CUATRO

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Sorpresa, ¡bebé Jungkook!

El hospital, con su ambiente aséptico y su olor a desinfectante, se había convertido en una rutina para Taehyung. Cada mañana era una repetición de la anterior: la luz del amanecer entrando a través de las cortinas, el sonido de las enfermeras conversando en el pasillo, y el constante pitido del monitor cardíaco que parecía marcar el paso de su tiempo restante. Sin embargo, desde que Jungkook había empezado a visitarlo, esos días repetitivos ya no eran tan monótonos. Taehyung se había acostumbrado al estruendo de la bocina que anunciaba la llegada de Jungkook, a sus bromas exageradas, y a esa inagotable energía que transformaba las tardes grises en momentos brillantes.

Pero esa mañana fue distinta.

El reloj ya había pasado de las diez, y aún no había señales de Jungkook. Taehyung, que se había acostumbrado a esa interrupción ruidosa en su día, comenzó a preocuparse. Miró por la ventana, donde las hojas de los árboles caían lentamente con la brisa otoñal. Se preguntó si Jungkook simplemente había tenido un mal día o si algo más estaba sucediendo. Quizás, pensó brevemente, se había cansado de venir.

Pasaron otros treinta minutos antes de que la puerta se abriera suavemente. Jungkook entró, pero no con su habitual explosión de energía. Llevaba una bolsa en la mano y caminaba con calma hacia la cama de Taehyung. No había bocina, ni bromas rápidas, solo una sonrisa tranquila que, aunque diferente, aún conservaba su familiar calidez.

-Tae -dijo Jungkook, inclinándose para dejar la bolsa sobre la mesa-, hoy traje algo especial.

Taehyung lo miró, entrecerrando los ojos con sospecha. No era propio de Jungkook ser tan reservado. Había algo diferente en su comportamiento.

-¿Qué pasa? -preguntó Taehyung, levantándose un poco sobre sus almohadas-. No es típico de ti llegar tan tranquilo. ¿La bocina se descompuso?

Jungkook se rió suavemente, sacudiendo la cabeza.

-No, la bocina está bien. Es solo que... pensé que hoy podríamos hacer algo diferente.

Taehyung arqueó una ceja.

-¿Diferente? -repitió-. Bueno, no es que pueda salir corriendo de aquí, así que supongo que no tengo otra opción.

Jungkook sacó de la bolsa un álbum de fotos antiguo, con las esquinas algo gastadas, y lo colocó sobre la cama de Taehyung. Su expresión se suavizó mientras pasaba los dedos por la cubierta.

-Estuve en casa anoche -comenzó a explicar-, y encontré este álbum. Es de mi infancia. Pensé que tal vez podríamos revisarlo juntos. Siempre vengo aquí a hacerte reír, pero creo que nunca te he mostrado quién soy realmente.

Taehyung lo miró, sorprendido. Esa era una faceta de Jungkook que no había esperado. Hasta ahora, Jungkook siempre había sido el payaso, el tipo que se reía de sí mismo para hacer que los demás olvidaran sus problemas. Pero esta era una invitación a algo más profundo, algo más personal.

-¿Estás seguro? -preguntó Taehyung con una sonrisa burlona-. No sé si estoy listo para ver tu etapa de bebé.

Jungkook le devolvió la sonrisa, aunque había un matiz de vulnerabilidad en su expresión.

-Solo no te rías demasiado, ¿vale?

Con cuidado, Jungkook abrió el álbum en la primera página. Allí, una foto en blanco y negro mostraba a un bebé con enormes ojos y mejillas regordetas, envuelto en una manta. Taehyung rió suavemente.

-Definitivamente eras un bebé lindo -dijo, sin poder evitarlo-. Aunque un poco cabezón, ¿no?

Jungkook se unió a la risa, pero rápidamente pasó la página.

-Aquí es donde las cosas se ponen interesantes -dijo, señalando una foto de un pequeño Jungkook en la playa, cubierto de arena de la cabeza a los pies-. Mis padres decían que no podía dejar de hacer travesuras ni por un minuto.

Mientras seguían pasando las páginas, Taehyung comenzó a ver un lado de Jungkook que hasta entonces había permanecido oculto. Fotos de cumpleaños, reuniones familiares, días de escuela... momentos que, en su sencillez, revelaban la vida de alguien que, como todos, tenía recuerdos dulces y otros que parecían amargos. Cada imagen tenía una historia, y cada historia, aunque contada con humor, traía consigo una profundidad que Taehyung no había anticipado.

En una de las últimas páginas, encontraron una foto de Jungkook a los doce años, vestido con su uniforme escolar, de pie frente a una modesta casa. Jungkook, al verla, se quedó en silencio por un momento, su expresión endureciéndose ligeramente.

-¿Qué pasa? -preguntó Taehyung, notando el cambio en el semblante de su amigo.

Jungkook suspiró, inclinándose un poco hacia adelante, con los ojos fijos en la imagen.

-Esa fue una época difícil para mí. Mi familia... estaba pasando por muchos problemas financieros. Mi padre perdió su trabajo y casi tuvimos que vender la casa. Recuerdo que me sentía impotente, como si no pudiera hacer nada para ayudar.

Taehyung lo escuchó en silencio, sorprendido por la sinceridad de Jungkook. Hasta ahora, no había oído mucho sobre su pasado, al menos no de esta manera.

-Eso debió haber sido duro -dijo finalmente-. No me imagino cómo debió ser, ser tan joven y llevar ese peso.

Jungkook asintió, todavía mirando la foto.

-Fue difícil, sí. Pero fue durante ese tiempo que descubrí la importancia de hacer reír a los demás. Me di cuenta de que, aunque no podía cambiar la situación, podía hacer que mis padres se sintieran mejor, aunque fuera por unos minutos. Y de alguna manera, eso se quedó conmigo.

Taehyung lo miró, con una nueva apreciación por el hombre que tenía frente a él. Había conocido al Jungkook que siempre traía sonrisas y energía, pero ahora entendía mejor de dónde venía esa necesidad de hacer reír a los demás. Era más que simple diversión; era su manera de sobrevivir a los momentos difíciles.

-Nunca lo hubiera adivinado -dijo Taehyung suavemente-. Siempre pareces tan despreocupado, como si nada te afectara.

Jungkook sonrió con tristeza.

-Bueno, esa es la idea, ¿no? Pero supongo que todos tenemos nuestros propios demonios.

Taehyung extendió una mano y la colocó sobre la de Jungkook.

-Gracias por compartir esto conmigo -dijo sinceramente-. Realmente significa mucho.

Jungkook le devolvió el apretón de manos, y por un momento, ambos se quedaron en silencio, compartiendo una conexión más profunda que cualquier broma o truco de magia. El ruido del hospital se desvaneció, y lo único que importaba era ese momento, ese pequeño respiro de vulnerabilidad y comprensión mutua.

Finalmente, Jungkook rompió el silencio con una sonrisa traviesa.

-Pero no pienses que me estoy volviendo sentimental. Todavía tengo unos cuantos chistes preparados para ti.

Taehyung rió, sintiendo cómo el peso en su pecho se aliviaba un poco.

-Bueno, si quieres seguir mostrándome fotos embarazosas, estoy listo.

Jungkook negó con la cabeza, cerrando el álbum.

-No, creo que ya has visto suficiente de mi pasado. Ahora volvamos al presente, ¿de acuerdo?

Y aunque ese presente seguía siendo incierto, en ese momento, ambos sintieron que, al menos, no tendrían que enfrentarlo solos.

Cáncer | KTH + JJKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora