capitulo 5

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El sol comenzaba a asomarse por el horizonte, iluminando suavemente la mansión Jeon.

Haerin ya estaba de pie, como todos los días, lista para comenzar sus labores. Aunque la casa siempre estaba impecable, ella insistía en limpiar nuevamente, una muestra de su dedicación. Cuando terminó, se dirigió a la cocina para preparar el desayuno para la familia.

Mientras cortaba frutas con destreza, fue sorprendida por una risa suave detrás de ella. Al voltear, vio a Jungkook, quien la había asustado intencionalmente, su rostro iluminado por una sonrisa.

—Niño Jungkook, ¿qué hace despierto tan temprano? —preguntó la Omega, sin perder el ritmo al picar más frutas.

—Es que la presencia de seres malignos no me ha dejado dormir —respondió Jungkook en tono burlón, refiriéndose claramente a sus padres.

—¡Niño! No debe decir eso de los señores —dijo Haerin con reproche, aunque sin poder evitar sonreír por la broma.

—Yo no dije que fueran ellos, eso lo dijiste tú —bromeó Jungkook, con una sonrisa juguetona.

Haerin lo miró de reojo, fingiendo una expresión de seriedad.

—Joven Jungkook, usted está jugando conmigo —dijo mientras le salpicaba un poco de agua de la jarra que tenía a su lado.

Jungkook soltó una carcajada.

Para el Alfa, Haerin siempre había sido más que una simple sirvienta. En muchos sentidos, la veía como la madre que siempre había deseado tener, alguien que estaba ahí para él, con calidez y cercanía, algo que, en su relación con sus propios padres, había sido más distante.

Haerin, por su parte, veía en Jungkook al niño al que había criado y cuidado, y su relación con él era especial, a pesar de las estrictas normas de la sociedad.

—Solo vine a sacarte una sonrisa, y como ya lo hice, me retiro. Tengo que ir a ver cómo va la producción  de vino—dijo Jungkook, mientras se inclinaba para darle un beso rápido en la mejilla a Haerin antes de salir corriendo.

La Omega se giró y sonrió, sabiendo que esas muestras de cariño, aunque prohibidas, eran algo que Jungkook siempre hacía cuando la encontraba distraída.

—Ay, mi niño Jungkook... Espero que cuando tenga que irse a estudiar, la sociedad no lo cambie —susurró para sí, mientras miraba por la ventana.

Observó con ternura cómo Jungkook saludaba con respeto a los empleados betas que se encargaban del trabajo pesado del lugar, ofreciendo algunas frutas que había logrado robar de la cocina, siempre manteniendo esa esencia amable y juguetona que tanto lo caracterizaba.

Después de un rato, la familia Jeon estaba desayunando en la gran mesa del comedor, todos menos Jimin, quien había decidido quedarse en su habitación.

Haerin, Tae, y Jin se mantenían de pie, un poco alejados de la mesa, esperando en silencio a que los señores, Jungkook y Namjoon, terminaran de desayunar.

Tae, aburrido, comenzó a hacer algunas caras graciosas para entretenerse, y pronto captó la atención de Jungkook, quien, sin poder contener la risa, escupió su café.

—Jungkook, hijo, modales —dijo Hye, seria, mientras Kwan y Namjoon continuaban desayunando sin inmutarse.

Haerin se apresuró a acercarse y limpiar el área, sirviendo más café a Jungkook. El joven Alfa asintió en señal de agradecimiento, ya que con la presencia de su padre, debía mantener la compostura.

—Haerin, necesito que hoy prepares tus mejores platillos. Esta tarde vendrán visitas importantes —dijo Hye mientras se limpiaba delicadamente los labios.

ENTRE CADENAS Y CORONAS 👑 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora