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Ocho años habían pasado desde que Sophie Verstappen desapareció de la escena automovilística. Ocho años desde que la joven promesa de la Fórmula 2, apodada "La Joya", dejó de brillar en las pistas y se desvaneció en el anonimato. Sophie había sido el nombre en boca de todos, la futura estrella de la Fórmula 1, destinada a hacer historia, pero un día simplemente desapareció, sin dejar rastro. Las especulaciones sobre su partida nunca se detuvieron, pero la realidad era mucho más oscura de lo que cualquiera podría imaginar.
Max Verstappen, ahora consagrado como uno de los pilotos más exitosos de la Fórmula 1, había estado buscando a su hermana desde el día en que se fue. No por la presión de su padre, sino porque la ausencia de Sophie había dejado un hueco en su vida. Por más que ganara títulos y sumara victorias, siempre había una pieza que faltaba en su éxito. Aquella hermana que alguna vez dominó la Fórmula 2, aquella que había sido su ejemplo a seguir, había desaparecido sin dejar rastro.
En ese tiempo, Max había cumplido con las expectativas que su padre había impuesto sobre ambos hermanos. Mientras Sophie se refugiaba en el silencio, Max había forjado una carrera imparable en la Fórmula 1, convirtiéndose en uno de los pilotos más destacados de la era moderna. Los campeonatos, las victorias y la fama se habían convertido en parte de su vida, pero había algo que siempre faltaba, una pieza del rompecabezas que lo acompañaba en cada triunfo y en cada derrota: Sophie.
El mundo había cambiado, las pistas seguían girando, pero Max jamás había dejado de buscar a su hermana. Aunque no lo admitiera en público, ni siquiera a sus más cercanos, cada victoria que lograba traía consigo el amargo sabor de la soledad. Sophie no estaba ahí para compartir esos momentos con él. Sabía que su ausencia no era voluntaria, que algo más profundo la había alejado de todo lo que amaba, de la vida que alguna vez habían compartido.
Pero un día, casi como si el destino hubiera decidido darle a Max una segunda oportunidad, Sophie reapareció.
No hubo fanfarrias ni grandes declaraciones. Ningún comunicado oficial que anunciara su regreso. Max la encontró en un pequeño café, lejos del bullicio de las pistas y del glamour que rodeaba su vida. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la había visto, pero la reconoció al instante. Allí estaba Sophie, sentada en una mesa en la esquina, observando por la ventana con la misma mirada imperturbable que había perfeccionado durante años. Max sintió una mezcla de alivio y dolor al verla. Era su hermana, pero también era una extraña. El tiempo había dejado cicatrices en ambos.
Se sentó frente a ella sin decir una palabra al principio, intentando procesar que realmente estaba allí, tan cerca después de años de distancia. Sophie había cambiado. Su rostro, antes brillante y lleno de determinación, ahora mostraba una calma fría, casi intimidante. Había pasado por algo, eso estaba claro, y Max sabía que ese algo tenía que ver con su padre, Johannes Verstappen, el hombre que había moldeado y destruido a ambos en igual medida.
