Fui al hospital en el que trabajo. Todos me saludaron con cordialidad y rostros felices, como si esparciera algún tipo de feromonas. ¿Soy tan encantador? Debe ser. Muchas personas me han llamado hermoso, otras, galán, pero solo una me ha llamado bastardo.
Nam-joon, tú deshónrame y alimenta mi ego inmortal.
Cubrí toda la guardia nocturna y primeras horas de la mañana, además de mis deberes en la dirección, poco antes de que amanezca. Puedo trabajar muy rápido, pero, shh... eso es un secreto.
«No ha dormido ni un poco, ¿no está cansado, doctor Kim?», me preguntan a menudo. Mi período de sueño es relativamente corto, aunque lo hago, duermo, y también sueño. Sin embargo, cuando bebo sangre no siento la necesidad de juntar mis párpados.
Olvido mi condición de medio muerto caminante y me siento más vivo que nunca. Pero lo que jamás se me olvida es tu existencia, Nam-joon.
Hace una semana que lo tengo conmigo. Una de esas noches, cuando la lluvia había cesado, abrí el ventanal de su dormitorio como lo prometí, para que respirara aire puro. El muy ingrato pasó de largo las rosas trepadoras y corrió hasta el barandal. La mansión es una construcción arcaica y colosal; el balcón tiene unos cuantos metros de caída libre. Estaba decepcionado. Lo reconforté con una caricia en su cerviz que no supo apreciar, y le expliqué cómo yo mismo me encargué de plantar rosas trepadoras en cada una de las ventanas de la mansión, para que su perfume impregne cada rincón. Nam-joon me miró de costado y en silencio, con un quemeimportismo evidente instalado en su fisionomía, y cuando yo le sonreí supe que le molestó más aún.
Esa misma noche, me presenté en su dormitorio, cargando unas bolsas en las manos y un baúl sobre el hombro. Le había comprado ropa, vestimenta moderna, como la que suele usar; sabía que le gustaría mucho más que la que yo le impongo. Empero, falto de gratitud, agarró su ropa limpia con la que lo había traído aquí y se dirigió a paso acelerado al baño, bajó el pestillo de la puerta y se cambió la ropa. Pude escuchar las fundas desnudando y vistiendo su piel, y sus pequeños suspiros al estirar los brazos y las piernas al cubrir su cuerpo. En el silencio de esa alcoba fue maravilloso. Salió acomodándose la prenda de algodón con capucha sobre una camiseta blanca, sus jeans, ni muy sueltos ni muy ajustados y las botas marrones acordonadas.
―¿Qué hay en el baúl? ―me preguntó, con un pequeño movimiento de su cabeza, apuntándolo.
―Oh, esto... ―Me incliné a abrirlo―. Te traje libros, para que puedas pasar el tiempo. Sé lo mucho que te gusta leer.
Miró los objetos, sorprendido por unos segundos, pero luego su semblante se tornó serio de nuevo y sus ojos bajaron al piso.
―No echaste un vistazo a la ropa que te traje.
―Lo haré después. ―Me dio la espalda y se contempló en el espejo, acomodando sus prendas.
En un segundo me trasladé a su espalda y lo interrumpí, colocando mi mano sobre sus ojos.
―¿Qué haces? ―Se paralizó.
―Hay algo más que quiero darte ―murmuré cerca de su oído. Vi y sentí su piel erizarse. Fue una delicia―. Extiende las manos.
Despacio, él me hizo caso. Deposité un cuaderno de tapa gruesa en azul oscuro y retiré mi mano para que lo viera. Le dio una vuelta entre sus manos y pasó las hojas amarillentas, dejando que se deslizaran por sus dedos.
―¿Para qué se supone que es esto?
―Es tuyo. Puedes escribir o ilustrar lo que tú quieras en él.
La mirada que me otorgó en ese momento me hizo percibir un declive en su desazón. Lo había hecho bien.
―Puedes escribir sobre mí en él, si tú quieres.
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Loveless (+21) [JinNam]
FanficHabía una vez un apuesto vampiro que se enamoró perdidamente de un joven músico. Pero a la hora de revelarle sus más profundos e intensos sentimientos el músico lo rechazó, y el apuesto vampiro... no lo toleró. Esta historia contiene material muy se...