TRES

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Detrás de las máscaras.

El hospital siempre había tenido ese aire de frialdad, como un lugar suspendido fuera del tiempo. Las rutinas eran constantes, predecibles y Taehyung se había acostumbrado a ese ritmo monótono. Pero desde la llegada de Jungkook, el caos colorido que traía consigo rompía esa estructura rígida. Ahora, cada mañana, Taehyung esperaba con una mezcla de curiosidad y anticipación el momento en que Jungkook aparecería de nuevo con su inagotable energía y su absurda bocina.

Aquella mañana, sin embargo, algo fue diferente. Taehyung estaba sentado junto a la ventana, observando los árboles que perdían lentamente sus hojas con la llegada del otoño. La familiar bocina no sonó como de costumbre. En su lugar, la puerta se abrió lentamente, y Jungkook entró de manera mucho más pausada que en días anteriores. No hizo su habitual entrada ruidosa ni comenzó a hablar de inmediato. En lugar de eso, caminó hasta la silla junto a la cama de Taehyung y se dejó caer en ella, dejando escapar un largo suspiro.

—¿Qué pasa? —preguntó Taehyung, sorprendido por el repentino cambio de actitud.

Jungkook levantó la vista, intentando esbozar una sonrisa, pero sus ojos lo delataban. Estaba cansado.

—Solo... un mal día —respondió, sin el tono alegre que usualmente lo caracterizaba.

Taehyung lo observó en silencio por un momento, sin saber qué decir. La imagen de Jungkook siempre había sido la de alguien inmune al cansancio o la tristeza. Siempre riendo, siempre tratando de que los demás olvidaran sus propios problemas. Pero hoy, su máscara de payaso parecía haberse deslizado un poco, revelando una realidad más complicada.

—Tú también tienes días malos, ¿eh? —dijo Taehyung, con una leve sonrisa, intentando romper la tensión.

Jungkook se encogió de hombros.

—Todos los tenemos, ¿no?

—Supongo que sí. Pero es raro verte así. Sueles parecer... imparable.

Jungkook soltó una risa seca, como si esa palabra lo hubiera golpeado de una manera que Taehyung no entendía.

—No lo creas. Yo también me canso. También me asusto. —Sus ojos vagaron por la habitación antes de volver a encontrarse con los de Taehyung—. Solo que... no suelo mostrarlo.

La sinceridad en sus palabras tomó a Taehyung por sorpresa. Estaba acostumbrado a la versión caricaturesca de Jungkook, el payaso que siempre tenía un chiste a la mano, que hacía malabares y lanzaba bromas tontas sin parar. Esta nueva faceta lo desconcertaba.

—¿Y por qué hoy sí? —preguntó, ahora más interesado.

Jungkook miró hacia la ventana, evitando el contacto visual por un momento. Luego, con un suspiro, respondió:

—Es que hoy... tuve que animar a un niño en la unidad de cuidados intensivos. Era solo un niño, y... no pude evitar pensar en lo injusto que es. No debería estar ahí, luchando por su vida. Ningún niño debería estar en esa situación.

El silencio llenó la habitación. Taehyung no sabía qué decir. Jungkook, el hombre que siempre traía risas, ahora parecía estar enfrentando una realidad que ni siquiera sus bromas podían cambiar.

—Debe ser duro para ti... —murmuró Taehyung, sin saber si esas palabras realmente podrían ofrecerle consuelo.

Jungkook asintió lentamente.

—Sí. A veces lo es. Pero no es nada comparado con lo que ustedes pasan, los pacientes. Yo... yo solo estoy aquí para intentar que lo lleven un poco mejor. Hacer que al menos por un momento se olviden de todo lo malo —respondió Jungkook, su voz quebrándose un poco. Taehyung nunca había visto a Jungkook tan vulnerable, tan humano. Su habitual capa de energía y humor parecía desmoronarse ante la crudeza de lo que había vivido ese día.

—Lo haces, ¿sabes? —dijo Taehyung, intentando transmitirle algo de alivio—. Puede que no siempre lo veas, pero logras que las cosas sean más soportables. Aunque sea solo por un rato.

Jungkook lo miró, sorprendido por las palabras sinceras de Taehyung. Estaba tan acostumbrado a ser el que ofrecía alivio a los demás que escuchar que él también tenía un impacto lo desarmó por completo.

—Gracias... —murmuró, rascándose la nuca, incómodo con el reconocimiento.

Taehyung sonrió levemente. Ese era el Jungkook que conocía, el que no sabía cómo manejar las palabras de agradecimiento y prefería esconderse detrás de bromas. Pero ahora, en ese momento compartido de honestidad, ambos se comprendieron mejor de lo que jamás habían hecho antes.

—Oye —dijo Taehyung, buscando cambiar el tono de la conversación—, siempre dices que estás aquí para que los demás olviden sus problemas, pero… ¿quién te ayuda a ti a olvidarlos?

La pregunta parecía simple, pero golpeó a Jungkook en su núcleo. Se quedó en silencio por un momento, pensativo, como si nunca hubiera considerado realmente la respuesta.

—No lo sé —admitió finalmente—. Creo que nunca me permito pensar demasiado en eso. Siempre he sentido que, mientras los demás estén bien, yo también lo estaré. Pero... tal vez a veces eso no es suficiente.

Taehyung asintió, entendiendo más de lo que quería admitir. Ambos estaban en una batalla constante, pero Jungkook luchaba contra algo invisible: la necesidad de ser fuerte por los demás, sin permitirse nunca ser débil.

—Bueno, no soy un payaso, pero... si alguna vez necesitas hablar o simplemente descansar de ser el tipo que siempre está bien, yo estoy aquí —dijo Taehyung, con una sonrisa suave.

Jungkook lo miró, genuinamente conmovido por la oferta.

—Gracias, Taehyung. Realmente lo aprecio —respondió, su voz más cálida ahora—. Y, sabes, creo que necesitaba escuchar eso.

Ambos se quedaron en silencio, compartiendo un momento de calma. Afuera, las hojas seguían cayendo, marcando el paso inevitable del tiempo. Pero dentro de la habitación, el tiempo parecía detenerse. Por un instante, no eran un paciente y un payaso, sino dos personas, cada una con sus propias luchas y sus propios miedos, apoyándose mutuamente en la forma más humana posible.

Finalmente, Jungkook rompió el silencio con una sonrisa traviesa.

—De todas formas, es bueno que lo hayas dicho. Porque la verdad es que necesito probar mis nuevos trucos contigo. No me puedo permitir perder mi toque, ¿sabes?

Taehyung rió, feliz de ver a Jungkook regresar a su forma habitual, aunque con una nueva capa de sinceridad debajo.

—Adelante, gran prestidigitador. Estoy listo para lo que sea que tengas preparado.

Jungkook se levantó de la silla y, con un movimiento exagerado, sacó una pequeña baraja de cartas de su bolsillo. Con un gesto dramático, hizo que una de las cartas "volara" hacia Taehyung.

—¡Tada! —exclamó con una falsa solemnidad, antes de que ambos estallaran en risas.

En ese momento, las máscaras que ambos llevaban se desvanecieron un poco más. Aunque sabían que las dificultades seguían ahí, se dieron cuenta de que, al compartir sus vulnerabilidades, también compartían un pedazo de su fuerza.

Y así, en medio de trucos de magia mal hechos y risas, ambos encontraron una nueva forma de sanar, no solo sus cuerpos, sino también sus almas. Porque a veces, detrás de las máscaras más coloridas, se esconden las heridas más profundas. Y, a su vez, detrás de esas heridas, se pueden descubrir las conexiones más reales y humanas.

Cáncer | KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora