Capítulo 23: Mío

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Eres mío. Desde la hebra más alta de tu amarronada cabellera hasta la punta del falange más pequeño de tu pie. Eres mío desde que mis ojos capturaron tu imagen y mis sentidos tu esencia. Eres mío. Mío, mío, mío. Tan mío.

Me prometí hacer que me ames, pero no puedo luchar contra el deseo de tu carne, de fusionarme con tu cuerpo y ser uno mientras nos queman las brasas del infierno donde sin lugar a dudas descenderemos, no al tocarnos, sino al aceptarnos mutuamente.

¿Es mi castigo anhelar tanto lo que me ha sido prohibido, o es el tuyo caer ante lo que puede llevarte a la tumba? ¿Seremos el uno para el otro al despertar? ¿Sentirás frío cuando el fuego se consuma, o me abrazarás para darme tu calor? ¿Es amor? ¿Lo será algún día? ¿Cómo se sentirá? Demasiadas cuestiones para anticiparlas.

● ● ●

Un hervor incontrolable me subleva; mis pulsaciones a ciento cuarenta, ciento cincuenta. Es lo habitual cuando la excitación se prolifera. Tomo a Nam-joon entre mis brazos y yo mismo desconozco el segundo en el que me he desplazado con él hasta el primer dormitorio que encuentro, con la cama más mullida. Mi boca se desconecta por breves lapsos, gritándome que vuelva a tocarlo con los labios. Siento su pulso tembloroso contra mi pecho helado. Me deshago de mi estorbosa camisa húmeda y retiro la suya, aunque mi entusiasmo hace que la rompa; él me otorga una queja en forma de gruñido.

En pleno delirio bucal, avanzo contra él hasta que sus pantorrillas encuentran el borde de la cama. Él alcanza a poyar sus manos, pero yo lo empujo con suavidad quitándole estabilidad y son sus codos los que lo sostienen ahora sobre el colchón. Intercambiamos una mirada en un suspiro, una sincronización perfecta en un instante, que es infinita para mí.

Mis ojos viajan rápidamente al bolsillo de su camisa en mi mano y allí la veo: mi rosa azul, aquella que le entregué en mi jardín índigo; mi tesoro perdido en la tela. La tomo en mi mano, dejando la prenda a un lado, la estrujo e inspiro audible contra mi cara, narcotizándome en más de un sentido, y nuestras miradas vuelven a conectarse, sintiendo la excitación en el aire como el perfume de mi rosa.

Planto mi rodilla sobre la cama, haciendo un hundimiento junto a su cadera. Nam-joon suspira con sus latidos en aumento; puedo sentir la calidez de su aliento escapando entre sus labios y el retraimiento de las paredes de su estómago estremeciendo su cuerpo.

Mi mirada intensa y sugerente deja su impresión en él; lo inquieta.

Desprendo los pétalos del pequeño tallo cortado y los esparzo encima de mi chico, quien respira más oíble. Unas diminutas gotas escarlata caen junto con los pétalos azulados: mi sangre; no me he dado cuenta de las espinas imperceptibles que oscilaban en la parte alta del tallo y se clavaron en mi piel. Nam-joon palpa su cara con sus dedos tras haber sentido esas salpicaduras, pintando un poco sus yemas. Apenas puede contemplar el color rojo cuando yo, sin quitar mis ojos de su persona ni con el más mínimo parpadeo, tomo su mano y lamo esos dedos.

No importa... Yo lo limpiaré todo muy bien, amor. Mi adonis desencajado y desprolijo, seductor y de mirada profunda.

Nuestras bocas entran en contacto otra vez.

Manantial excelso, conexión sublime.

Mi otra rodilla toma su lugar en la cama y su cuerpo queda entre mis piernas, mientras me separo y lamo la sangre. Su boca, hechizada por mi encanto, lo incita a buscar la mía de nuevo. ¡Es increíble! Se la otorgo y nos fundimos, nos faltamos al respeto con lo mínimo y solo con el estridente sonido de nuestras cavidades bucales en colisión constante. Por supuesto que con mis manos lo recorro; lo toco y esparzo la sangre por ese torso fornido; saboreo con mi lengua y la limpio también. Desprendo sus pantalones y los deslizo con su ropa interior, y me derrito... Me desarmo con sus pequeños quejidos queriendo expeler un sí o tal vez un no. No quiero saberlo.

Loveless (+21) [JinNam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora