Capítulo 10

2 0 0
                                    

Heather

Vi la sangre brotando desde mi cintura, trazando líneas escarlatas que se deslizaban hacia mi pecho. Las espinas, que antes habían sido una amenaza, ahora se habían fundido con mi piel, enredándose como una maldición. Se habían convertido en algo más que heridas: un macabro tatuaje que parecía grabarse en mi carne, destacando en mi pálida piel como una obra grotesca.

Mis ojos apenas podían mantenerse abiertos, parpadeando lentamente, en busca de aquella anciana que no cesaba de reírse. Su risa resonaba con una crueldad que perforaba el aire frío de la cueva, retumbando en mis oídos mientras mi cuerpo se retorcía sobre el suelo húmedo. 

Cada carcajada suya parecía intensificar el dolor.

La anciana, cubierta con harapos y con una expresión que parecía alimentar su malicia, me observaba como si mi sufrimiento fuera un espectáculo diseñado para su propio deleite. El destello en sus ojos era el de alguien que había visto demasiado, que había aprendido a encontrar diversión en el dolor ajeno, y cada vez que yo intentaba moverme, su risa solo aumentaba.

— ¿Así es como termina la sangre de una bestia? —se mofó, agachándose frente a mí, sus ojos clavados en los míos— Ah, querida, hay algo en ti que me recuerda tanto a aquel joven que perdió la cordura al ver cómo su compañera se desangraba ante sus ojos. Qué tragedia fue aquello, ¿verdad? —dijo, su tono cargado de sarcasmo— Aunque, claro, eso tu ya lo sabes, tu destino es exactamente el mismo, aunque tampoco puedo prometer que se cumpla al pie de la letra. Después de todo, en Triveria, casi nada es lo que aparenta ser; la verdad y la mentira suelen entrelazarse en un mismo veneno.

La anciana se enderezó, sus dedos huesudos rozaron mi mejilla, y en su toque había algo que parecía prometer un dolor aún mayor.

— ¿Te preguntas de quién hablo, verdad? —continuó, con una voz que era apenas un susurro, pero cargada de desdén— Aquel chico, tan valiente, tan lleno de promesas. Al final, la valentía y el amor solo lo llevaron a la locura... y la locura, querida, es el camino más corto hacia la muerte.

Las palabras resonaban en mis oídos, llenas de una verdad envenenada.

— Pero no del todo es cierto, claro —añadió la anciana, haciendo una pausa mientras sus ojos brillaban con una chispa traviesa— Aquí en Triveria, casi nada es lo que parece. Incluso tú... ni siquiera tú eres lo que aparentas ser.

—Estoy buscando una corona. —Ignoré sus provocaciones y me centré en lo que realmente importaba: salir victoriosa de este juego.

— ¿Una corona? —repitió, burlona— Qué ambición tan encantadora, pequeña bufona. Aquí todas las coronas están manchadas de sangre, y la tuya no será diferente. ¿Estás dispuesta a pagar el precio?

Mi mirada se alzó hacia la salida, un pequeño haz de luz que se filtraba desde arriba, distante, pero presente. Ese era mi próximo paso.

— ¿Pagar el precio o no? —murmuré, casi sin aliento, mientras me ponía en pie con un esfuerzo desgarrador— ¿Cuál sería la diferencia? Si no lo hago, moriré igual.

El dolor comenzó a disiparse, como si fuera absorbido por la fría tierra bajo mis pies, pero las espinas permanecían. Se habían fusionado con mi torso, dibujando un intrincado tatuaje que pulsaba con cada latido de mi corazón. Jamás habría imaginado que algo así fuera posible, pero desde que llegué a Triveria, lo imposible se había vuelto la ley.

— No subestimes el poder de aquello que llevas contigo —susurró la anciana, inclinándose hacia mí con una sonrisa aún más ancha— Tu destino, así como el de tu compañero, se dibuja en sombras crueles. Puedo ver que uno de ustedes tendrá que enfrentar la muerte del otro, un hecho que seguramente ya intuyes. Esa certeza, Heather, es un peso que llevas, y no puedo evitar señalar que lo utilizas como un arma para sobrevivir. Es un acto que, a mi juicio, roza lo ruin y despiadado.

TriveriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora