III

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Jeonghan decidió que era un buen día para explorar el mercado local. Había pasado la mañana en casa de su abuela, quien le había dejado claro que debía comprar algunos ingredientes frescos. No obstante, su idea de frescura era muy diferente a la de Jeonghan, quien venía de la ciudad, donde todo estaba empaquetado y desinfectado.

Al acercarse al bullicioso mercado, se sintió un poco abrumado por los colores vibrantes de las verduras y las frutas. Entre la multitud, su mirada se encontró con "ese chico", el vendedor de verduras de la semana pasada. Estaba organizando su puesto, con una camiseta ajustada que dejaba entrever sus músculos y su cabello negro ligeramente despeinado por el viento. La imagen de su sonrisa burlona aún resonaba en la mente de Jeonghan.

No tengo tiempo para esto, pensó Jeonghan, tratando de ignorar la incomodidad que sentía al verlo. Sin embargo, al llegar a su puesto, no pudo evitarlo.

—Hola de nuevo —saludó, aunque su voz sonó más tensa de lo que pretendía.

El chico levantó la mirada, y una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.

—¿Vas a preguntarme si las verduras están desinfectadas esta vez? —dijo, su tono ligero pero con un leve desafío.

Jeonghan sintió que su rostro se calentaba.

—No, no vine a eso —respondió, tratando de parecer indiferente. —Estoy aquí para comprar algunas cosas para la cena.

—¿Ah, sí? ¿Y qué planeas hacer? —se burló, cruzando los brazos sobre el pecho.

—No es de tu incumbencia —replicó Jeonghan, tratando de mantener su dignidad. —Solo quiero arroz.

—¿Arroz? Te recomendaría las verduras primero, si no quieres terminar con algo que sepa a cartón —dijo el chico, señalando unas verduras frescas. —Esto es lo que realmente hace que una comida sea especial.

Jeonghan se sintió frustrado. ¿Por qué tiene que ser tan... desafiante?

—¿Y tú sabes algo de cocina? —preguntó, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

—Claro, pero parece que a ti te gusta más lo simple y sofisticado —dijo el chico, sonriendo con un aire de superioridad.

La tensión en el aire era palpable, y Jeonghan no pudo evitar sentir que había algo más en esa actitud.

—Soy de la ciudad, sí. No todos crecen en una granja como tú —dijo, sintiendo una mezcla de defensiva y curiosidad.

—¿Y eso te hace mejor? —preguntó el chico, inclinándose hacia adelante, sus ojos fijos en Jeonghan. —Aquí, lo que importa es lo que pones en tu plato, no de dónde vienes.

Jeonghan sintió que la conversación se tornaba más intensa, aunque había algo en la forma en que ese chico lo miraba que lo intrigaba.

—Está bien, dame esas verduras —dijo finalmente, tratando de poner fin al intercambio. —Y el arroz, por favor.

Mientras el chico pesaba las verduras, Jeonghan no pudo evitar notar cómo se movía con confianza, sus músculos trabajando en perfecta sincronía. La frustración de Jeonghan se mezclaba con una atracción inconfundible. Esto es ridículo, pensó, sintiéndose confundido por sus propios sentimientos.

—¿Así que eso es todo lo que viniste a comprar? —preguntó el chico, levantando una ceja.

—Sí, eso es todo. No todos tienen la misma idea de la vida rural que tú —respondió Jeonghan, tratando de mantener su tono desafiante.

El chico soltó una risa suave.

—Supongo que para ti, lo básico es un misterio. Pero aquí, la frescura lo es todo. —Su tono era más relajado, como si disfrutara del intercambio.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora