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El ascenso en karting
Año: 2007

El sonido de los motores de karting rugía por el aire, mezclado con el aroma del asfalto caliente y el viento que cortaba las pistas a gran velocidad

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El sonido de los motores de karting rugía por el aire, mezclado con el aroma del asfalto caliente y el viento que cortaba las pistas a gran velocidad. Sophie se colocó el casco, ajustándolo con precisión mientras sus ojos recorrieron la pista que tenía frente a ella. Era una carrera más, otra oportunidad para demostrar de qué estaba hecha. Pero en el fondo, sabía que, pase lo que pase, siempre estaría a la sombra de Max.

Desde pequeños, los hermanos Verstappen habían sido moldeados para dominar el mundo del karting. Su padre, Johannes, había entrenado a ambos con una mano de hierro, pero las expectativas siempre habían sido más altas para Max. Aunque Sophie era más rápida en algunas curvas y más precisa en la frenada, Max era la promesa. Él era el que llamaba la atención de los patrocinadores, de los scouts, y de su propio padre.

Esa mañana, mientras ambos se preparaban para la carrera, Max se le acercó con una sonrisa, un gesto que siempre le desarmaba un poco.

—Sophie, hoy es nuestro día —dijo Max, levantando su pulgar—. Uno-dos, como siempre, ¿eh?

Sophie sonrió bajo el casco, aunque en su corazón sabía que el "uno" siempre sería él.

—Sí, pero esta vez será diferente —respondió con una chispa en los ojos—. Hoy seré yo la que cruce la meta primero.

Max soltó una carcajada, una mezcla de diversión y desafío. Había una competencia saludable entre ellos, pero Max nunca dejaba de subestimarla. Sophie lo sabía, y eso la impulsaba aún más. Si bien su hermano era talentoso, ella había pasado horas extras perfeccionando su técnica, sacrificando partes de su vida que Max ni siquiera consideraba importantes.

—Te veré en la pista, hermana —respondió Max, dándole un leve golpe en el casco—. Pero ya sabes quién es el favorito.

Sophie lo miró marcharse hacia su kart, observando cómo todo el equipo giraba a su alrededor, preparándolo para la carrera. El favoritismo era evidente, no solo de su padre, sino también de todo el mundo. Sin embargo, Sophie había aprendido a callar esa frustración, a usarla como combustible.

La carrera comenzó, y los motores rugieron con una fuerza que hacía vibrar el pecho de Sophie. Desde el primer giro, la competencia era feroz. Max estaba al frente, liderando con su estilo agresivo y seguro. Sophie lo seguía de cerca, controlando cada curva con precisión milimétrica. El viento zumbaba en sus oídos, y las ruedas derrapaban al límite, pero no había margen de error para ella.

En una curva cerrada, Sophie vio su oportunidad. Max había entrado demasiado rápido, dejando un hueco mínimo por dentro. Sin dudarlo, Sophie aceleró y se coló por ese espacio, rozando su kart con el de Max. Por un momento, sus ojos se encontraron a través de las viseras de los cascos. Max no lo había visto venir.

—¡Vamos! —gritó Sophie para sí misma, sintiendo la adrenalina recorrer su cuerpo.

Logró tomar la delantera, y durante un par de vueltas, la pista era suya. Sentía el asfalto bajo las ruedas, la precisión de cada curva, y la libertad de ser, al menos por un momento, la número uno. Pero sabía que Max no se quedaría atrás por mucho tiempo.

En la última vuelta, justo cuando se acercaban a la recta final, Max encontró un hueco para adelantarla. Fue limpio, pero despiadado, típico de él. Sophie apretó los dientes, forzando su kart al límite, pero ya era demasiado tarde. Max cruzó la línea de meta primero, apenas unos segundos antes que ella.

Cuando bajaron de los karts, Max estaba eufórico, con la sonrisa de un niño que acababa de ganar su juguete favorito.

—¡Eso fue increíble! —exclamó, quitándose el casco y sacudiendo su cabello—. Pensé que me tenías por un momento.

Sophie también se quitó el casco, respirando profundamente mientras intentaba calmar la frustración que latía dentro de ella. Se acercó a Max y le dio una palmada en la espalda.

—Estuviste bien, pero la próxima vez no tendrás tanta suerte —dijo con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Antes de que Max pudiera responder, su padre, Johannes, apareció en escena. Con su expresión habitual de severidad, miró primero a Max y luego a Sophie, aunque su atención estaba claramente centrada en su hijo menor.

—Buen trabajo, Max —dijo Johannes, asintiendo con aprobación—. Así es como se corre. Controlaste el ritmo, supiste cuándo atacar. Perfecto.

Max asintió, agradecido por el reconocimiento. Johannes luego dirigió su mirada a Sophie, y ella se preparó para el comentario que sabía que vendría.

—Tú también lo hiciste bien, Sophie, pero debes ser más agresiva. Dejaste que Max te pasara en la recta final. No puedes permitirte esos errores si quieres ganar.

Sophie asintió en silencio, mordiendo su lengua. Había hecho todo bien, pero para su padre, nunca era suficiente. Max era el centro de atención, el prodigio, y Sophie... Sophie era buena, pero no lo suficiente.

Horas después, cuando todos se habían dispersado, Sophie se quedó en la pista, observando la línea de meta. Max había ido a celebrar su victoria, y Johannes estaba ocupado hablando con los patrocinadores, probablemente sobre el futuro de su hijo. Pero para Sophie, el silencio de la pista era su única compañía.

Max apareció poco después, con una bebida en la mano y una sonrisa aún brillante.

—No deberías tomártelo tan en serio —dijo, sentándose junto a ella—. Hiciste una gran carrera.

Sophie lo miró, su expresión aún tensa.

—Lo sé. Solo... a veces es frustrante, ¿sabes? Siempre estar detrás de ti, siempre ser la que está a la sombra.

Max frunció el ceño, sorprendido por la confesión.

—¿A la sombra? Sophie, tú eres increíble. Si alguien no lo ve, es su problema, no el tuyo.

Ella soltó una risa amarga.

—Tal vez, pero cuando todos los ojos están puestos en ti, es difícil no sentirse invisible.

Max se quedó en silencio por un momento, procesando lo que Sophie había dicho. Finalmente, colocó su mano en el hombro de su hermana.

—Te veo, Sophie. Siempre lo he hecho. Y algún día, todos lo harán también.

Sophie miró a su hermano, sintiendo un peso en su pecho que no podía deshacerse. Max siempre había sido su mayor admirador, su mejor amigo, pero no podía evitar la sensación de que el mundo estaba diseñado para que él brillara, mientras ella se desvanecía en el fondo.

El ascenso en el karting continuó durante los siguientes años, con Sophie y Max dominando las pistas. Pero mientras Max ascendía rápidamente, siendo la promesa de la Fórmula 1, Sophie se quedó en la sombra, observando cómo el mundo giraba en torno a su hermano. Aún así, ella siguió corriendo, cada vez más precisa, más calculadora, perfeccionando cada aspecto de su técnica.

Y aunque el mundo solo veía a Max como la joya del circo, Sophie sabía que, en su corazón, ella era igual de brillante. Solo estaba esperando su momento para brillar.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora