CAP 3

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El aeropuerto estaba lleno de gente, pero para Sana, el mundo se reducía a dos personas: Jihyo y Tzuyu. Las tres amigas estaban paradas en silencio, cada una luchando contra sus propias emociones. Las maletas de Sana ya estaban listas, y el vuelo a Japón se anunciaba cada vez más cerca.

Tzuyu tenía los ojos enrojecidos, y aunque trataba de contenerse, las lágrimas traicionaban su fortaleza. Jihyo, siempre fuerte, mantenía una mirada seria, pero Sana podía ver el dolor oculto tras esos ojos.

—Voy a extrañarlas tanto... —dijo Sana, con la voz quebrada.

Tzuyu se mordió el labio, incapaz de pronunciar palabra. Sana se acercó primero a Jihyo, quien la miró con una mezcla de tristeza y cariño. Sin decir nada más, Sana se inclinó hacia ella y le dio un suave beso en la mejilla. Jihyo se quedó quieta, sorprendida, mientras su corazón latía más rápido de lo que esperaba. Sabía que significaba algo más de lo que las palabras podían expresar.

Luego, Sana se volvió hacia Tzuyu. Los ojos de Tzuyu estaban llenos de lágrimas que finalmente caían por sus mejillas. Sana la abrazó con fuerza, pero no hubo beso esta vez. El abrazo duró un segundo más de lo que ambas habían planeado, como si no quisieran separarse nunca.

—Te escribiré —susurró Sana al oído de Tzuyu—. Prometo que estaré en contacto, siempre.

Tzuyu asintió sin poder hablar, sabiendo que sería ella quien recibiría los correos, pues era la única que tenía una computadora en casa. La idea de ser la intermediaria entre las tres le daba un consuelo tenue, aunque el vacío en su corazón no desaparecía.

—Última llamada para el vuelo a Tokio —anunció una voz en los altavoces, rompiendo el momento.

Sana miró una última vez a sus dos amigas antes de subir las escaleras que la llevarían al control de seguridad. Su corazón latía con fuerza, sus pasos eran pesados, pero sabía que no podía dar marcha atrás.

Cuando desapareció de su vista, Tzuyu no pudo contener más las lágrimas. Comenzó a llorar, sin importar cuántas veces intentara limpiarse las mejillas. Jihyo, sin decir una palabra, la abrazó con fuerza, acercándola hacia su pecho.

—Está bien, Tzuyu —murmuró Jihyo, acariciando su espalda para consolarla—. Vamos a estar bien.

Pero ambas sabían que nada volvería a ser igual sin Sana.

EL DILEMA DEL CORAZONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora