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El fracaso de Max
Año: 2008

El rugido de los motores resonaba en el aire, acompañado por los aplausos y gritos de la multitud

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El rugido de los motores resonaba en el aire, acompañado por los aplausos y gritos de la multitud. Era otra carrera importante en la prometedora carrera de Max Verstappen, una que todos esperaban que ganara sin dificultad. Sophie lo observaba desde el garaje de su equipo, con los nervios tensos como siempre. A pesar de su propio talento, siempre se encontraba preocupada por su hermano menor, sobre todo por lo que pasaría después de la carrera, cuando los errores no fueran tolerados.

El semáforo se apagó y los karts rugieron en la pista. Desde el principio, Max había tomado una buena posición, liderando con esa audacia natural que parecía fluir en él sin esfuerzo. Sin embargo, Sophie había notado algo diferente esa vez. Su conducción era agresiva, demasiado incluso para él. En cada curva, parecía estar forzando el kart más allá de sus límites, como si hubiera algo que lo estuviera presionando desde adentro.

—Vamos, Max, cálmate —murmuró Sophie para sí misma, observando desde la barrera con el corazón en la garganta.

Max intentó mantener su posición, pero en la última vuelta cometió un error. Entró demasiado rápido en la curva y perdió el control. En cuestión de segundos, lo que parecía ser una victoria asegurada se convirtió en un desastre. El monoplaza de Max derrapó y se salió de la pista. Aunque no fue un choque grave, el error le costó la carrera. Max terminó en tercer lugar.

Desde su asiento, Sophie vio el rostro de su padre, Jos Verstappen, transformarse. La furia era evidente. Sabía lo que venía después.

Cuando la carrera terminó y todos regresaban al garaje, Max caminaba hacia su equipo, cabizbajo y avergonzado. Sabía lo que había hecho, y lo peor de todo era que no necesitaba que nadie se lo recordara. Pero Jos no estaba dispuesto a dejarlo pasar.

—¿Qué demonios ha sido eso? —gritó Jos en cuanto Max se acercó. Su rostro estaba rojo de ira, y sus ojos fulminaban al chico—. ¡Teníamos esta carrera en el bolsillo! ¡Tú la tenías! ¿Y cometes un error así?

Max mantuvo la cabeza baja, sin responder. Las palabras de su padre caían sobre él como una tormenta, pero no podía hacer nada para defenderse. Sabía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría las cosas.

—No puedo creerlo —continuó Jos, agitando los brazos—. Entrenas todos los días, tienes el mejor equipo, el mejor monoplaza, y aun así te las arreglas para tirar todo por la borda.

Sophie, que había estado observando desde lejos, no pudo quedarse de brazos cruzados por más tiempo. Sabía que Max no iba a defenderse, no contra su padre. Ella había crecido soportando las mismas reprimendas, pero ahora su instinto protector hacia su hermano era más fuerte que nunca.

Se acercó con pasos decididos, su mandíbula tensa mientras intervenía.

—Papá, fue solo un error —dijo Sophie, interponiéndose entre Max y su padre—. Todos cometemos errores, incluso tú lo hiciste cuando corrías.

Jos la miró con el ceño fruncido, sorprendido por su interrupción.

—Esto no tiene nada que ver contigo, Sophie —respondió con frialdad—. Max necesita entender que esto no es un juego. Si sigue cometiendo estos errores, no llegará a ninguna parte.

—Lo entiende —insistió Sophie, manteniendo su mirada fija en la de su padre—. No hace falta que se lo recuerdes una y otra vez. Sabe lo que hizo, y no es justo que lo trates como si fuera una máquina que nunca puede fallar.

Max levantó la mirada por primera vez desde que había comenzado la discusión. Su hermana siempre había sido su escudo, protegiéndolo de la ira de su padre. Pero sabía que Sophie estaba arriesgando mucho al intervenir de esa manera. Jos no toleraba que lo desafiaran, ni siquiera por sus propios hijos.

—Sophie, no te metas —susurró Max, sin querer que su hermana pagara las consecuencias de sus errores.

Pero Sophie no se movió. Sabía que Max no podía seguir soportando esa presión solo. Ella había aprendido a soportarla, a absorberla, pero Max... él era diferente. Aunque tenía el talento, no tenía la misma coraza que ella había desarrollado a lo largo de los años.

Jos apretó los puños, claramente frustrado por la intervención de su hija.

—Max tiene que ser el mejor —dijo Jos, con voz baja pero peligrosa—. Y tú, Sophie, deberías saberlo mejor que nadie. Si sigues defendiéndolo, nunca aprenderá. No hay espacio para los débiles en este deporte.

Las palabras de Jos fueron un golpe que Sophie sintió en lo más profundo. Pero no dejó que eso la afectara. Endureció su expresión y mantuvo la calma.

—Max no es débil —replicó Sophie—. Solo necesita aprender a su propio ritmo. Y si sigues tratándolo así, no lo estás ayudando. Lo estás empujando al límite.

Jos dio un paso hacia adelante, mirando a Sophie con una mezcla de incredulidad y rabia.

—¿Y tú qué sabes de lo que necesita Max? —espetó—. ¿Desde cuándo eres la experta en esto?

Sophie apretó los dientes. Sabía que no podía ganarle esa discusión a su padre. Jos siempre encontraba la manera de imponer su autoridad. Pero no podía permitir que Max siguiera recibiendo ese trato.

—Tal vez no soy la experta —admitió Sophie, manteniéndose firme—, pero sé que Max necesita algo más que gritos y amenazas para mejorar. Lo que tú estás haciendo no lo está ayudando.

Jos se quedó en silencio por un momento, observando a su hija con una mezcla de frustración y algo que parecía ser una leve admiración por su valentía.

—Sophie... —murmuró Max, agradecido pero preocupado por las consecuencias.

Jos finalmente dio un paso atrás, soltando un bufido de exasperación.

—Haz lo que quieras —dijo, agitando la mano con desdén—. Pero no esperes que siga defendiéndote cuando sigas cometiendo estos errores, Max. Si quieres llegar a ser alguien en este deporte, vas a tener que aprender a no fallar.

Con eso, Jos se dio la vuelta y se alejó, dejando a ambos hermanos solos. Max dejó escapar un suspiro de alivio, pero su rostro seguía mostrando el peso de la culpa.

Sophie lo miró y le dio una palmada en el hombro.

—Lo hiciste bien, Max. Solo fue un error. No te castigues por ello —dijo suavemente.

Max asintió, pero aún parecía abatido.

—Gracias, Sophie. No sé cómo lo haces, siempre enfrentándote a él así... —murmuró Max, mirando a su hermana con admiración.

—Alguien tiene que hacerlo —respondió Sophie con una sonrisa—. Pero tú también debes aprender a defenderte. No siempre estaré aquí para protegerte.

Max la miró, sabiendo que tenía razón, pero en ese momento no pudo evitar sentir una profunda gratitud hacia su hermana mayor. Sin ella, soportar la presión de su padre sería mucho más difícil.

—Lo sé, pero gracias por estar aquí hoy. No sé cómo lo soportas tanto tiempo.

Sophie se encogió de hombros, aunque sabía que la presión que soportaba por Max le pesaba más de lo que quería admitir.

—Porque tú lo vales, Max. Recuerda siempre eso. Tú lo vales.

Los dos se quedaron en silencio por un momento, escuchando el rugido de los motores en la distancia, sabiendo que esa carrera había sido solo una de muchas, pero también una lección sobre lo que significaba ser parte de la familia Verstappen.

Who's Afraid of Little Old Me? ▬▬ Checo Pérez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora