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—Cariño, ¿estás bien? —preguntó mi papá, sacándome de mis pensamientos.

Asentí, con una pequeña sonrisa fingida

—Él se pasó la mano por la cabeza —su gesto reflejaba cansancio—. Esta mañana estuve en una llamada de trabajo. Voy a ir a Nueva York por tres semanas, y mi papá vendrá conmigo. También llevará a su enfermera para que me ayude a cuidarlo. —Hizo una pausa, mirándome con cierta preocupación—. ¿Vas a estar bien?

—Sí, papá, no soy una niña —respondí, intentando sonar convincente—. Puedo cuidarme sola, además, voy a estar en el campus.

Él se acercó y me dio un beso en la frente. —Siempre vas a ser mi niña pequeña, no importa la edad que tengas —dijo con una sonrisa cálida.

—Papá, no lo tomes mal, pero quiero estar sola un rato —dije suavemente, buscando un poco de espacio para ordenar mis pensamientos.

Él asintió, entendiendo, aunque su expresión mostraba un destello de preocupación. Me dio una última mirada antes de salir de la habitación.

El fin de semana pasó rápido y sin más dramas, pero fue confuso. Llamé a Logan varias veces y no me respondió. Esa sensación de incertidumbre me acompañó todo el tiempo. Por eso, antes de ir a clases, decidí ir a su cuarto.

Me encuentro afuera de su habitación con dos cafés en mano y un par de roles de canela.

Me encuentro afuera de su habitación con dos cafés en mano y un par de roles de canela. Toqué la puerta y, para mi sorpresa, la abrió Logan con una gran sonrisa. Solo llevaba una toalla en la cintura, y su pelo mojado caía desordenado sobre su frente.

—Hola, qué hermosa sorpresa —dijo mientras me daba un beso en la mejilla.

Se apartó de la puerta para que entrara

Lo observé fijamente—¿Estás bien? —pregunté, sin poder ocultar la inquietud en mi voz—. Te llamé el fin de semana, pero nunca respondiste.

Él suspiró—Estoy bien, y ahora estoy mejor porque tú estás aquí y te preocupas por mí —dijo, inclinándose hacia mí y dándome un beso corto.

Fruncí el ceño—¿De verdad estás bien? —le pregunté, escaneando su rostro en busca de cualquier signo de que algo no estuviera bien.

—Reni, estoy bien, no te preocupes —dijo, intentando calmarme mientras se movía hacia su armario—. Ahora me voy a vestir.

Me senté en su cama, sintiendo la suavidad de las sábanas bajo mí, y di un sorbo de mi café mientras esperaba a que se vistiera.

Observé cómo se movía por la habitación, buscando rápidamente algo en su armario. Lo vi ponerse unos jeans ajustados, una playera negra y una chamarra de piel negra que le quedaba perfecta.

—Oye, voy a entrar a tu baño —dije, levantándome de la cama y señalando la puerta.

Al entrar al baño, me observé en su espejo, asegurándome de que me veía bien. Después, fui directa a la taza, lista para hacer lo que tenía que hacer. Pero cuando fui a tirar el papel, mis ojos se abrieron completamente al notar que en el bote había un condón

La sorpresa me golpeó como una ola fría. Me levanté rápidamente, lavándome las manos con un movimiento casi automático, tratando de calmar la confusión que me invadía. Salí del baño, sintiendo que cada paso resonaba en el aire cargado de tensión.

—Oye, ¿estuviste con Lucas después de irte de mi casa? —pregunté, tratando de investigar si el condón podía ser de él.

Mi voz sonaba más tranquila de lo que realmente me sentía, pero la ansiedad se apoderaba de mí mientras esperaba su respuesta.

Cómo romper un corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora