XVI

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Los días que siguieron al festival en Jeonju fueron como una bruma suave, llena de mensajes de texto intercambiados entre Jeonghan y Seungcheol, cada uno de ellos cargado de significado y, al mismo tiempo, de una notable distancia. Había una chispa en el aire, pero ambos parecían dudar en encenderla. Sus corazones se debatían entre la emoción y el miedo a lo que el futuro pudiera traer.

Era una noche oscura y nublada cuando Seungcheol decidió que había llegado el momento de romper la barrera de la incertidumbre. Envió un mensaje a Jeonghan, invitándolo a su casa. La respuesta llegó casi al instante, y Jeonghan sintió que una mezcla de emoción y nervios lo invadía.

Cuando Jeonghan llegó, la lluvia había comenzado a caer con fuerza, salpicando el suelo y creando un suave murmullo que resonaba en el aire. Al abrir la puerta, Seungcheol lo recibió con una sonrisa cálida y genuina que disipó en un instante cualquier preocupación que pudiera tener.

—Bienvenido —dijo Seungcheol, su voz hogareña. —Pasa, no quiero que te mojes.

Jeonghan entró, sintiendo el calor que emanaba del interior de la casa. El aroma a madera y a algo reconfortante lo envolvió, creando un ambiente acogedor. Seungcheol no pudo evitar notar que Jeonghan traía en su muñeca el brazalete que le había obsequiado, y se sintió feliz por ello.

Lo condujo a la sala, donde una lámpara suave iluminaba el espacio. En la mesa, había una botella de vino añejo que Seungcheol había conseguido en el festival.

—Preparé algo para que disfrutemos. ¿Te gustaría un poco de vino? —preguntó Seungcheol, mientras descorchaba la botella.

—Eso suena perfecto —respondió Jeonghan, sintiendo que la tensión en su pecho comenzaba a relajarse.

Seungcheol sirvió el vino en dos copas y, levantándolas, propuso un brindis.

—Por las noches como esta —dijo, con una mirada significativa.

—Y por las nuevas amistades —agregó Jeonghan, chocando su copa con la de Seungcheol, sintiendo una conexión especial entre ellos.

Después de un par de sorbos, la conversación fluyó de manera natural, tocando temas triviales al principio, pero a medida que el vino se hacía efecto, la profundidad de sus palabras comenzó a cambiar.

—¿Alguna vez has escuchado la leyenda del amor perdido en este pueblo? —preguntó Seungcheol, su tono curioso.

Jeonghan inclinó la cabeza, intrigado.

—No, cuéntame.

Seungcheol se acomodó en el sofá, tomando un trago antes de comenzar su relato.

—Se cuenta que hace muchos años, en este pueblo, había dos jóvenes amantes. Se amaban con todo su ser, pero sus familias se oponían a su relación por las diferencias de clase. Un día, decidieron fugarse, pero antes de que pudieran escapar, fueron descubiertos. La chica fue forzada a casarse con otro, mientras que el chico desapareció del pueblo, llevando consigo su dolor.

Jeonghan escuchaba atentamente, su mente capturando cada palabra. La historia era trágica, pero había algo en ella que resonaba con su propia vida.

—¿Y qué pasó después? —preguntó, sintiendo que había una lección en la historia.

—La leyenda dice que, cada vez que llueve, puedes escuchar sus susurros en el viento. Son los lamentos de un amor que nunca pudo ser —respondió.

Jeonghan sintió un escalofrío recorrer su espalda. El sonido de la lluvia afuera parecía resonar con la historia, creando un ambiente casi mágico. Se sintió cada vez más conectado a la leyenda, como si sus propios miedos se reflejaran en la historia de los amantes.

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⏰ Última actualización: 4 days ago ⏰

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Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora