Primera incursión de los Bombers...

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Estaba jugando mi acostumbrada partida de ajedrez con Greenhorn cuando nos interrumpió Dog algo inquieto.

— Rápido, Beast... Greenhorn... Llevaos a Noah.

     Eran cerca de las tres de la mañana.

— ¿Ocurre algo, jefe? — Preguntó nuestro sargento de armas a tiempo que yo me amarraba las botas y me apresuraba para ir en busca de Noah.

— Black Timber viene con Steelo. Llevadla al otro cuartel. No volváis a menos que yo personalmente os lo diga... Por el jodido Dios de los Pistones, cuidadla.

     Abrí la puerta del dormitorio sin llamar. No había tiempo para sutilezas. A pesar de todo el ruido que hice ella no reaccionó.

— Bella— besé sus suaves labios—. Por favor despierta.

— ¿Ocurre algo? — Preguntó frotándose esos preciosos ojos que me habían hecho perder la cabeza.

— Nos vamos de excursión— eso es lo que solemos decirles a las damas y que quiere decir: Hora de poner pies en polvorosa.

— ¿A ésta hora? — Bostezó mientras le ponía por encima una de mis chaquetas de cuero.

     Luego recogí su ropa y cosas de aseo y se dio cuenta que aquello iba en serio.


      Me puse al volante con Greenhorn a mi lado. Amy iba con ella en la parte trasera. Arranqué derrapando y puse rumbo al norte, a la otra casa franca.

     Por el retrovisor observaba a Noah. Iba en silencio. Expectante. Sin casi querer respirar. Miraba por la ventanilla y supe que ya sabía que escapábamos de Steelo y Timber.


Dog:

     Steelo y Black Timber aparcaron frente al porche donde yo los esperaba. Vestido, aunque sin camisa. Únicamente el chaleco que revelaba mi posición cubría mi torso que al igual que mis brazos exhibían mis tatuajes.

— Buenos días, hermanos. ¿Qué os trae por mis dominios? — Pregunté simulando la calma que no sentía mientras daba un sorbo a mi café irlandés.

— Hola, hermano— saludó Black Timber sin mucho afán bajando de la moto.

     Desde aquí pude verle las ojeras. Estaba terriblemente pálido y muy delgado. Su melena reposaba desordenada en sus hombros. Él que no era muy amante de las barbas pobladas llevaba una de cuatro meses.

     Joder, colega, sin duda has visto tiempos mejores. Pensé sabiendo que en parte yo era nuevamente culpable de que pasara por esto.

      El aspecto de mi soldado no era mejor. Su rostro estaba algo hinchado y surcado de heridas y moretones. Era como si viviera de pelea en pelea. También llevaba una espesa barba que le otorgaba un aura más tétrica.

      La mirada de Black Timber era la de un hombre que simplemente espera su muerte.

      La de Steelo era la de uno que está esperando la campana de su próximo combate. Sabía muy bien que mi hijo sería muy capaz de destrozar a cualquiera sin pestañear siquiera.

      La ausencia de Noah los tenía muy tocados.

— ¿Cómo estáis? — Dije fundiéndome en mi acostumbrado abrazo con ellos.

     Apestaban a sudor, a puros y a alcohol.

— Como ya sabrás nuestra dama se ha largado— aseguró Black Timber mostrando el chaleco de propiedad.

— Ha dejado la clínica y se rumorea que ha estado a punto de abortar... Incluso que folla con un vicepresidente— la mirada de mi hijo me atravesó con una cruda intensidad—. ¿No has oído nada más?

— He oído lo mismo que todos, hijo. Pero no me lo puedo creer. Esa chica os ama con toda su alma. Así que es complicado que pueda encajar todo esto, ¿no creéis?

— Le dijeron que era mi puta porque mi dama era Channel.

— Joder, B.T, ya te advertí que esa zorra te jodería vivo y entonces no era más que una maldita mocosa— le recordé enfadado.

— Se enteró que le pusimos los cuernos con ella.

      Hostia puta. No tenía ni idea de esta jodida mierda. Noah no me había contado nada. Yo supuse que se lo confiaría todo a Beast y que él me pondría al día.

— De verdad que no os comprendo... Sois unos jodidos cabrones— miré a Steelo y enumeré sus "logros"—. Torturaste hasta la locura al cabrón que la hizo perder vuestro primer hijo. Le cortaste parte de la polla a Coyote por violarla. Degollaste a los hijos de puta de su jodida banda por lo mismo... ¡Joder, hijo! Casi te pierdo cuando te interpusiste en el camino de la jodida bala que iba a matarla, esa misma bala que te dejó tres malditas semanas en coma. Se desveló cuidándote y descuidando a sus hijos y tú se lo pagas así... Follando con otra... Os merecéis que os dejen por cabrones— miré a Black Timber—. Lo curioso es que al hijo de puta que castraron era tu propio hijo.



Jack:

      Llegamos por fin a zona franca una hora y tres cuartos después de nuestra partida. Noah dormitaba en el regazo de Amy.

      Estábamos en un pueblecito que dominábamos.

      A los pocos días de estar aquí a mi bella le entró algo así como el Síndrome de la Canastilla. Ya les había comprado la cuna, el cambiador con bañera, la mecedora, el cochecito, biberones, pañales, toallas, el esterilizador de biberones, juguetes, peluches, ropa, mantas, pijamas, bodies, pijamas, patucos...

      Había pasado una semana Timber y Steelo continuaban por allí, así que Dog no creyó oportuno hacernos volver, tampoco era muy buena idea que viniera, así que mantuvimos la posición.

      Estábamos haciendo una fiesta familiar cuando vi el enorme charco a los pies de Noah. Ella estaba ignorando los dolores.

— Bella, o te has meado o estás de parto. Ese charco no es normal.

      Justo cuando ella miraba para abajo todos los hombres nos volvimos locos. Y teniendo en cuenta que el noventa por ciento de los que estaban allí eran padres fue algo patético de ver.



Noah:

      Con Amy y las damas al lado vimos a los hombres poner rumbo al hospital con Jack en cabeza.

— ¿Es que siempre va a haber un puto: "Alerta general" cada vez que alguna se ponga de parto? — Preguntó una de ellas.

      Nos echamos a reír al verlos volver y agarrar todos los coches para llevarme.

— Jack, la bolsa... — le dije. Ni siquiera me dejó agarrarla.

      Los chicos llegaron al hospital como si se tratara de alguien herido de muerte. Lo que provocó las carcajadas generalizadas del personal sanitario ante el patetismo de la escena.



Varias horas después:

     Por fin había dilatado lo suficiente. Al comenzar con la ardua tarea que tenía por delante no pude dejar de pensar en mis hijos. Crecerían sin sus padres. Iba a ser muy doloroso.

      Pero, aunque me hubieran destrozado el corazón aún tenían sitio en mi vida.

     Aquel sería sin duda un camino duro y solitario. Los echaba de menos, tuve que reconocerme.


Y comenzó con un beso +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora