Te amo

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Rai:

El silencio entre nosotras parecía alargarse como una eternidad. Alondra me miraba con los ojos llenos de confusión, tratando de procesar lo que acababa de confesar. No podía culparla, acababa de destrozar toda la imagen que había construido en su mente sobre quién era yo. Pero tenía que decírselo, por mucho que doliera.

—Rai... —dijo finalmente, con una voz casi rota—. ¿Todo este tiempo... has estado aquí para vengarte?

Su pregunta me perforó el alma. Vi cómo su rostro se tensaba, como si estuviera luchando por contener las emociones que se acumulaban dentro de ella. Asentí, lentamente, sin atreverme a hablar todavía.

—Al principio sí —respondí con la voz quebrada—. Pero ya no es así, Alondra. Te juro que todo ha cambiado. Me di cuenta de que... te quiero, y no puedo seguir con esta mentira. No quiero que nada de esto siga siendo una venganza. No puedo.

Alondra se apartó de la ventana, caminando hacia su escritorio, claramente desconcertada. Se pasó una mano por el cabello, visiblemente nerviosa. Todo su cuerpo transmitía la tensión de lo que acababa de escuchar.

—¿Me mentiste todo este tiempo? —su tono era más una afirmación que una pregunta. Sus ojos estaban llenos de tristeza, y yo solo podía sentir culpa, una culpa que me ahogaba más con cada segundo que pasaba.

—Sí, pero... —comencé, intentando acercarme—. No puedo justificar lo que hice. Solo puedo decirte que lo que siento por ti ahora es real. Ya no quiero hacerte daño.

Ella levantó una mano, deteniéndome en seco. La distancia entre nosotras parecía crecer a pesar de que estábamos en la misma habitación.

—Rai, me enamoré de "Laura", no de alguien que estuvo aquí por venganza. ¿Cómo se supone que confíe en ti ahora?

Sus palabras fueron como una daga. La vi luchar con lo que le acababa de revelar. Sus emociones estaban a flor de piel, y mi confesión lo había complicado todo. Quería decirle que todo era verdad, que mis sentimientos habían evolucionado, que ya no era la misma persona que comenzó este plan con odio. Pero entendía que para ella, todo esto era una traición.

—No sé cómo puedo arreglar esto —admití, mi voz más débil de lo que hubiera querido—. Pero lo que siento por ti es real. Nunca he sentido esto por nadie.

Alondra me miraba como si estuviera viendo a una persona completamente diferente. Había lágrimas formándose en sus ojos, y cada segundo que pasaba me hacía sentir que la distancia entre nosotras era cada vez más insalvable.

—Necesito tiempo —dijo finalmente, con una voz apagada, derrotada—. Esto... es demasiado para procesar.

Sentí cómo un peso gigante caía sobre mi pecho. Asentí, sabiendo que no podía forzarla a nada.

—Lo entiendo. Tómate el tiempo que necesites. Yo... lo siento mucho.

Sin decir más, salí de su oficina. La puerta se cerró tras de mí con un eco sordo. Me apoyé contra la pared en el pasillo, sintiendo el mundo desmoronarse a mi alrededor. Había soltado la verdad, pero no sabía si eso me acercaba a ella o la alejaba para siempre.

Ahora, todo dependía de Alondra. Y yo no tenía control sobre el resultado.

Alondra me miró por unos segundos más después de lo que dije. Sus ojos seguían llenos de confusión, pero algo había cambiado en su expresión. De repente, antes de que pudiera reaccionar, dio un paso hacia mí. Sentí cómo la tensión en el aire se volvía casi palpable. Mis palabras ya estaban flotando en el espacio entre nosotras, pero no estaba segura de qué haría ella con todo eso.

Alondra cerró la puerta detrás de mí, sin apartar la mirada de mis ojos. El sonido de la puerta al cerrarse fue el único ruido en la sala antes de que se acercara aún más. Mi corazón latía con fuerza, y por un momento me quedé sin palabras, completamente atrapada en la intensidad de la situación.

—Rai... —susurró mi nombre con una mezcla de rabia y deseo. No parecía segura de lo que hacía, y lo entendía. La traición aún estaba fresca, pero también lo estaba algo más, algo que se había estado acumulando entre nosotras desde hacía semanas.
Antes de que pudiera decir o hacer algo más, sentí sus labios sobre los míos. Al principio fue suave, casi como si estuviera probando algo, pero rápidamente la intensidad creció. Era un beso lleno de emociones reprimidas, de rabia, de confusión y, lo que más me sorprendió, de pasión. No había esperado. En absoluto.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Le devolví el beso, mis manos encontrando su rostro, acariciando su piel. No sabía si esto era una señal de perdón o simplemente una explosión de lo que había estado sintiendo, pero en ese momento, nada más importaba.

Alondra me empujó suavemente hacia el escritorio, sin dejar de besarme. Mis pensamientos estaban nublados por lo que estaba ocurriendo. No había esperado que esto sucediera, y mucho menos tan pronto después de mi confesión. Pero cada vez que la sentía más cerca, menos importaban las preguntas o los miedos que había tenido.
Solo estábamos las dos, y el resto del mundo desapareció.

Nos besamos con una intensidad que jamás había sentido antes, como si todo lo que habíamos estado conteniendo se desbordara de repente. Las dudas y las traiciones quedaban momentáneamente de lado mientras nos dejábamos llevar por algo mucho más fuerte, algo que habíamos estado reprimiendo por tanto tiempo.

No sé cuánto tiempo pasó, pero la conexión entre nosotras era casi eléctrica. Era como si, a pesar de todo lo que había ocurrido, aún quedara algo más profundo entre nosotras que el dolor y la venganza.

Me empezó a lamber el cuello suavemente, y poco a poco fue subiendo hasta la boca, nos besamos y de ahí fue bajando por mi cuello, luego por mi abdomen hasta llegar a mi vagina.

—¿Puedo? —susurro a mi oído con deseo.

No me dio tiempo a responder y ya me estaba quitando el pantalón, me empecé a excitar, todo mi cuerpo empezó a sentir escalofríos y de repente sentí su lengua en mi vagina, dejándomela mojada.

Cuando todo terminó no nos podíamos ni mirar y yo simplemente me fui, ya que sentí que ella no quería saber nada de mí.

𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐧𝐠𝐚𝐧𝐳𝐚 𝐝𝐞 𝐑𝐚𝐢 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora