Capitulo 32: Al Borde del Abismo

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El tiempo dentro de la casa de los Cullen se sentía distorsionado, como si cada segundo pesara más que el anterior. Bella yacía inmóvil en la cama, su cuerpo completamente quieto salvo por los espasmos involuntarios que comenzaban a recorrerla. El veneno de Edward ya había comenzado su trabajo. La transformación estaba en marcha, pero nadie sabía si llegaría a tiempo. Si Bella despertaría o si el monstruo que habían temido la reclamaría para siempre.

Edward, de pie junto a ella, no apartaba los ojos de su rostro. La agonía en su expresión era palpable, una mezcla de esperanza y desesperación. Con una mano, acariciaba su cabello, como si ese contacto pudiera mantenerla con él.

—Bella... —murmuró, apenas audiblemente—. No te vayas. Quédate conmigo.

Carlisle estaba cerca, observando con ojos clínicos pero llenos de preocupación. Sabía que la transformación era inevitablemente dolorosa, pero Bella no había mostrado ningún signo de recuperación aún, y eso lo mantenía en vilo. Era un proceso delicado. No podían apresurarlo, pero cada segundo de silencio pesaba como una condena.

Rosalie, con el bebé en brazos, no había dejado de mirarlo ni por un instante. Aunque protegía a la criatura con el mismo fervor que siempre había demostrado, algo en su rostro había cambiado. La magnitud del sacrificio de Bella no se le escapaba, y la idea de que esa vida que sostenía pudiera ser la causa de su muerte parecía haberla afectado más de lo que jamás admitiría. Ahora si el veneno hacia efecto seria como uno de ellos. Y eso a Rosalie no le agradaba mucho,

—Es tan fuerte... —murmuró Rosalie, mirando al bebé con una mezcla de asombro.

La niña, por su parte, no lloraba. En su lugar, observaba todo a su alrededor con una curiosidad insólita, sus ojos oscuros, casi hipnóticos, no dejaban de moverse. Parecía entender mucho más de lo que un recién nacido debería.

Emmett, apoyado contra la pared, trataba de mantener la calma, pero su semblante estaba marcado por la tensión.

—Esto es una locura... —murmuró, más para sí mismo que para los demás.

Alice y Jasper entraron en la habitación en silencio. La pequeña vampira, normalmente tan enérgica y llena de vida, se veía más apagada que nunca. Su habilidad para ver el futuro la había dejado, y esa incertidumbre la estaba consumiendo.

—No puedo ver nada —dijo Alice, casi con una súplica en su voz. Su mirada vagaba entre Bella y el bebé—. Algo está interfiriendo.

—Es el bebé —dijo Jasper en voz baja, con su mirada fija en el pequeño ser que Rosalie aún cargaba. El aire a su alrededor estaba cargado de emociones, y Jasper las sentía como una marea que lo envolvía.

El silencio en la habitación se volvió más pesado cuando Carlisle finalmente se volvió hacia Edward.

—Estamos en el punto más crítico, Edward —dijo Carlisle, ahora con tranquilidad en su voz, aunque sus ojos mostraban preocupación—. Lo único que podemos hacer es esperar.

Edward no dijo nada, solo asintió, apretando la mandíbula. Su mente estaba demasiado ocupada con el temor de perderla. Bella, su razón de ser, su único anclaje en un mundo que había sido vacío antes de conocerla. Y ahora, mientras ella yacía en esa cama, él sentía que todo se desmoronaba a su alrededor.

De repente, un gemido escapó de los labios de Bella. El sonido fue bajo, pero lo suficiente para que todos lo escucharan. Edward se inclinó hacia ella.

—Bella... —dijo, con una mezcla de urgencia y alivio.

Pero el alivio fue momentáneo. Su cuerpo comenzó a sacudirse con violentas convulsiones. La transformación estaba avanzando, y el dolor que ahora atravesaba cada célula de su cuerpo era evidente en cada espasmo. Esme, que había estado esperando afuera, entró rápidamente al escuchar el movimiento.

—¿Está funcionando? —preguntó Esme con voz quebrada.

—Está en la fase más difícil —dijo Carlisle, su tono bajo, mientras observaba los espasmos de Bella.

Cada minuto que pasaba, la respiración de Bella se volvía más superficial, más espasmódica, y su cuerpo se retorcía bajo la presión del veneno que recorría sus venas. Edward sostenía su mano con firmeza, como si temiera que soltarla la llevaría más lejos de él.

Y entonces, el bebé hizo algo que nadie esperaba. De repente, dejó de moverse en los brazos de Rosalie y comenzó a emitir un suave murmullo, como si estuviera tratando de comunicarse. Rosalie lo sostuvo más cerca, pero su expresión mostraba confusión.

—¿Qué está haciendo? —preguntó Emmett, dando un paso adelante, su voz llena de preocupación.

Carlisle se acercó, estudiando a la niña con ojos expertos, pero incluso él no podía comprender del todo lo que estaba ocurriendo. El pequeño ser se movía inquieto, estirando sus bracitos hacia la dirección de Bella, como si supiera que ella estaba sufriendo.

Edward, sin apartar la vista de Bella, susurró:

—¿Es la beba? ¿Está... conectando con ella?

La posibilidad de que la conexión entre madre e hijo fuera más fuerte de lo que cualquiera de ellos había anticipado dejó a todos en silencio. Y entonces, el bebé comenzó a llorar. Un sonido pequeño, pero desgarrador, que llenó la habitación con un eco que resonaba en los corazones de todos.

El llanto parecía coincidir con las sacudidas de Bella, como si ambos estuvieran sincronizados, como si su dolor y el del bebé estuvieran entrelazados de una manera profunda y misteriosa.

—Esto no es normal —dijo Carlisle en voz baja, pero no con temor, sino con una creciente curiosidad. La naturaleza de este bebé, su impacto en Bella y el proceso de su nacimiento, era algo que desafiaba toda lógica.

Entonces, de repente, Bella dejó de moverse. Su cuerpo quedó completamente quieto, y por un segundo que se sintió como una eternidad, todos contuvieron la respiración.

—¿Bella? —susurró Edward, su voz casi quebrada por el miedo.

Pero no hubo respuesta. Su piel, pálida como la muerte, no mostraba signos de vida. El silencio en la habitación era abrumador, y Edward, por un momento, sintió que todo su mundo se había desmoronado.
Alice, que había permanecido en silencio hasta entonces, dio un paso adelante.

—No... no es el final —dijo con una convicción extraña, casi como si lo supiera desde lo más profundo de su ser.

Edward, lleno de incertidumbre, esperó, incapaz de moverse o de hablar.

Y entonces, como una chispa encendiéndose en la oscuridad, Bella dio una única y profunda respiración.

DESTINO IMPRIMADO - SETH CLEARWATERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora