Meghan
Estaba desorientada, mi cuerpo temblaba por el esfuerzo, los músculos adoloridos como si cada uno de ellos hubiera sido arrancado y vuelto a coser. Pero no había ningún rasguño en mi piel, ni una herida visible que pudiera explicar el tormento por el que acababa de pasar.
Lo que me quemaba desde dentro era mucho peor.
— ¿Quién diría que esas idioteces sobre el destino resultarían ser ciertas? —murmuró, su voz teñida de satisfacción— Te trajeron hacia mí como una promesa, algo que ni siquiera yo pude predecir... Y eso, a pesar de que tengo al tiempo como mi amigo.
Su brazo descansaba en mi hombro con una familiaridad insultante, una cercanía que me hacía hervir por dentro. Era como si ese simple gesto —tan casual, tan arrogante— tuviera la capacidad de herir mi orgullo más que cualquiera de las atrocidades que me había obligado a cometer. Cada vez que su piel rozaba la mía, sentía el peso de su control, de su poder sobre mí, y con cada segundo que pasaba, el desprecio en mi interior crecía.
Había pasado por todo por él, había hecho cosas que jamás habría imaginado.
— ¿Ninguno de ellos sobrevivirá al final? —mi pregunta flotó en el aire, sin esperar una respuesta inmediata. La frustración me envolvía— Es injusto, algo que no tiene sentido... Me hace cuestionar tantas cosas.
Su risa suave resonó a mi lado, un sonido cargado de condescendencia, como si mis dudas fueran simples juegos infantiles.
— A ti no te va a pasar nada. Me tienes a mí.
La sonrisa que se dibujaba en sus labios parecía una promesa y una amenaza al mismo tiempo.
— Y te puedo asegurar algo más —continuó, su tono más grave, sus palabras marcadas con el vigor de quien se sabe superior— Mi posición no es trivial al lado de los monarcas. Si lo deseara, podría destruirlos, uno por uno, sin pestañear. No hay nada que esté fuera de mi alcance... siempre y cuando lo quiera.
El peso de sus palabras cayó sobre mí como una losa.
¿Qué significaba estar al lado de alguien que podía jugar con la vida y la muerte de esa manera?
— No puede haber alguna forma de cambiar ese final para esos chicos. —pregunté, sintiendo la urgencia en mis palabras, la desesperación de quien se niega a aceptar lo inevitable.
Él soltó una carcajada baja, y con un movimiento fluido, se inclinó hacia mí, sus ojos centelleando con un destello de impaciencia.
— Mi queridísima soberana —pronunció con un tono cargado de sarcasmo— tienes un corazón tan impaciente... y tan fácilmente manipulable.
Su mirada se posó en la mía, intensa, como si estuviera hurgando en lo más profundo de mi ser.
— Es casi entretenido ver cómo te conmueves por esos sin nombres, esos peones sin importancia. —Suspiró, con una mezcla de exasperación y desprecio— Pero al mismo tiempo, es algo que me impacienta. Eso no es lo que espero de ti, Meghan.
El uso de mi nombre fue como un golpe, una reprimenda velada, como si me recordara quién debía ser, quién me había convertido en lo que soy. Su decepción era evidente, como si el simple hecho de preocuparme por aquellos que no tenían lugar en su juego lo irritara profundamente.
— Eres más que esto —continuó, su voz suave pero cortante— No te inclines por los débiles, no te conmuevas por los insignificantes. Eso no te llevará a donde necesitas estar.
Sus palabras se enredaban en mi mente. Sabía que esperaba algo más de mí, algo más oscuro, más cruel... pero ¿era eso lo que realmente deseaba ser?
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Triveria
FantasyEn un rincón remoto y sombrío del mundo, donde la sombra de la tiranía envolvía al reino de Triveria, cada cien años tenía lugar un brutal evento conocido como los **Juegos de las Sombras**. Este macabro espectáculo, concebido como un tributo al rég...