Capítulo 33

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¿Debemos hacer esto?

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—No se trata de si lo hacemos o no. Debemos hacerlo.

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—...Estamos solos.

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—No, tenemos camaradas, amigos.

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—Y aun así, todavía podemos morir. Sólo tú o yo podemos poner fin a esto, pero el riesgo es... Debe haber otra manera.

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No es alguien que pueda resolver las cosas antes de que sea demasiado tarde. Recuerden para qué estamos haciendo esto. Para quién lo estamos haciendo. Eso es lo que importa.

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—Identidades falsas, mentiras piadosas, y ni siquiera podemos decirles la verdad de lo que hay debajo de la mazmorra, o cómo terminamos aquí.

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—Por eso es nuestra responsabilidad. Esta vida, este lugar, nosotros. Ya fue un milagro del Señor. No debemos permitir que el peligro siga aumentando. Debemos recuperar lo que se perdió antes de que signifique el fin para nosotros, nuestra familia y nuestros amigos.

—Y por eso, hemos intentado volvernos más fuertes a nuestra manera a pesar de carecer de una fuente de energía mágica. Tu habilidad con la espada se parece cada día más a la suya. Él estaría orgulloso.

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—Este cuerpo, esta vida... está bien. Tienes razón. Hay que hacerlo.

—Por nuestra hija. Por nosotros. Y por todos aquellos que se han sacrificado por nosotros.

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—Haremos las cosas bien.

***

El aire se volvió acre y fuertes vendavales de viento caliente sobrecalentaron la zona mientras un diluvio de llamas azules caía desde la distancia. Lo que comenzó siendo pequeño, un simple punto en el cielo, desató un infierno azul que rápidamente se extendió por el horizonte.

El horizonte desapareció, el resplandor del sol quedó oscurecido por las nubes y el humo, mientras un rugido resonó por todas partes.

Sus alas eran un huracán, su ojo brillante estaba desfigurado por una locura y una ferocidad infalibles. Las heridas de la última incursión se habían curado hacía tiempo, salvo la única cicatriz que le había dejado en la cabeza el ex Rey Mercenario, el hombre que reunió aliados para una misión considerada imposible, pero que siguió adelante con una convicción que rayaba en la obsesión.

Saltando apresuradamente de su escondite en un carruaje de suministros, Ais agarró su espada y miró fijamente a la bestia que derribó a sus padres y la dejó huérfana.

Este. Este monstruo.

Ais sintió que se le cerraba la garganta y que emociones encontradas se reflejaban en su expresión.

Fue culpa de este dragón.

Los días felices, la vida que sólo podía recordar en su memoria, le fueron arrebatados por este mismo ser.

Un pulso de energía mágica fluyó a través del aire, alcanzando al grupo de asalto, el sonido era como un tambor rugiente que reverberaba dentro de los pechos de todos y golpeaba los corazones.

𝑭𝒂𝒕𝒆 𝑮𝒓𝒂𝒏𝒅 𝑫𝒖𝒏𝒈𝒆𝒐𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora