hermana.

—No estoy tratando de competir contigo, Sophie. Ambos podemos hacerlo.

Ella suspiró, cansada de esa narrativa.

—No entiendes, Max. Siempre ha sido una competencia para papá. Y tú, aunque no lo veas, eres su favorito.

Max se levantó, tratando de acercarse a ella, pero Sophie dio un paso atrás.

—Sophie, yo solo...

—No, Max —lo interrumpió, su voz más calmada pero firme—. Necesito hacer esto por mí misma. No quiero que me vean como “la hermana de Max” o “la hija de Johannes”. Quiero que el mundo vea a Sophie Verstappen, la piloto que se ganó cada maldito centímetro de su lugar.

Max asintió, aunque no estaba seguro de qué más decir. Sabía que Sophie siempre había sido la más fuerte, la más determinada. Y aunque la admiraba por ello, también sabía que esa presión la había cambiado.

—Lo siento, Sophie —dijo al fin—. No quise hacerte sentir menos. Eres increíble, y lo sabes.

Sophie lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de emociones.

—Gracias, Max. Pero no necesito tus disculpas. Necesito ganar. Y cuando lo haga, será bajo mis términos.

Al día siguiente, Sophie estaba en el paddock, preparándose para otra carrera. Aunque las palabras de su hermano resonaban en su mente, no podía permitirse distraerse. Ya tenía claro su objetivo.

Uno de los periodistas se acercó para una entrevista rápida.

—Sophie, has dominado esta temporada. Todos te ven como la próxima gran estrella de la Fórmula 1. ¿Cómo manejas esa presión?

Sophie sonrió, pero esta vez no fue una sonrisa calculada.

—La presión siempre ha estado ahí. Solo la uso a mi favor. Y cuando llegue a la Fórmula 1, demostraré que no soy solo una sensación. Soy la mejor.

El periodista se quedó boquiabierto, sorprendido por su confianza.

Mientras Sophie se alejaba, no pudo evitar mirar hacia el horizonte. Sabía que su ascenso a la Fórmula 1 estaba cerca, pero también sabía que los demonios del pasado la seguirían. Tendría que enfrentarlos, tarde o temprano.

Pero hasta entonces, seguiría siendo Sophie Verstappen, la joya de la Fórmula 2. Y pronto, sería mucho más que eso.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora