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El gran escape
Año: 2015

El rugido de los motores en el circuito de pruebas de Ferrari se había convertido en algo familiar para Sophie Verstappen

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El rugido de los motores en el circuito de pruebas de Ferrari se había convertido en algo familiar para Sophie Verstappen. Cada día era una nueva batalla, no solo en la pista, sino también fuera de ella. Su padre tenía ojos en todos lados, asegurándose de que su hija cumpliera con sus expectativas, sin desviarse ni un milímetro del camino que él había trazado para ella.

Pero en medio de esa presión y esa rutina asfixiante, Sophie había encontrado un refugio inesperado: Maruo Rossi, su ingeniero de pruebas. Con él, todo era diferente. Maruo no veía en ella una simple máquina de ganar carreras, como lo hacía su padre. Él veía a Sophie, una mujer que, aunque era fuerte e implacable en la pista, también necesitaba un escape. Con el tiempo, su relación profesional se había transformado en algo más, algo prohibido. Y aunque sabían que era peligroso, no podían evitarlo.

Esa tarde, Sophie y Maruo se encontraban en el garaje, revisando uno de los autos. Pero ambos sabían que no estaban allí solo para hablar de motores y neumáticos.

—¿Te has decidido ya? —preguntó Maruo, sin levantar la mirada del coche—. Si seguimos aquí, tarde o temprano, él lo descubrirá todo. Y no quiero pensar en lo que hará.

Sophie lo observaba, apoyada en la mesa de herramientas. Sabía que tenía razón. Su padre, no solo era controlador, sino también despiadado. Había dedicado toda su vida a moldearla, y no iba a permitir que nadie ni nada se interpusiera en su camino hacia la Fórmula 1. Ciertamente no permitiría que un ingeniero modesto de Ferrari, alguien que él consideraba insignificante, se metiera en los planes para su hija.

—Tenemos que irnos —dijo Sophie en voz baja—. Lo sé. Pero no será fácil. Mi padre tiene contactos en todas partes. Si sospecha algo, nos encontrará, sin importar a dónde vayamos.

Maruo dejó las herramientas y se acercó a ella, tomando sus manos entre las suyas.

—No podemos vivir con miedo, Sophie. No podemos seguir siendo sus peones. Tú mereces ser libre. Mereces ser feliz, y lo sabes. No podemos permitir que Johannes controle nuestras vidas.

Sophie asintió, pero una parte de ella aún dudaba. La vida bajo el control de su padre la había endurecido. Aprendió a desconfiar, a estar siempre alerta. Pero con Maruo, todo parecía más sencillo, más humano. Él era su escape del caos, su única conexión con algo real.

Esa noche, se encontraron en el pequeño apartamento de Maruo, un lugar alejado de las luces brillantes y la atención mediática que solía rodear a Sophie. Era su refugio, el único lugar donde podía ser ella misma, lejos de la presión del apellido Verstappen.

—¿Lo tienes todo listo? —preguntó Maruo mientras empacaba apresuradamente algunas cosas.

Sophie, sentada en el borde de la cama, lo observaba en silencio.

—Sí —dijo finalmente—. Pero todavía no puedo creer que esto esté pasando. Estamos hablando de dejarlo todo atrás. La Fórmula 1, Ferrari...

—No estamos dejando nada atrás, Sophie —respondió Maruo con firmeza—. Estamos tomando control de nuestras vidas. No hay Fórmula 1 si no eres libre de decidir tu propio destino. Lo que estamos haciendo es un acto de rebelión, y créeme, es lo más valiente que puedes hacer.

El silencio en la habitación era denso, roto solo por el sonido del viento fuera de la ventana. Sophie se levantó, caminando hacia Maruo, y lo abrazó con fuerza.

—Solo espero que funcione —susurró—. No puedo perderte. No después de todo esto.

—No lo harás —prometió él—. Te lo juro. Vamos a salir de esto juntos.

Sin embargo, la calma no duró mucho. A la mañana siguiente, Johannes se enteró. Lo supo incluso antes de que Sophie tuviera la oportunidad de actuar. Un llamado telefónico cambió todo.

—Sophie, necesitamos hablar. Ahora. —La voz de su padre, fría y autoritaria, resonó al otro lado de la línea.

Sophie sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que algo había salido mal. Con un rápido gesto, señaló a Maruo que mantuviera la calma.

—Estoy ocupada, papá —respondió, intentando sonar tranquila.

—No es una petición, Sophie. Ven a verme ahora mismo. Si no estás aquí en media hora, te aseguro que no volverás a poner un pie en Ferrari.

La llamada se cortó antes de que pudiera responder. Sophie se quedó mirando el teléfono por un momento, procesando lo que acababa de escuchar.

—Lo sabe —dijo finalmente, en voz baja—. Lo sabe todo.

Maruo se acercó rápidamente, tomando su mano.

—¿Qué vamos a hacer?

—Tengo que ir. Si no lo hago, arruinará tu carrera y la mía. Ya ha comenzado.

Sophie llegó a la casa de su padre con el corazón latiendo con fuerza. El ambiente en el lugar era tenso, y cuando entró en el despacho de Johannes, lo encontró sentado detrás de su escritorio, con una mirada que mezclaba desprecio y decepción.

—¿Creías que podrías ocultármelo para siempre? —preguntó Johannes, levantando lentamente la vista—. ¿Que podrías escapar con ese ingeniero de segunda categoría y arruinar todos nuestros planes?

Sophie lo miró fijamente, sintiendo una mezcla de ira y miedo.

—No tienes derecho a controlar mi vida de esta manera, papá. Yo soy quien corre en la pista. Yo soy la que ha trabajado para llegar hasta aquí.

Johannes se rió, un sonido frío y sin humor.

—¿Tu vida? Todo lo que tienes es gracias a mí. ¿De verdad crees que hubieras llegado tan lejos sin mi influencia? He hablado con Ferrari. Ya no te consideran para la Fórmula 1, y Maruo… bueno, digamos que él tampoco estará mucho más tiempo en el equipo.

El impacto de esas palabras golpeó a Sophie como un puño en el estómago.

—¿Qué le hiciste? —preguntó, la voz temblando de rabia.

—Lo que debía hacer. He pagado lo suficiente para asegurarme de que no vuelva a acercarse a ti. Y en cuanto a ti, Sophie, es mejor que olvides ese sueño tonto de la Fórmula 1. Al menos con Ferrari.

El dolor y la traición se mezclaban en su pecho. Johannes no solo había destruido su futuro, sino también el de Maruo. Sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero no podía mostrarse débil frente a él.

—Esto no ha terminado, papá —dijo con la voz quebrada, pero decidida—. No puedes controlarme para siempre. No voy a dejar que arruines mi vida.

—No necesitas mi ayuda para eso —respondió Johannes, con una sonrisa cruel—. Ya lo estás haciendo bastante bien por tu cuenta.

Sophie salió de la casa de su padre con una determinación feroz. Corrió hacia donde Maruo la esperaba, su rostro tenso de preocupación.

—¿Qué pasó? —preguntó de inmediato.

—Lo sabe todo —dijo Sophie, su voz temblando—. Nos ha destruido. Ha pagado para que te despidan y ha cerrado todas mis puertas en Ferrari. No quiere que ninguno de los dos siga adelante.

Maruo la tomó por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos.

—No importa lo que haga, Sophie. No importa cuánto dinero tenga. No puede detenernos. Vamos a encontrar una manera. Vamos a salir de aquí y comenzar de nuevo.

Sophie lo miró, sintiendo cómo su corazón se rompía y se reconstruía al mismo tiempo.

—Nos vamos —dijo con firmeza—. Hoy mismo. No hay vuelta atrás.

Con sus manos entrelazadas y el futuro incierto por delante, Sophie y Maruo se embarcaron en su gran escape, lejos de las sombras de Johannes Verstappen y hacia un destino donde, por primera vez, podían escribir su propia historia.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora