Mi nena, mi fantasía.

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Mi nena se metió conmigo en la ducha. No era la primera vez que hacíamos algo así.

     Nos enjabonamos entre besos de auténtica lujuria.

     Hacía tiempo que no estaba con una mujer. Los culos ricos de club hacía mucho que habían dejado de satisfacerme por lo que normalmente me mataba a pajas pensando en ella. No sabía cuánto tiempo aguantaría antes de que todo se fuera a la mierda, la tumbara en el suelo o en mi cama y la follara duro, muy duro, como un jodido animal. La haría gritar mi nombre hasta que se quedara completamente afónica.

     Un momento. Esto tiene que ser una broma. A lo mejor no es esto lo que ella está buscando.

— Para nena, por favor. No estamos haciendo esto.

      Sus carnosos y sensuales labios buscaron los míos. Sentí una de sus manos rozando el piercing de mi glande. Se sobresaltó al no esperarse ninguna perforación allí. Sonreí. Ella me miró a los ojos debatiéndose si mirar o no abajo. No lo hizo, aún no estaba preparada.

— Steelo— susurró suplicante, sin embargo, insegura—. Steelo, por favor.

     Cerré la llave del agua y le puse uno de mis albornoces que le llegaba por debajo de las rodillas, le di una de mis toallas para su cabello. Yo me tapé con otra y salimos del baño.

— Ahora vuelvo. Será mejor que vaya por tu maleta.

     Sentí sus ojos clavados en mi espalda, pero tenía que salir de allí. Por Dios, esto no podía estar pasando.

     Bajé a la planta inferior con la cabeza dándome vueltas. Me pellizqué un par de veces para saber si lo del baño era real o se debía a mi prolongada abstinencia.

      ¿Qué mierda?  Me pregunté cuando vi la sangre en mi antebrazo.

      Los hermanos se descojonarían de mí si se enteraban que tenía a una mujer en mi cama y yo había salido corriendo a "buscar una maleta".

      Joder, la cosa está más clara que el agua. La acaban de dejar, se siente como una mierda y quiere que le eche un polvo. Mierda. Yo no soy tan cabrón. Cierto que no soy un buen chico, pero, joder, tampoco soy un cabrón aprovechado. Bueno, con mi nena no. Ella me importa de verdad.

      Tampoco sé por qué me lo estoy pensando tanto, joder. Ella no quiere a Pierce, jamás lo ha querido. Pero, maldita sea, acaba de gastarse cinco kilos en un regalo de aniversario para descubrir que ella era la otra. Sinceramente no sé cómo se encaja eso.

     Con la maleta a cuestas regresé a mi habitación esperando que la lógica se hubiera impuesto en ella.

     ¡¡¡Joder!!!

     Noah estaba con el albornoz a medio abrir en mi cama, esperándome.

— Nena— aquella sería la última oportunidad que le daría de pensárselo bien. No podría seguir jugando por más tiempo al perfecto Lord inglés—. ¿Qué es lo que quieres hacer?

      Volvió a besarme juntando su cálido cuerpo al mío. El roce de su lengua en la perforación de mi pectoral izquierdo fue demasiado para mí. Joder, ya me disculparía con ella luego una vez pasara esta jodida tempestad. Si finalmente ella no quería hablarme después de esto sabría que me lo había ganado a pulso.

     Dejé caer mi toalla mientras la cogía en mis brazos y la depositaba con suavidad en el centro de mi gran cama. La besé primero con calma, eso fue más o menos durante unos diez segundos.

      El aroma de su piel me estaba volviendo completamente loco. Estaba conteniendo a mi maldita fiera que amenazaba y mucho con follarla a lo bestia. Le abrí el albornoz para admirarla mejor, entonces recordé lo vergonzosa que ella era.

Y comenzó con un beso +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora