II

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El sol brillaba intensamente sobre Jeonju mientras Jeonghan se despertaba en su habitación. La casa, llena de un aire fresco y el canto de los pájaros, lo sacó de su sueño reparador. Hoy era un día especial: su abuela le había pedido que fuera al mercado a comprar arroz y verduras frescas para la comida. A pesar de la emoción que le generaba explorar un nuevo lugar, una pequeña sensación de ansiedad se instalaba en su estómago. Nunca había estado en un mercado rural, pensó, mientras se preparaba.

—¡Jeonghan! —gritó Soonyoung desde la planta baja—. ¡Si no bajas pronto, me comeré todo el desayuno!

—¡Voy! —respondió Jeonghan, apurándose a vestirse. Se puso una camiseta ligera y unos pantalones cortos, sintiendo que el calor del día apenas comenzaba a asomarse. Después de un desayuno ligero con su primo, Soonyoung le dio algunas instrucciones sobre cómo llegar al mercado.

—Recuerda, no te olvides de regatear el precio un poco. Aquí es lo habitual —dijo Soonyoung, mientras Jeonghan asentía, un poco escéptico.

¿Regatear? ¿Por qué no puedo simplemente comprar lo que necesito? pensó.

Al salir de la casa, el aire fresco de la mañana lo envolvió, y el bullicio del pueblo lo recibió como un abrazo. El camino al mercado estaba lleno de colores vibrantes y el canto de las aves. Sin embargo, a medida que se acercaba, la multitud lo abrumaba un poco. Gente vendiendo frutas, verduras y flores; niños corriendo; y el aroma de comida casera flotando en el aire.

Finalmente, llegó al mercado. A su alrededor, el caos organizado lo sorprendía: gritos de vendedores, el aroma fresco de productos agrícolas y risas que resonaban por todas partes. Se sintió como un extraño en un lugar donde todos parecían conocerse. Esto es muy diferente a Seúl, reflexionó mientras buscaba el puesto de verduras.

Después de un rato de explorar, se encontró frente a un puesto que tenía un letrero que decía "Productos Frescos". Detrás del mostrador estaba un chico de cabello oscuro, con una camiseta de trabajo que mostraba sus brazos musculosos y unos pantalones manchados de barro. Jeonghan sintió un pequeño vuelco en su estómago al verlo. Ese chico es... atractivo, pensó, pero rápidamente sacudió la cabeza, tratando de centrar su atención en la compra.

—¿Necesitas algo? —preguntó el chico, su voz era un poco áspera, pero con un tono directo.

Jeonghan tomó aire, sintiéndose un poco inseguro.

—Quiero... um, arroz y algunas verduras —respondió, tratando de sonar seguro—. Pero, eh... ¿están limpias y desinfectadas?

El chico frunció el ceño, claramente ofendido por la pregunta.

—¿De verdad estás preguntando eso? —dijo, cruzando los brazos. Jeonghan sintió que el aire se volvía tenso entre ellos.

—Solo... no estoy acostumbrado a comprar en mercados rurales —intentó explicarse, sintiendo que se defendía a sí mismo.

El chico lo miró con una mezcla de sorpresa y desdén.

—Aquí, las cosas crecen en la tierra, no en laboratorios —respondió, su tono un poco más agresivo de lo que Jeonghan esperaba.

—No, no quise ofenderte. Solo... vengo de la ciudad, y no estoy familiarizado con esto —dijo Jeonghan, sintiendo que debía aclarar las cosas. La franqueza del chico lo incomodaba, pero había algo en su actitud que también lo intrigaba.

—La vida aquí no es lo que imaginas. No todo es limpio y ordenado como en las ciudades —dijo el chico, su mirada fija en Jeonghan.

Jeonghan sintió que la conversación se volvía cada vez más incómoda.

—Solo necesito el arroz y las cebollas. ¿Cuánto cuestan? —preguntó, intentando evitar que la situación se tornara más tensa.

—Diez mil won por el arroz y tres mil por las cebollas —respondió, señalando los productos.

Jeonghan sacó el dinero de su bolsillo, sintiendo que su rostro se sonrojaba por la incomodidad. Mientras entregaba el dinero, no pudo evitar notar cómo la camiseta de trabajo del chico se ajustaba a su cuerpo. ¿Por qué estoy notando esto? Se sintió confundido por la atracción que le generaba ese extraño.

—Aquí tienes —dijo el chico, entregándole el arroz y las verduras, su expresión aún seria.

Al recibir los productos, Jeonghan sintió un leve destello de gratitud, pero la incomodidad persistía.

—Gracias —murmuró, pero el chico lo miró con desdén.

—Solo cuida lo que dices frente a otros. No todos lo tomarán de la mejor manera —dijo el chico, su tono aún hostil.

Jeonghan sintió que la conversación estaba tomando un giro inesperado.

—Lo haré. —Su voz era firme, aunque la irritación comenzaba a aflorar en su pecho.

—Si no te gusta el barro, quizás deberías quedarte en tu ciudad —dijo el chico, cruzando los brazos y observándolo con una sonrisa burlona.

Jeonghan frunció el ceño.

—No es que no me guste, simplemente no estoy acostumbrado a esto. Es... diferente. —La frustración se apoderaba de él, pero había algo en la defensa del chico que lo intrigaba.

—A veces, la diferencia puede ser buena —respondió el chico, su mirada afilada, pero en su voz había un dejo de curiosidad.

Jeonghan sintió que la tensión comenzaba a disiparse ligeramente.

—Quizás... —dijo, sintiendo que había algo más detrás de su actitud.

—Solo intenta no ser tan quisquilloso. La vida aquí tiene sus propias reglas —dijo el chico, mirando hacia otro lado, como si intentara ocultar que estaba interesado en la conversación.

—Lo tendré en cuenta —respondió Jeonghan, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión entre ellos.

Mientras se alejaba del puesto, no pudo evitar mirar por encima del hombro. Ese chico... se sintió frustrado por la mezcla de sentimientos que había experimentado. Había algo en la forma en que se defendía que lo intrigaba, a pesar de la actitud desafiante.

Al regresar a casa, su mente seguía ocupada por el encuentro. ¿Por qué me afecta tanto lo que piensa? se preguntó, sintiendo que había algo en ese chico que lo atraía, incluso si su actitud era desafiante.

—¿Cómo te fue en el mercado, cariño? —preguntó su abuela mientras se sentaban a almorzar.

—Bien, aunque un poco... complicado —respondió Jeonghan, recordando la interacción con el chico.

—La gente del pueblo puede ser un poco reservada con los forasteros. Pero te acostumbrarás —dijo su abuela con cariño, sin saber de la tensión que había existido.

Jeonghan asintió, pero en su mente, la imagen del chico seguía presente. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en él? reflexionó, sintiéndose frustrado por su propia confusión. La vida rural tenía sorpresas que aún no había descubierto.

A medida que pasaban los días, Jeonghan no podía evitar que su mente divagara hacia ese chico. Aunque su primer encuentro había sido incómodo, había algo en la forma en que había defendido su hogar que lo había dejado pensando.

Tal vez este verano en Jeonju no sería tan sencillo como había pensado, reflexionó, sintiendo que su tiempo en el pueblo podría ofrecerle más de lo que inicialmente esperaba. Y, a pesar de sus diferencias, había un hilo de conexión que no podía ignorar.

Con cada día que pasaba, la curiosidad sobre ese chico crecía. ¿Qué lo hacía tan protector? ¿Por qué la vida en el campo lo fascinaba y le inquietaba al mismo tiempo? Mientras se sentaba a escribir en su cuaderno, buscando inspiración para su música, no podía evitar preguntarse si había más en la vida rural de lo que había visto hasta ahora.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora