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Los demonios del pasado
Año: 2023

El segundo día de Sophie en la fábrica de Red Bull Racing había comenzado como los anteriores: temprano y con la atmósfera cargada de expectativas

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El segundo día de Sophie en la fábrica de Red Bull Racing había comenzado como los anteriores: temprano y con la atmósfera cargada de expectativas. Los ingenieros discutían en voz baja los últimos ajustes en el coche, y los pilotos se preparaban mentalmente para lo que venía. Sophie se sentía más cómoda que el primer día, aunque su semblante seguía tan impenetrable como siempre. Aparentemente, nada la perturbaba. Sin embargo, por dentro, sus pensamientos comenzaban a tambalear.

Mientras se adentraba más en su rutina, los ecos de su infancia regresaban, como fantasmas del pasado que se negaban a quedarse en el olvido. Ese día en particular, algo en el ambiente de la fábrica la llevó de vuelta a cuando era niña, a esos días en los que solía pasar horas junto a su hermano en el garaje de su padre, viendo cómo él ajustaba motores y hablaba sin parar sobre velocidad. Las risas de su hermano, las conversaciones técnicas de su padre, todo eso volvía a su mente como un golpe inesperado.

Sophie estaba revisando algunos datos junto a un ingeniero cuando, de repente, el sonido metálico de una herramienta cayendo al suelo hizo que su mente se transportara a uno de esos días de su infancia. Las imágenes vinieron sin control: su padre, Jos Verstappen, levantando una llave inglesa mientras le enseñaba cómo se ajustaba el motor de un kart.

Sophie, si alguna vez quieres ser rápida como Max, tienes que aprender a hacer esto tú misma —le había dicho su padre, con esa seriedad que siempre lo caracterizaba, pero con una pizca de orgullo en su voz.

Esa presión, ese deseo de ser tan buena como Max, la había acompañado durante toda su vida. Y ahora, de vuelta en el mundo del automovilismo, esos recuerdos volvían con más fuerza que nunca. Sentía el peso de su apellido como una losa sobre sus hombros.

—Sophie, ¿estás bien? —preguntó el ingeniero, sacándola de sus pensamientos.

Ella parpadeó, regresando al presente.

—Sí, sí —respondió, aunque su voz sonaba un poco más distante de lo habitual—. Solo estoy... concentrada.

El ingeniero asintió, sin darle demasiada importancia. Pero Sophie sabía que estaba perdiendo el control sobre sus emociones. Necesitaba aire.

Salió de la sala de control, caminando con paso rápido por los pasillos de la fábrica. Pasó por el área de los coches y se dirigió a una de las salidas laterales, donde apenas había gente. Necesitaba unos minutos a solas, lejos del ruido y las miradas inquisitivas.

Al llegar al exterior, respiró hondo. El aire frío le golpeó la cara, pero en lugar de calmarla, solo hizo que los recuerdos siguieran asaltándola. No podía dejar de pensar en su infancia, en las expectativas de su padre, en cómo siempre había sido comparada con su hermano. Max había sido el prodigio, el favorito, y ella siempre se había sentido a la sombra de su éxito.

—¿Sophie? —La voz de Checo la sacó de su ensimismamiento.

Sergio había salido también al exterior y la había visto sola. Se acercó con cautela, notando que algo en su expresión no era el de siempre. Estaba más pálida, más seria.

—¿Estás bien? —preguntó, con genuina preocupación en su tono.

Sophie intentó disimular. No quería parecer vulnerable frente a él, ni frente a nadie.

—Estoy bien —respondió rápidamente—. Solo necesitaba un poco de aire.

Checo no la creyó del todo, pero decidió no presionar. En los días que había pasado con Sophie, había aprendido que ella no era del tipo que compartía fácilmente sus emociones. Aún así, algo en su semblante le decía que no estaba bien.

—¿Sabes? —empezó Sergio, apoyándose contra la pared junto a ella—. Cuando yo entré en Red Bull, también sentí esa presión. La gente tenía expectativas, todos te observan, te comparan. No es fácil.

Sophie lo miró de reojo, su rostro aún tenso.

—No es solo eso —murmuró.

Checo la miró, esperando a que continuara, pero Sophie guardó silencio, como si las palabras no pudieran salir. Hubo una pausa larga antes de que, finalmente, ella decidiera abrirse un poco más.

—Cuando era niña, mi padre siempre me comparaba con Max. Él era el talento natural, el prodigio. Y yo... yo siempre fui la que tenía que demostrar que también podía estar a su nivel. Ahora que estoy aquí, de vuelta en este mundo, siento como si esos fantasmas del pasado volvieran. No puedo evitar sentir que nunca seré lo suficientemente buena.

Checo la escuchó atentamente, sin interrumpir. Sabía lo difícil que era cargar con las expectativas familiares, y más aún en un entorno tan competitivo como la Fórmula 1.

—Eso es normal, Sophie —dijo finalmente—. Todos cargamos con algo. Yo también tuve que luchar para ganarme un lugar aquí, y aún hoy en día hay momentos en los que siento que debo demostrarme a mí mismo que pertenezco aquí. Pero te diré algo: lo que importa no es lo que otros piensen de ti, ni siquiera lo que tu familia piense. Lo que importa es lo que tú piensas de ti misma.

Sophie lo miró, sorprendida por la sinceridad en sus palabras. No se esperaba ese nivel de comprensión de su compañero de equipo.

—Sé que es difícil —continuó Checo—, pero tienes que creer en ti misma. Max es rápido, sí. Pero tú también lo eres. Y no estás aquí para ser una sombra de tu hermano. Estás aquí porque eres Sophie Verstappen, una piloto con talento y determinación.

Sophie asintió lentamente, procesando lo que Checo le había dicho. Parte de ella sabía que él tenía razón, pero otra parte aún estaba atrapada en esos recuerdos de su infancia, en esa constante comparación con su hermano.

—Gracias —dijo finalmente, con una pequeña sonrisa que apenas asomó en sus labios—. Aprecio lo que me has dicho.

Checo sonrió, dándole una palmadita en el hombro antes de apartarse de la pared.

—Cuando quieras hablar, ya sabes dónde encontrarme —dijo con su tono habitual de camaradería—. Y si te ayuda, te reto a una carrera en los simuladores. A ver si te puedes mantener a mi ritmo.

Sophie dejó escapar una ligera risa ante el desafío, y por primera vez en días, se sintió un poco más ligera.

—Lo tomaré en cuenta —respondió con un toque de picardía en la voz.

Checo se fue, dejándola sola nuevamente. Pero esta vez, Sophie se sentía un poco mejor. Sabía que los demonios del pasado seguirían persiguiéndola, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez podría dejarlos atrás y centrarse en lo que realmente importaba: el presente y su carrera como piloto.

El aire frío ya no le molestaba tanto.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora