10. ¿en el auto de un desconocido?

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Atsumu no había venido en la mañana, así que Sakusa concluyó su día sin sorpresas ni interrupciones, aún que un poco aburrido, debe admitir.

Bueno, algunas sorpresas sí que tuvo, porque la cafetería se había llenado mucho más de lo usual, como solía suceder en una cafetería común. Este cambio de ritmo dejó a Sakusa un poco exhausto, por lo poco acostumbrado que estaba. Ahora se encontraba cerrando el local; eran más de las once p.m., dos horas más tarde de lo que solía cerrar. La razón del cierre tan tarde: unos extranjeros que llegaron a último minuto para comer en solo cinco minutos y quedarse dos horas más conversando.

Sakusa tomó un gran suspiro mientras se abrazaba a sí mismo por el frío abrasador de la noche. Mientras se dirigía a la estación, escuchó la bocina de un auto, pero en vez de voltear a ver de quién se trataba, solo caminó más rápido.

"A mí nadie me va a robar."

A medida que aceleraba su paso, el carro también avanzaba más rápido; seguía tocando el claxon, pero Sakusa hacía caso omiso.

— ¡Hey, hey! — gritaba el conductor. Sakusa respondió con su dedo anular. — ¡Omi, soy yo! — Sakusa por fin se giró. Al ver de quién se trataba, se asomó en la ventana del auto.

— Mierda, Miya. Debiste decir que eras tú, creí que alguien me iba a asaltar. — Atsumu rió.

— No pensé que te encontraría a esta hora; creí que cerraban temprano.

— Lo hacemos, simplemente tuve unos clientes que se quedaron hasta tarde.

— ¡Qué suerte tengo! — dijo Atsumu, feliz. — ¿A dónde vas?

— A la estación. — Atsumu observó el reloj en su muñeca.

— La estación ya cerró. Ven, te llevo. — Se escuchó como le quitaba el seguro a las puertas del auto.

— No entraré al auto contigo — respondió el pelinegro con una mueca de disgusto.

— ¿Por qué no? — preguntó Atsumu, triste.

— No te conozco.

— ¿A qué te refieres? ¡Nos vemos todos los días!

— ¿Y? Eso no quiere decir que te conozca. — Atsumu lo miró con fastidio. — No sé nada, además de tu nombre y tu orden de siempre. — Le reprochó Sakusa.

Atsumu tomo una gran bocanada de aire para después dejar salir un breve suspiro, cambio su mirada de angustia por una de cortesía.

— Bien, ya que insistes. — Atsumu se sacó el cinturón de seguridad y caminó hasta la puerta del lado de Sakusa para abrirla. — Si te subes te dejaré conocerme.

Dulce como Mocca - SakuatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora