En el punto de mira...

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Regresamos al club cuando la gran mayoría dormía. Dylan envolvió mi cintura con sus manos a tiempo que volvía a tomar mis labios al asalto.

— ¿Qué pasa? — Lo miré mientras se ponía en pie y rebuscaba entre sus cajones.

     Habíamos llegado a la habitación sin que nos vieran u oyeran.

— Joder, nena. No me quedan gomas.

— Lo que yo decía. Una vida sexual muy activa— me burlé.

     Él se giró y me dio un beso en la punta de la nariz.

— Ya sabes cómo es Jackie. Por el Dios del Pistón, echo de menos un trío con vosotras.

     Me eché a reír. Algo que amaba de Dylan es que decía las cosas como las sentía. Siempre.

— La goma que usamos antes me la dio Jack y decía él que ya tenía unos cuantos años. Espero que no caduque.

— ¡Pero mira que llegas a ser bruto! — Le espeté asustada—. ¿Qué pasa si se ha roto?

      Él se acercó y me levantó de la cama para pegarme a su cálido cuerpo de granito.

— Seguro que ésta vez tus padres no me parten el alma.

     Se echó a reír. Yo golpeé su brazo frustrada al recordar todo aquello.

— Estaban preocupados por mí. Era solo una niña cuando comencé con Paul. Ustedes teníais diecinueve. Que me quedara embarazada tan joven fue muy duro para todos.

— Más o menos año y medio antes, ¿no?

— Venga, cariño. Ve por una caja.

— ¿¡A esta hora!? Joder, nena. Le puedo pedir a Jack y...

— No, Dylan. Por favor, quiero que esto sea algo entre nosotros.

— Joder, nena. ¿Qué más da?...

— Ve a comprar— ordené y me crucé de brazos.

— Será mejor que vayas pidiendo una puta cita para tomar la jodida píldora. Odio plastificarme la polla con mis mujeres y lo sabes.

     Fue a su armario y eligió la ropa. Unos pantalones de cuero, camiseta negra de Metallica, el chaleco de presidente, una chaqueta de cuero con sus colores y guantes para la moto.

— ¿Vestido para matar? — Lo miré.

— Nunca sabes a quién te vas a encontrar cuando vas a dar una vuelta. Debería avisar a alguien.

— Dylan...— puse los ojos en blanco.

     Agarró su arma, similar a la de Paul, pero plateada, así como una de sus dagas. Me dio un beso en los labios y salió por la ventana. Oí a Sharona encenderse, pero muy a lo lejos.

     Ojalá le hubiera permitido que fuera acompañado.

.........................

     La luz de la mañana se filtró entre los estores. Me giré hacia su lado. Busqué su fornido pecho a tientas.

     No estaba.

     Cubriéndome bien con la sábana miré en su baño. No había estado ahí, al menos no en las últimas horas. Tras correr a mi cuarto me cambié y volví a salir. Llamé a su teléfono, pero no dio señal y fue cuando me asusté.

— Dios mío, ¿le habrá pasado algo por mi culpa? — Mi vientre dio un vuelco similar a cuando secuestraron a Steelo siendo adolescente.


Y comenzó con un beso +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora