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Un Nuevo Comienzo en Ferrari
Año: 2015

El edificio de Ferrari era imponente, envuelto en la historia y la mística que lo rodeaba

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El edificio de Ferrari era imponente, envuelto en la historia y la mística que lo rodeaba. Para muchos, era el sueño de una vida. Para Sophie Verstappen, sin embargo, era solo el siguiente paso en su inquebrantable ascenso hacia la gloria de la Fórmula 1.

Acababa de recibir una oferta que, años atrás, habría sido impensable. Ferrari, la escudería más legendaria del deporte, quería ofrecerle un asiento. Pero había una condición: antes de convertirse en piloto titular, tendría que pasar una temporada como piloto de pruebas. La propuesta no le encantaba, pero Sophie entendía que era un paso necesario. Y si alguien sabía hacer sacrificios en nombre del éxito, era ella.

Al entrar en la oficina del equipo, fue recibida por un hombre de unos 30 años, con una barba cuidadosamente recortada y una expresión que reflejaba una mezcla de respeto y curiosidad.

—Sophie Verstappen —dijo con una sonrisa—. Bienvenida a Ferrari. Soy Maurizio ‘Maruo’ Rossi, seré tu ingeniero de pruebas. He escuchado mucho sobre ti.

Sophie le estrechó la mano, sintiendo una leve corriente de emoción que no había experimentado en mucho tiempo. Su corazón latía un poco más rápido, aunque trató de mantener su expresión controlada.

—Es un placer conocerte, Maruo —dijo, asintiendo con la cabeza—. Estoy lista para empezar.

—Lo sé. Todos aquí lo saben. —respondió él—. Tienes la reputación de ser implacable en la pista, y eso es exactamente lo que necesitamos. Pero también tendrás que adaptarte a nuestro estilo de trabajo, a nuestra forma de hacer las cosas en Ferrari. No será fácil, pero confío en que lo lograrás.

Sophie estaba acostumbrada a ese tipo de comentarios. Sabía que su fama la precedía y que muchos esperaban que fuera fría y calculadora. Lo que no sabía es que Maruo, sin decirlo, ya veía algo más en ella. Algo que ni ella misma había identificado.

Los días como piloto de pruebas comenzaron con sesiones agotadoras. Sophie se entregaba por completo, llevando al límite cada uno de los autos, ajustando su técnica, aportando mejoras y sugiriendo cambios. Sin embargo, lo que más la sorprendía era cómo el trabajo con Maruo comenzaba a afectarla de formas que no esperaba.

—Sophie, tienes que sentir el coche —le decía Maruo, mientras ambos revisaban los datos de una sesión—. No se trata solo de números y velocidad. El coche también te habla. Escúchalo, siéntelo. Déjate llevar por el instinto.

Sophie frunció el ceño. Instinto no era una palabra que ella usara mucho. Para ella, todo era técnica y precisión.

—Soy una Verstappen —respondió—. Nosotros no nos dejamos llevar por sentimientos o corazonadas. Nos basamos en hechos y datos.

Maruo soltó una risa suave, sacudiendo la cabeza.

—Eso es lo que te han enseñado, pero no es del todo cierto. Tienes talento, Sophie. Mucho talento. Pero necesitas algo más si quieres llegar a la cima de la Fórmula 1. Necesitas sentir. Y no estoy hablando solo del coche.

—¿Y qué sugieres? —preguntó ella, medio en broma, medio en serio—. ¿Que deje de lado todo lo que he aprendido hasta ahora?

—No, claro que no. Pero quiero que pienses en algo. Hay una razón por la que estás aquí, y no es solo por tu apellido o por tus victorias en la Fórmula 2. Es porque, aunque no lo admitas, hay una pasión en ti que va más allá de los números. Solo tienes que encontrarla.

Sophie lo miró por un largo momento, sintiendo una incomodidad que no sabía cómo interpretar. Estaba acostumbrada a ser vista como una máquina imparable, no como alguien que podía sentir o dejarse llevar por emociones. Pero algo en Maruo la hacía querer escuchar más.

Pasaron varias semanas, y la dinámica entre Sophie y Maruo se fue profundizando. Él la empujaba a sus límites, no solo técnicamente, sino también emocionalmente. Empezó a darse cuenta de que, cuando estaba con él, se permitía bajar un poco la guardia, algo que no hacía con nadie más.

Un día, después de una intensa sesión de pruebas, ambos se quedaron solos en el taller. Sophie revisaba los datos, como siempre, cuando Maruo se acercó con una botella de agua y se la ofreció.

—Has estado increíble hoy —comentó, mientras ella tomaba un sorbo—. Las mejoras que sugeriste han hecho una gran diferencia.

—Gracias —dijo ella, su voz más suave de lo habitual—. Estoy empezando a entender lo que decías sobre “sentir” el coche. Hay algo más allá de la lógica pura, ¿verdad?

Maruo sonrió y se sentó a su lado, apoyando los codos en la mesa.

—Sí. Exactamente. Y es ese “algo” lo que te hará destacar. Lo que te hará invencible.

Sophie lo miró a los ojos por un instante más largo del que hubiera querido. No estaba acostumbrada a conectar con las personas de esa manera, y menos en un entorno tan competitivo como el de la Fórmula 1. Pero Maruo no era como los demás. Su presencia la hacía sentir viva, algo que había olvidado hacía mucho tiempo.

—¿Alguna vez te has sentido perdida? —preguntó de repente, sorprendida por su propia vulnerabilidad.

Maruo la miró con una mezcla de sorpresa y comprensión.

—Claro que sí. Todos nos sentimos así en algún momento. Pero creo que tú no estás perdida, Sophie. Solo estás buscando algo que no sabías que necesitabas.

Ella frunció el ceño, intentando procesar lo que acababa de decir. Había pasado tantos años intentando demostrar su valía, luchando por ser la mejor, que había perdido de vista lo que realmente la motivaba. Pero ahora, por primera vez, sentía que alguien la entendía. No solo como piloto, sino como persona.

El día en que Ferrari anunció oficialmente que Sophie sería piloto de pruebas, los medios explotaron. Todos los ojos estaban puestos en ella, y las expectativas no hacían más que aumentar. Sin embargo, Sophie ya no se sentía tan sola en ese camino. Tenía a Maruo, y aunque no lo decía en voz alta, su presencia hacía que todo el proceso fuera más llevadero.

Una noche, mientras revisaban juntos los datos en el simulador, Maruo le hizo una propuesta inesperada.

—Vamos a dar una vuelta. Pero no en el simulador, sino en un coche de verdad. Nada de carreras, solo conducir.

Sophie lo miró con escepticismo.

—¿Conducir por diversión? ¿Eso es lo que propones?

—Exactamente. Necesitas recordar por qué amas esto. No siempre se trata de ganar o de ser la mejor. A veces, solo necesitas disfrutar del viaje.

Aunque dudaba, algo en ella la impulsó a aceptar. Salieron del taller y se subieron a un coche deportivo que Maruo tenía en el garaje.

Mientras conducían por las carreteras tranquilas de la campiña italiana, Sophie sintió una paz que hacía años no experimentaba. Maruo, sentado a su lado, no dijo mucho, pero su presencia era suficiente. Con él, Sophie podía permitirse bajar la guardia, aunque fuera solo por un rato.

Y mientras el viento golpeaba su rostro y el coche se deslizaba suavemente por las curvas, por primera vez en mucho tiempo, Sophie se permitió sentir algo más que presión. Sentía emoción, libertad, y lo más sorprendente de todo: sentía su corazón latir fuerte nuevamente.

Quizás, pensó mientras miraba de reojo a Maruo, no estaba tan sola como siempre había creído.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora