capitulo 16

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La mañana había llegado:

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La mañana había llegado:

Haerin se encontraba en su nuevo hogar, trabajando en la gran mansión a la que había sido llevada tras ser comprada.

A pesar de que las condiciones eran mucho mejores que en su antiguo hogar y el trato hacia los Omegas parecía más humano, ella no podía dejar de extrañar a sus hijos y su antigua rutina.

—Espero que estén bien —murmuraba Haerin para sí misma, mientras limpiaba las ventanas de la gran casa. Su mente vagaba hacia sus hijos, hacia Jin y Tae, deseando que estuvieran a salvo y cuidados.

De repente, una voz interrumpió sus pensamientos.

—Señora Haerin, los señores llegaron. Por favor, venga para que la presentemos —dijo una Omega de mayor edad, que apenas podía caminar.

Haerin dejó de hacer lo que estaba haciendo, se acomodó el vestido, y siguió a la anciana por los largos pasillos de la mansión.

Al llegar al vestíbulo, vio que muchos Omegas ya estaban formados, inclinándose en señal de respeto.

Al levantar la vista, Haerin se quedó sorprendida. Dos figuras conocidas se encontraban frente a ella: Jackson Wang y J-Hope min. No podía creerlo.

—bienvenidos a casa señores.—dijeron los omegas.

—Gracias, ¿cómo han estado? —preguntó Jackson con una sonrisa amable.

Los Omegas respondieron con entusiasmo, agradeciendo la preocupación y contando cómo había ido todo en su ausencia.

Pero los ojos de Jackson y J-Hope no se apartaban de Haerin. Había una calidez en sus miradas que la desarmaba.

—Hola, es un placer poder tenerte en mi humilde mansión —dijo Jackson, acercándose a Haerin.

La sorpresa de Haerin fue inmensa al escuchar el respeto en las palabras del Alfa. Estaba acostumbrada a ser tratada con indiferencia, como una simple esclava, pero aquí parecía que la consideraban algo más.

—Muchas gracias, señor Wang —respondió Haerin con un nudo en la garganta.

—Espero que tu habitación te haya gustado —intervino J-Hope, acercándose y tomando las manos de la Omega con delicadeza.

—¿En serio dormiré allí, joven J-Hope? —preguntó Haerin, incrédula.

—Claro, yo mismo me aseguré de que arreglaran todo para ti —respondió J-Hope con una sonrisa cálida.

—Gracias, pero... es demasiado para una simple esclava como yo —murmuró Haerin, sintiendo que aquello no le pertenecía.

J-Hope negó con la cabeza, mientras sus ojos mostraban una profunda empatía.

—Señora Haerin, aquí no hay esclavos. Todos los que viven en esta casa son familia. Gracias a ustedes, esta mansión se mantiene limpia, y nosotros podemos disfrutar de sus deliciosas comidas —dijo J-Hope.

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