Capitulo 25: Cicatrices Invisibles

32 3 0
                                    

P.O.V. DAKOTA SWAN

El aire seguía cargado de tensión, aunque la criatura yacía inmóvil en el suelo. Podía sentir cómo mi corazón martilleaba en mi pecho, pero algo en el rostro de Sam me decía que la batalla que acababan de librar no había sido la última. Su mirada, fija en los restos de la bestia, era de pura desconfianza.

Los demás lobos estaban exhaustos, heridos y jadeantes, pero se mantenían de pie, formando un círculo alrededor de la criatura. Seth se encontraba a mi lado, todavía respirando con dificultad. Aunque estaba de pie en su forma humana, el dolor en sus ojos era evidente. Había algo en su manera de moverse que me hizo sospechar que no estaba del todo bien.

—¿Seth? —le dije suavemente, acercándome un poco más.

No me respondió de inmediato. Su atención seguía fija en la criatura caída, como si esperara que se levantara de nuevo. Pero cuando finalmente me miró, vi un destello de dolor que trataba de ocultar.

—Estoy bien —murmuró, pero su voz era tensa, demasiado forzada.

Un nuevo crujido en el suelo hizo que todos se pusieran en guardia. Los ojos de Jacob se estrecharon mientras avanzaba cautelosamente hacia la criatura. Quil y Embry lo siguieron, listos para actuar si era necesario. Parecía que el peligro no había terminado, pero algo más estaba terriblemente mal.

Fue entonces cuando lo vi.

La sangre.

—¡Seth! —grité con un nudo en la garganta, señalando su costado.

Había estado tan concentrado en la batalla, tan enfocado en protegerme, que ni siquiera se había dado cuenta de la gravedad de su herida. Sangraba profusamente, su costado izquierdo estaba cubierto de un rojo profundo que manchaba su piel morena.

Él miró hacia abajo, sorprendido, como si solo en ese momento se hubiera dado cuenta de lo mal que estaba. Sus piernas comenzaron a tambalearse, y antes de que pudiera reaccionar, cayó de rodillas al suelo.

Corrí hacia él, el pánico tomando el control de mi cuerpo. Me arrodillé junto a él, mis manos temblaban mientras intentaba presionar la herida para detener el flujo de sangre.

—¡Seth, no! ¡Por favor, aguanta! —supliqué, mis palabras entrecortadas por las lágrimas que ya no podía contener.

Me sentía tan mal tan devastada, que en todo ese tiempo ni siquiera me había acordado de Bella. Enfocándome solamente en todo lo que horroroso que estaba pasando y ahora que Seth que estaba gravemente herido.

Los demás lobos se giraron de inmediato hacia nosotros. Jacob fue el primero en correr a nuestro lado, su rostro mostraba preocupación. No hacía falta que dijera nada; todos sabían lo que significaba la herida. Había sido un golpe profundo, y aunque la capacidad de curación de los lobos era increíblemente rápida según por lo que se, esta herida era demasiado grave.

—Tenemos que llevarlo a casa —dijo Jacob con urgencia, su voz tensa mientras observaba la sangre empapar la tierra bajo Seth.

—¡Vamos, no hay tiempo que perder! —Sam ladró las órdenes, su tono firme, pero con un toque de preocupación en el fondo.

Entre todos, lo levantaron cuidadosamente. Seth intentó ponerse de pie por su cuenta, pero no pudo. A cada movimiento, su cuerpo se estremecía de dolor. Mis manos temblaban mientras ayudaba a sostenerlo, su peso apoyado sobre mis hombros. Lo único que importaba ahora era sacarlo de allí y llegar a un lugar seguro.

El camino de regreso a La Push fue una pesadilla. Seth apenas hablaba, sus jadeos eran profundos, y aunque intentaba no mostrarlo, el dolor lo estaba consumiendo. Jacob y los demás lobos se mantuvieron alertas, vigilando cada sombra, cada sonido en el bosque. Nadie confiaba en que la criatura fuera el único peligro.

—Estamos cerca, Seth. Solo aguanta un poco más, por favor —le susurré, intentando mantener mi voz firme, aunque el miedo me atravesaba como un cuchillo.

Él me miró, con los ojos entrecerrados por el dolor, pero me ofreció una pequeña sonrisa. Una que rompió mi corazón.

Finalmente, llegamos a su casa, y Jacob y Sam lo llevaron adentro rápidamente, mientras yo me quedaba afuera, tratando de calmar mis nervios. Mis manos aún temblaban, cubiertas de la sangre de Seth. La escena de él cayendo al suelo no dejaba de repetirse en mi mente, como un mal sueño que no podía despertar.

No sabía qué hacer. Mi instinto me gritaba que lo siguiera, que no lo dejara solo, pero también sabía que necesitaba espacio para que la manada lo cuidara. Me senté en los escalones del porche, abrazando mis rodillas, sintiendo el frío del aire golpearme con dureza.

El tiempo parecía alargarse eternamente. Cada minuto que pasaba me pesaba más, cada segundo sin noticias se volvía insoportable. Finalmente, la puerta se abrió, y Jacob salió, con el rostro cansado y preocupado.

—¿Está...? —empecé a preguntar, pero él levantó una mano, deteniéndome.

—Está estable por ahora —dijo, aunque su tono no era del todo tranquilizador—. La herida es grave, pero va a sanar. Solo necesita tiempo.

Sentí una oleada de alivio mezclada con miedo. Estaba vivo, pero no fuera de peligro. Mi mente estaba llena de imágenes de él, luchando, sangrando... tan vulnerable como nunca lo había visto antes. Seth, el chico que siempre había sido la luz en los momentos más oscuros, ahora estaba herido, y yo me sentía completamente impotente.

—Quiero verlo —susurré, mi voz quebrándose.

Jacob asintió, sin decir nada más. Me dejó entrar, y subí las escaleras lentamente, mis pasos pesados. Cuando entré en la habitación, lo vi acostado en la cama, su rostro pálido y cubierto de sudor. Sus ojos estaban cerrados, pero su respiración era tranquila.

Me acerqué lentamente, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. Me arrodillé junto a la cama, tomando suavemente su mano. Aunque sabía que él necesitaba descansar, las palabras se escaparon de mis labios antes de que pudiera detenerlas.

—Por favor, no te vayas —le susurré, apretando su mano con delicadeza—. No sé qué haría si te perdiera.

Seth no respondió, pero sus dedos se movieron débilmente, apretando los míos en un gesto leve, como si quisiera asegurarse de que estaba allí con él.

Me quedé junto a él, sin apartarme ni un segundo, escuchando su respiración, agradeciendo que, por ahora, seguía conmigo.

Sin embargo, en lo profundo de mi corazón, sabía que esta herida era solo una pequeña parte del verdadero peligro que acechaba.

DESTINO IMPRIMADO - SETH CLEARWATERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora