¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sergio Pérez siempre había sido alguien capaz de leer a las personas. En la Fórmula 1, conocía el valor de las relaciones dentro de un equipo; era vital no solo llevar el coche al límite, sino también saber confiar en quienes estaban a tu lado. Y ahora, mientras caminaba junto a Sophie Verstappen por la fábrica de Red Bull, sabía que con ella no sería sencillo.
Desde el primer momento, Sophie había dejado en claro que no estaba allí para socializar ni para formar lazos. Su mirada fría, su postura firme, y esa distancia que mantenía con los demás... todo en ella le gritaba a Checo que no iba a ser fácil derribar sus muros. Sin embargo, había algo que lo impulsaba a intentarlo. Tal vez era la leyenda que rodeaba a Sophie, o quizá simplemente era su propia naturaleza de no darse por vencido con las personas.
Después de recorrer una buena parte de la fábrica, Checo se detuvo en la sección de simulación. Sabía que esta era una parte crucial del proceso para cualquier piloto nuevo o en regreso. Y en el caso de Sophie, después de años fuera del circuito, era el lugar perfecto para empezar a evaluar cómo se sentía en el coche.
—Aquí es donde empieza la verdadera magia —dijo Checo, señalando la sala donde se encontraba el simulador de carreras más avanzado de la escudería—. Puede que sea una máquina, pero te da una buena idea de cómo se comportará el coche en la pista. ¿Te animas a probarlo?
Sophie observó el simulador por unos segundos, sus ojos analizando cada detalle antes de asentir.
—Claro. Quiero ver cómo se siente el coche este año.
Checo la guió hasta el asiento del simulador, y los técnicos comenzaron a preparar los ajustes necesarios. Mientras tanto, Checo observaba cada movimiento de Sophie con curiosidad. Había algo casi clínico en la manera en que se movía, como si no dejara que ninguna emoción influenciara sus decisiones. Era puramente técnica, fría y precisa.
—Sé que ha pasado un tiempo, pero no te preocupes —dijo Checo, tratando de romper la tensión—. Es como montar en bicicleta, nunca se olvida.
Sophie, ajustando el volante, lanzó una mirada rápida hacia él.
—No he olvidado nada —respondió con una leve sonrisa que no llegó a sus ojos—. Pero gracias por el consejo.
El simulador cobró vida, y Sophie se sumergió de inmediato en las curvas y rectas virtuales de un circuito. Checo observó desde el costado, cruzado de brazos, mientras los ingenieros miraban las pantallas con los datos. Había algo hipnótico en la forma en que Sophie manejaba. Era como si los años fuera del circuito no hubieran hecho mella en su capacidad de controlar el coche.
Tras unos minutos, los ingenieros comenzaron a comentar en voz baja sobre los tiempos de Sophie. Checo, que tenía un oído fino para esas conversaciones, no pudo evitar sonreír. Sus tiempos eran buenos. Muy buenos.
Cuando Sophie terminó la sesión y salió del simulador, se quitó los auriculares y se pasó una mano por el cabello, como si el esfuerzo apenas hubiera sido una molestia.
—Nada mal para alguien que estuvo fuera del radar por tanto tiempo —comentó Checo con una sonrisa franca—. Parece que no has perdido el toque.
Sophie lo miró directamente, como si sopesara la sinceridad detrás de sus palabras.
—No vine aquí para ser una novata —dijo, su tono sin ninguna pizca de arrogancia, pero lleno de determinación—. Si estoy de vuelta, es para ganar.
Checo mantuvo la mirada, admirando esa tenacidad. Había algo en Sophie que le recordaba a él mismo, a esos días en que luchaba por ganarse su lugar en un deporte donde la competencia era brutal. Pero al mismo tiempo, sabía que en Sophie había un dolor que él no comprendía del todo.
—Eso es lo que quiero escuchar —respondió finalmente, mientras caminaban de vuelta al pasillo—. Y creo que no eres la única que lo espera. El equipo está emocionado por verte en acción.
Sophie asintió, pero no dijo nada más. Parecía que cualquier tipo de cumplido o reconocimiento resbalaba sobre ella. Mientras continuaban caminando, Checo decidió que no podía dejar pasar la oportunidad de intentar conocerla un poco mejor.
—Sabes, no puedo evitar preguntarme... ¿por qué ahora? —preguntó, con cautela, sin querer ser demasiado intrusivo—. Estuviste fuera tanto tiempo, y no habías mostrado interés en volver. ¿Qué cambió?
Sophie se detuvo por un momento, como si estuviera considerando si responder o no. Finalmente, lo miró con una expresión que mezclaba cansancio y determinación.
—Hay cosas que uno no puede dejar atrás —dijo en voz baja—. Y a veces... el pasado te persigue hasta que decides enfrentarlo.
Checo permaneció en silencio por unos segundos, asimilando esas palabras. Había oído rumores, claro, sobre el control que Johannes Verstappen tenía sobre sus hijos, sobre cómo Sophie había desaparecido sin dejar rastro. Pero sabía que no era su lugar presionar.
—Bueno —dijo con una sonrisa más ligera, tratando de aligerar el ambiente—, sea cual sea la razón, me alegra que estés aquí. Y te lo digo en serio: cuentas conmigo para lo que necesites. Somos compañeros de equipo ahora, y en Red Bull nos cuidamos unos a otros.
Sophie lo miró, sus ojos estudiando cada palabra. No estaba acostumbrada a ese tipo de camaradería. Su vida siempre había sido una lucha solitaria, y las palabras de Checo, aunque bienintencionadas, la sorprendían.
—Gracias, Sergio —respondió finalmente, su tono más suave—. Veremos cómo va todo.
Era un pequeño paso, pero Checo lo tomó como una victoria. Sabía que construir una relación con Sophie llevaría tiempo, pero no tenía prisa. Si algo había aprendido en su carrera, era que la confianza no se ganaba de la noche a la mañana.
Mientras se dirigían hacia la salida de la fábrica, Checo decidió mantener la conversación ligera.
—Por cierto, ¿ya has probado las cafeterías cerca de aquí? Hay una que es famosa por su café. Prometo que es lo único que nos mantiene despiertos algunos días.
Sophie arqueó una ceja, divertida por el cambio de tema.
—¿Es una invitación? —preguntó, en tono seco.
Checo sonrió ampliamente.
—Solo si prometes no dejarme con toda la cuenta.
Por primera vez desde que se encontraron, Sophie dejó escapar una risa ligera. No era mucho, pero para Checo, era una señal de que las cosas podían ir por buen camino.
—Está bien —dijo ella—. Pero no esperes que sea de esas reuniones largas de pilotos que tanto te gustan.
—Trato hecho —dijo Checo, divertido—. Solo el café... por ahora.
Ambos salieron de la fábrica, dejando atrás el bullicio del equipo, y aunque el futuro seguía siendo incierto, había una nueva energía en el aire. Sophie había regresado, y el primer paso hacia su reencuentro con la Fórmula 1 acababa de darse.