[SECUELA DE "MISIÓN"]
Todo era alegría después de vencer al malvado doctor Robotnik, los dos erizos vivían felizmente al lado de Tom y Maddie, mientras que cierto sentimiento surgía entre ellos. Todo estaba bien, pero... ¿que pasaría si Robotnik vol...
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El sol del mediodía se colaba por las copas de los árboles, proyectando sombras irregulares sobre donde ________ solía entrenar. No era nada más y nada menos que el mismo campo en donde había plantado el árbol al que tanto cuidaba desde hacía un año. Aquí, la única compañía que tenía era el murmullo del viento entre las hojas y el sonido de sus propios pasos mientras practicaba sus movimientos. Le gustaba el usual caos que había en su casa con los experimentos de Tails y el entrenamiento de Knuckles, pero a veces un poco de silencio no venía mal. No obstante, sin que ella se diera cuenta, alguien la observaba desde lejos.
Oculto detrás de un tronco caído, un erizo azul seguía cada ataque y defensa que ella ejecutaba con precisión. Sonic estaba casi inmóvil, apoyado en el tronco, sus ojos verdes brillando con admiración mientras observaba a su novia moverse con gracia. Ella lucía concentrada; sus movimientos eran precisos mientras lanzaba golpes al aire, imaginando enemigos invisibles. No era esa la forma en la que solía entrenar; más de una vez se había encontrado con alguna que otra trampa que (T/A) ponía para sí misma.
Sabía que no debería interrumpirla, y la idea de estar espiándola no lo hacía sentir particularmente orgulloso, pero la atracción estaba ahí, innegable, imposible de resistir, como si fuera la chica más genial del universo (y para él, lo era).
—Sé que estás ahí, Sonic. No soy idiota—ese llamado de atención lo sacó de su embobamiento.
El cobalto se sobresaltó, sorprendido por lo rápido que ella lo había notado. Trató de mantenerse sereno, respirando hondo, y salió de su escondite con esa despreocupación que lo caracterizaba, caminando hacia ella como si solo estuviera paseando por casualidad.
—Ah, ________. No te vi—la ignoró con tono ligero mientras caminaba al centro del campo con una sonrisa juguetona en su rostro.
_________ detuvo su acción en seco, su pierna aún en el aire a medio giro, antes de bajarla con cuidado. No mostró sorpresa; ya lo había sentido acercarse.
—Claro, como si te creyera—respondió ella, acercándose lentamente, viéndolo de forma crítica—¿Qué haces aquí?
El ojiesmeralda no cambió su expresión, pero se adelantó a buscar una excusa, llegando una a su mente más pronto de lo que creyó.
—Ya sabes, pasaba por aquí y pensé que sería bueno entrenar un poco. Me vendría bien mejorar mi fuerza, ¿no crees?—contestó con naturalidad.
________ entrecerró los ojos, escaneándolo de arriba abajo, como si intentara leer entre líneas sus verdaderas intenciones. No era como si el azul se ejercitara de forma voluntaria (era más de salir a correr por horas).
—¿Tú, entrenar? ¿Desde cuándo?—preguntó, alzando una ceja en un gesto que dejó clara su desconfianza.
—Desde siempre. Estos músculos no se mantienen solos—presumió, enseñándole sus delgados brazos. ________ alzó una ceja y lo miró con esa mezcla de curiosidad y leve exasperación que él encontraba adorable—¿Qué ocurre? ¿No quieres entrenar conmigo?
