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El sol de la media tarde atravesaba la ventana de Jeonghan, pero su mente estaba ocupada con pensamientos sobre Seungcheol.

Había algo cautivador en la forma en que había trabajado en el jardín de su abuela, cada movimiento lleno de energía y determinación. Jeonghan se encontró reviviendo la imagen del chico, su camiseta pegada a su piel, el sudor brillando en su frente mientras intentaba controlar las malas hierbas. La forma en que sonreía mientras hablaba de las plantas y cómo cuidarlas lo había dejado intrigado.

A pesar de sus intentos de sacudirse esos pensamientos, Seungcheol se había instalado en su mente.

La paz del momento se interrumpió cuando Soonyoung irrumpió en la habitación.

—¡Jeonghan, levántate! —gritó, su voz resonando con energía—. ¡Hoy es un día perfecto para explorar! No puedes quedarte encerrado todo el verano.

Jeonghan se giró en la cama, tapándose la cabeza con la almohada.

—No tengo ganas de salir, Soonyoung. Quiero quedarme aquí y descansar.

—¿Descansar de qué? Si no haces nada —respondió su primo con un toque burlón en su voz.

Jeonghan lo miró de mala gana.

—Vamos, eso es exactamente por lo que tienes que hacerlo. Salir al aire libre te hará bien. No seas un aguafiestas —respondió Soonyoung, su entusiasmo inquebrantable.

Finalmente, luego de varios minutos de jugar al tira y afloja, Jeonghan se rindió y se puso una camiseta ligera y unos pantalones cortos, sintiéndose un poco reacio a abandonar la comodidad de su refugio. Mientras caminaban, la mente de Jeonghan seguía divagando hacia Seungcheol, preguntándose qué estaría haciendo en ese momento.

—¿Sabes? —dijo Soonyoung mientras caminaban—. Hay un lugar increíble que deberías ver. Es un campo lleno de flores silvestres. ¡Te encantará!

Jeonghan solo sonrió, la imagen de Seungcheol trabajando en el jardín aún muy presente en su mente. No podía evitar sentir una extraña conexión con el chico del mercado, y cada vez que pensaba en él, su corazón daba un pequeño salto.

Al llegar al campo, fueron recibidos por una vista impresionante. Un mar de flores de colores vibrantes se extendía ante ellos, danzando suavemente al ritmo del viento. Sin embargo, el sonido de un balido lejano interrumpió su contemplación.

—¿Escuchaste eso? —preguntó Jeonghan, inclinando la cabeza en dirección al sonido.

—Sí, suena como una oveja perdida —respondió Soonyoung, sintiéndose intrigado.

Su primo no dudó en avanzar.

—Vamos a ver qué es. ¡Tal vez se haya escapado de algún granjero!

Jeonghan lo siguió, su curiosidad despertada. A medida que se acercaban, la visión que encontraron los detuvo en seco.

Allí, en medio del campo, Seungcheol estaba intentando atrapar a una oveja que había decidido aventurarse fuera de su rebaño. Su expresión era una mezcla de frustración y determinación, y la escena era tan cómica que Jeonghan no pudo evitar reírse suavemente.

—¡Espera, tonta! —gritó Seungcheol, tratando de alcanzar a la oveja que, en su camino, parecía disfrutar del juego.

—¡Seungcheol! —exclamó Soonyoung, estallando en risas—. Siempre se le escapan animales, es un verdadero espectáculo.

Espera, ¿¡lo conoce también!?

Jeonghan se sintió un poco nervioso al saber que su primo resultaba que también conocía a Seungcheol. Sin embargo, la risa de Soonyoung lo hizo sentir más cómodo, y por un momento, olvidó su timidez.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora