NO PUEDE SER

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Rai:

Desde mi oficina, la luz tenue de la tarde se filtraba por las persianas mientras revisaba las últimas cifras de seguidores. Había pasado un mes desde que Alondra se retiró, y mi estrategia estaba funcionando perfectamente. Todo estaba en marcha; la caída de Alondra había sido gradual pero segura. Mis seguidores seguían aumentando, los contratos con Twitch se consolidaban, y cada vez más gente hablaba de "Laura", esa figura misteriosa que se había mantenido en el centro de la tormenta.

Pero, a pesar de todo lo que había logrado, no podía sacar de mi cabeza a Alondra. La imagen de su rostro, de esos ojos que me miraban con una mezcla de admiración y deseo, se había quedado grabada en mi mente. Recordaba el momento en que me confesó que estaba enamorada de mí, incluso cuando su vida estaba desmoronándose. Era una mezcla de poder y control, pero también había algo más, algo más profundo que no había querido admitir.

Mientras miraba la pantalla, mi mente divagaba hacia ella, hacia los momentos que compartimos en la oficina, las miradas que cruzamos. A veces, cuando me encontraba sola, me permitía pensar en cómo sería si las cosas hubieran sido diferentes. Si no fuera parte de mi plan de venganza, tal vez podría haber habido algo entre nosotras.

No podía evitarlo. Pensar en Alondra y en el control que tenía sobre ella me provocaba una sensación extraña. De repente, me di cuenta de que mi respiración se había vuelto más pesada. Me recosté en la silla y cerré los ojos, dejandome llevar por esos pensamientos. Imaginaba su piel, su voz suave susurrándome, las veces que nos habíamos tocado brevemente, como si ese contacto fuera prohibido pero inevitable.

Me mordí el labio, y mis manos comenzaron a moverse lentamente por mi cuerpo, recorriendo mi piel mientras pensaba en ella. No era solo la venganza lo que me excitaba; era la mezcla de poder, deseo y la sensación de tenerla a mi merced, aún sin que lo supiera. La ironía de todo esto me hacía sonreír, mientras dejaba que esos pensamientos siguieran su curso.

Sabía que esto no era solo físico. Era más complejo que eso. Controlar la vida de Alondra, destruir lo que había construido y, al mismo tiempo, saber que en algún rincón de su mente ella me deseaba... era el mayor poder que podía tener sobre alguien.

Después de todo lo que había hecho, me era difícil entender cómo llegué a este punto. Destruir la vida de Alondra había sido mi único propósito durante meses. Cada paso que di fue calculado, cada movimiento tenía una intención clara: vengarme de esa broma que me destrozó en la escuela. Pero ahora... algo había cambiado. Y no fue de un día para otro, aunque me costaba aceptarlo.

Cada vez que la veía, cada vez que estábamos juntas en la oficina o cuando nos cruzábamos en los pasillos, sentía algo diferente. Ya no era satisfacción por su caída, ni el orgullo de haber cumplido mi venganza. Era otra cosa. Más profunda, más confusa. Me había obsesionado tanto con ella, con hacerle pagar, que sin darme cuenta, empecé a conocerla de verdad. Y eso complicaba las cosas.

No era solo su mirada o la forma en que me hablaba. Era la manera en que se acercaba a mí, confiando en mí cada vez más. Había algo entre nosotras que no podía ignorar, algo que iba más allá de mi plan inicial. Y poco a poco, ese deseo de venganza empezó a desvanecerse, reemplazado por otra cosa que no esperaba: me estaba enamorando de Alondra.

Al principio, lo rechacé. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo podía estar enamorándome de la persona a la que quería destruir? Pero cada vez que pensaba en ella, no era su caída lo que me venía a la mente. Eran las risas compartidas, las conversaciones en las que, por un momento, dejábamos de lado las apariencias. Y entonces me di cuenta... no tenía sentido seguir con esto. No quería seguir destruyéndola.

Me dolía admitirlo, pero era verdad: ya no tenía ganas de vengarme. Toda esa energía, todo ese odio que había cultivado durante años, ahora se sentía vacío. Ridículo. Alondra no era solo la chica que me había humillado a los 14 años. Era una mujer que había pasado por mucho, y que, en el fondo, solo buscaba a alguien que la entendiera. Y de alguna manera, me di cuenta de que yo era esa persona.

𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐑𝐚𝐢 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora