IX

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Esa tarde, Jeonghan decidió aventurarse a dar un paseo solo, alejándose de los lugares conocidos y sumergiéndose en el entorno tranquilo de Jeonju. Caminó despacio por el camino de tierra, rodeado de altos árboles y el sonido constante de un arroyo cercano. Sentía cómo la quietud del lugar lo rodeaba, casi como un manto de paz. Sin la prisa y el bullicio de la ciudad, Jeonju parecía invitarlo a detenerse y respirar. Por primera vez en mucho tiempo, no había nada que lo apurara.

Mientras se sentaba junto al arroyo, dejó caer la mirada en el reflejo ondulante del agua, pensando en su vida en Seúl. Su relación con sus padres siempre había sido lejana, y aunque era su hogar, a veces la ciudad le parecía tan fría como ellos.

Recordó las tardes que había pasado con su abuela y con Soonyoung, siendo estos los momentos que realmente le habían dado calidez en su infancia. Ahora, con su abuela viviendo en Jeonju, él apenas se estaba dando la oportunidad de descubrir este lado de su vida, un lado que había ignorado antes, porque el campo le parecía, simplemente, algo ajeno.

De repente, el zumbido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de su mejor amigo, Wonwoo:

Wonwoo: ¿Cómo va la vida rural? ¿Ya aprendiste a ordeñar vacas?

Jeonghan sonrió y comenzó a escribirle de vuelta. No era fácil transmitir lo que sentía, pero si alguien entendería, ese sería Wonwoo.

Jeonghan: No, ni siquiera he visto una vaca todavía. Pero... es diferente aquí, Wonwoo. Demasiado tranquilo.

Wonwoo: ¿Tranquilo? ¿Tú? Pensé que ya te habrías vuelto loco sin el caos de Seúl.

Jeonghan soltó una risa. Wonwoo siempre sabía cómo leerlo. A veces, incluso mejor que él mismo.

Jeonghan: Quizás me estoy volviendo loco, pero en otro sentido. Es raro, Wonwoo. No pensé que me afectaría tanto estar aquí, sin nada familiar alrededor.

Wonwoo: ¿Y eso es malo?

Jeonghan: No lo sé. Extraño la ciudad, pero al mismo tiempo, esto tiene algo... ¿atrayente? Me siento fuera de lugar, pero a la vez no quiero irme tan rápido.

Wonwoo: Suena como si estuvieras atrapado entre dos mundos.

Jeonghan: Sí, es exactamente eso.

Wonwoo le envió un emoji de risa, pero Jeonghan podía imaginar la mirada comprensiva de su amigo detrás de esa pantalla. Siempre habían tenido una conexión especial; Wonwoo no solo era su mejor amigo, sino su confidente. Saber que podía contarle lo que sentía, incluso cuando no lograba entenderlo del todo, le daba una paz que no encontraba en otra parte.

Después de unos segundos, Jeonghan continuó escribiendo, dudando un poco antes de abrirse más:

Jeonghan: Además... hay un chico de aquí que me llama la atención. Nada serio, pero... no sé. Supongo que es alguien diferente.

Wonwoo respondió con rapidez, casi como si hubiera estado esperando esa confesión.

Wonwoo: ¿Un local? ¿Qué tiene de especial?

Jeonghan: Es... complicado. No es como la gente que conocemos en Seúl. Tiene algo que me desconcierta, y creo que también me hace sentir fuera de lugar.

Wonwoo: Hmm, suena interesante. Tal vez el campo tiene más sorpresas de las que esperabas.

Jeonghan se rió, imaginándose la cara de su amigo tras esas palabras. Por un momento, sintió una mezcla de nostalgia y curiosidad. No podía negar que ese lugar tenía algo extraño que comenzaba a atraerlo. Guardó el teléfono, permitiéndose un momento de silencio mientras observaba el suave movimiento del agua y los árboles que lo rodeaban. Se dio cuenta de que, aunque aún no comprendía del todo qué sentía, estar en Jeonju lo estaba llevando a explorar un lado desconocido de sí mismo.

Dejó que el murmullo del arroyo lo envolviera. Sus palabras a Wonwoo le resonaban ahora en la cabeza. Nunca se había sentido tan dividido; incluso en Seúl, entre la presión de sus padres y la música, había tenido claro quién era, o al menos eso creía. En este entorno, en cambio, sentía una especie de vacío, como si todo lo que sabía sobre sí mismo estuviera siendo desarmado y vuelto a armar en un orden distinto.

Mientras observaba el agua correr, pensó en su infancia. Recordó cómo, de niño, veía el campo solo en las historias que su abuela le contaba cuando iba a visitarla, como si se tratara de un mundo que solo existía en sus palabras. En Seúl, la gente siempre tenía prisa, iba de un lado a otro sin detenerse, mientras que él y su abuela se quedaban horas hablando. Las historias de ella sobre su juventud en el campo, sobre la vida simple y sin el ajetreo de la ciudad, siempre le parecieron cuentos para distraer a un niño. Nunca pensó que tendría la oportunidad de experimentarlo.

Ahora, con su abuela instalada en Jeonju y él mismo teniendo la oportunidad de quedarse allí, esas historias parecían tomar vida. Se preguntó si, en el fondo, había algo de eso en su propia vida que siempre había querido entender. Quizá su interés por la música también venía de esa búsqueda de calma, de encontrar algo que lo llenara en un mundo que a menudo parecía vacío y repetitivo.

Sus padres siempre estaban ocupados; aunque no les guardaba rencor, no podía negar que a veces sentía que su presencia en su vida era algo así como un trasfondo, un recordatorio de que pertenecía a alguien pero que, en realidad, estaba solo. Su abuela, Wonwoo y Soonyoung habían sido los puntos de referencia en una vida en la que parecía que siempre tenía que encontrar el equilibrio entre el ruido de sus expectativas y el silencio de sus deseos. ¿Acaso eso era lo que realmente quería? ¿Vivir una vida de la que él fuera dueño, sin verse arrastrado por el ritmo que otros le marcaban?

Observó cómo el agua del arroyo se deslizaba sobre las piedras, sinuosa y sin detenerse, y sintió una conexión momentánea con ella. En Seúl, todo era tan rápido que no había espacio para detenerse y pensar. En el campo, sin embargo, era como si el tiempo fluyera en una dirección distinta, en un ritmo tan lento y profundo que parecía tener un lenguaje propio.

Quizá por eso Seungcheol le resultaba tan desconcertante. Ese chico representaba todo lo que él no entendía, alguien que vivía en un lugar donde cada día no estaba definido por el bullicio, sino por los pequeños detalles, las conversaciones simples y la tranquilidad de saber que nada tenía que apresurarse. Seungcheol tenía una confianza despreocupada que le resultaba intrigante, casi envidiable. Era como si toda la vida de Seungcheol fuera una extensión del campo mismo: natural, sin filtros, sin el peso de las expectativas.

Por primera vez, Jeonghan se preguntó si él podría sentirse parte de algo así. Había crecido en un entorno donde ser alguien significaba sobresalir, destacar, cumplir con la imagen de éxito que su familia esperaba de él. Sin embargo, aquí, la idea de éxito parecía algo tan diferente, como si las metas y los logros no fueran el único objetivo de la vida. Tal vez estar en Jeonju le daba la oportunidad de ser él mismo, sin todas esas expectativas cargadas sobre los hombros, de conocer a personas como Seungcheol y sus amigos que parecían vivir sin los complejos de la ciudad, de simplemente ser.

En el fondo, sabía que ese interés por Seungcheol no era solo una curiosidad pasajera. Era algo más profundo, algo que tal vez él mismo no lograba entender aún.

Verano en Jeonju || JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora