“La vida es demasiado corta para desperdiciarla fingiendo Ser alguien que no eres”
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Sentados frente a la chimenea, Hyunjin y yo terminamos nuestra cita 45, el tiempo está pasado demasiado rápido para mí gusto pero así es la vida ¿Cierto? La vida en si es un misterio.
Nadie sabe exactamente cuando su tiempo en la tierra caducará, todos nacemos con cierta cantidad de años, algunos solo nacen y mueren, quizá eso sea una ventaja para los que regresan a lugar del que vinieron, aunque no tanto para los que se quedan llorando su partida.
Según el doctor, tengo más de un año de vida pero...
¿Que tan acertado será? Cada día me siento más débil, las pastillas ya casí no hacen efecto en mí, mi cabeza duele cada vez más y eso me hace preguntar ¿Llegaré a la cita 365 o mi cerebro explotará antes de ello?.
Yo no le tengo miedo a la muerte, morir sería una ventaja para mí, ya no tendría más dolor, ya no viviría con la angustia de saber si mañana despertaré.
—¿En qué piensas cariño?— Hyunjin me abrigo mucho más con él edredón y me pasó mi tasa de bonito de navidad, chocolate con malvaviscos le dicen. Afuera está nevando y es el clima perfecto para estar abrazados frente a la chimenea, tomando chocolate caliente y comiendo galletitas en forma de gatitos.
—Pienso en los niños y los animalitos de la calle, seguramente tienen frío— Abulte mis labios.
—Mañana podemos ir de compras y quizá solo si tienes ganas, podemos comprar comida y chocolate caliente para las personas en cuestión de calle— Me sentí tan feliz, deje mi taza de chocolate a un lado y abra súper fuerte a Jinnie.
—Te amo— Bese su mejilla y justo cuando iba a separarme, él me agarró de la cintura y me apretó más contra su cuerpo, una oleada de calor atacó mis mejillas y orejas.
Una de sus manos me tomaron del mentón levantando mi rostro obligandome a verlo ¿Por qué tiene que ser tan malditamente lindo? Mis ojos escanearon cada parte de su rostro y se detuvieron en sus labios, quiero besarlo.
Y como si me hubiera leído la mente, él acortó la distancia y me beso, nuestros labios iniciaron una danza y nuestras lenguas se peleaban por quien tomaba el control, solo unos segundos fueron suficientes para tenerme a su merced sentado sobre sus piernas con mis brazos rodeando su cuello, de repente el frío se fué y la sabana que antes nos cubría del frío ahora estaba extendida cubriendo nuestros cuerpos desnudos en aquel angosto sofá frente a la chimenea.
—Te amo, My Sun— Susurró cerca de mi oído justo en el momento en que ambos nos corrimos.
—Y yo te amo a ti, My moon— Ambos nos quedamos recostados en ese lugar por un largo rato hasta quedarnos dormidos bajo el calor del fuego de la chimenea, el olor a chocolate y malvaviscos.
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