La amiga de Paul:

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 Al día siguiente los tres estábamos hechos mierda, pero las obligaciones estaban ahí. Noah se dedicó solamente a las consultas, dejó el trabajo de oficina para otro momento. Yo, en mi nuevo papel de director de la clínica pospuse la reunión con los auditores para dentro de un par de días. Timber se había ido a Sacramento para entregar un pedido.

      Para cuando regresé a la casa, que ahora los tres compartíamos en Orange, mi nena ya me había hecho espacio en el enorme vestidor que Timber había mandado a construir. Me fui al gimnasio que teníamos en el sótano en cuanto colocamos la ropa y mis cosas. Puse los ojos en blanco al ver a Noah con su inseparable libreta poner rumbo a la piscina. Llevaba todo el día apuntando cosas para celebrarle el cumpleaños a Timber.

     Subí una hora después, tras ducharme y retocarme la barba de tres días que suelo dejarme. Bufé al verla aún bajo la sombrilla, con la calculadora, la libreta, apuntando cosas frenéticas y hablando por teléfono.

      Sigo sin creerme que seas mi mujer.

     Apoyé mi hombro izquierdo en la pared exterior y crucé ambos brazos sobre mi pecho.

     Soy un jodido cabrón con suerte. Pensé mirando su espalda cubierta por la cinta del bikini. La polla se me puso tan dura en muy poco tiempo que acabó doliendo.

    La realidad era que, aunque ella siguiera casada con el pétalo de asfalto de Lady Pierce, era a nosotros dos a quienes nos permitía que la folláramos. Éramos los únicos hombres que Noah consentía en su lecho.

     Con calma. Con la paciencia del implacable cazador que soy me encaminé hacia ella sin apenas hacer ruido y le di un suave beso en la nuca. Sonreí al ver su delicada piel de seda erizarse.

     Me tuve que reír cuando la vi levantar la libreta a modo de escudo entre ambos.





Noah:

— Ya tengo encargado el pastel. Me han dicho que pueden hacer una réplica de su Charlize— le conté sintiendo su gran pene endurecerse contra mi espalda. Sonreí pícara—. Tengo la carne para la barbacoa, los barriles de cerveza, la música y el espectáculo, pero... ¡Para! — Le reñí. Él estaba dándome esos ligeros besos por los hombros que tenían la virtud de desconcentrarme por completo—. Me falta algo.

     Steelo se echó a reír y agarró la libreta de mis manos, tras repasar todo con calma me la devolvió.

— Te falta la gente del club, nena. Sus colegas.

     Volvió a quitarme la libreta y la colocó lejos de mi alcance. Me hizo ponerme en pie y sentarme a horcajadas en sus piernas. Sus enormes manos apretaron mis nalgas a tiempo que me besaba con avidez.

— ¿Por qué no te quitas ese diminuto bikini y te follo aquí mismo? — Ronroneó moviendo sus sexis caderas frotando su dura longitud contra mí.

— Convénceme— Le di un pícaro beso en el cuello.

     Steelo abrió las cortinillas de mi bikini rosa y blanco dejando mis pechos al aire. Sus ágiles dedos jugueteaban entre los pliegues de mi intimidad. Me depositó en la tumbona con él entre mis muslos. Contuve los gemidos.

— Estamos solos tú y yo, nena. Anda, gime para mí— dijo con su sensual voz grave contra mis labios.

— ¿Por qué a Paul le molesta que lo haga? — Nos miramos a los ojos.

— A él no le molesta en absoluto, nena. Te lo garantizo. Tus gemidos lo ponen jodidamente burro. Lo suyo es más un juego de dominación que otra cosa. Es un alfa, nena. Un Dominator, aunque si estás incómoda puedo hablarlo con él.

Y comenzó con un beso +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora