— Kiyoomi.
— Voy a tener que pedirle que se retire, caballero, estamos cerrando.
— Kiyoomi, por favor. Puedo explicarlo.
Mientras Sakusa corría de un lado a otro, tratando de limpiar para escapar de Atsumu, este lo seguía.
— Por favor, retírese.
— ¡Omi, déjame explicártelo todo! ¿Sí?
Sakusa no cedía, iba de mesa en mesa en un movimiento zig zag para desviar a Atsumu y así evitar que se acercará, pero el rubio también daba lucha, pues no paraba de perseguirlo y se veía que no tenía ninguna intención de detenerse en ningún momento, así que pasaron unos minutos así hasta que Sakusa se cansó. Sakusa se paró en seco, ya harto de la pequeña persecución de Atsumu. Le había dejado en claro que no lo dejaría en paz tan fácilmente.
— Al menos pudiste haber llamado. — Atsumu se detuvo tras él, sorprendido al ver a Sakusa ceder. — ¿No valgo ni siquiera un minuto de tu tiempo? — Las cejas de Atsumu se arquearon, mostrando la gran sorpresa que sintió al escuchar las palabras de Sakusa.
— ¡No, Kiyoomi! No es eso–
— Por favor, ya vete. — Dijo el pelinegro en un tono tan indiferente, que Atsumu hubiera preferido mil veces un berrinche de su parte o un golpe.
— Kiyoomi, no me iré hasta que me dejes explicártelo. Si quieres que te deje en paz después de hablar, eso haré, pero primero escúchame. — Sakusa lo miró con tal frialdad que Atsumu sintió su corazón temblar ansioso. — Por favor. — Fue un tono tan patéticamente suplicante que Sakusa se sintió, solo un poco, mal.
— Aún debo terminar de limpiar el café para cerrar. — Le anunció Sakusa. Los ojos de Atsumu brillaron con esperanza.
— ¡No te preocupes, yo lo hago! Espérame en el auto, ¿sí? — Dijo el rubio mientras le extendía las llaves de su auto para que lo esperara en este. Sakusa iba a negarse, pero Atsumu ni siquiera le dio la oportunidad de responder cuando ya lo estaba empujando fuera de la tienda para que se subiera al auto aparcado frente al café. — No me demoro nada, ¿sí?
— Límpialo bien. — Respondió Sakusa de mal humor.
— ¡Sí, señor! — Respondió Atsumu, gritando mientras corría dentro del café para poder terminar con la limpieza.
El tiempo que Sakusa pasó esperando a Atsumu en el auto le ayudó a calmar un poco sus emociones. La verdad, a pesar de haberse mostrado indiferente ante Atsumu, estaba completamente alterado, o más bien, un poco avergonzado, avergonzado de lo emocionado que se había encontrado por la cita que habían planeado, que nunca ocurrió por la plantada de Atsumu. Sakusa se cuestionaba si era buena idea escuchar al rubio; no sabía si valdría la pena hacerlo. Tal vez sería un cretino y le diría que no fuera tan dramático o tal vez le rogaría que lo disculpara, no tenía ni idea cuál de las dos sería.
Desde el automóvil de Atsumu, Sakusa observaba a este limpiar el pequeño café con gran rapidez, pero también con cuidado de dejarlo todo impecable. No necesitaba otras razones para enfadar a Sakusa. A pesar de que Sakusa valoraba lo que Atsumu estaba haciendo, dudaba de sus capacidades limpiadoras; le preocupaba llegar mañana al café y encontrarse con una pizca de polvo, le daba toc.
Finalmente, Atsumu terminó cerrando las puertas del café, rápidamente entró al auto, donde Sakusa solo lo miraba, sin ninguna expresión en el rostro que lo ayudara a descifrar qué estaba pasando por su cabeza. El aire tenía una gran tensión; el problema es que Atsumu no sabía identificar si era una buena o mala tensión, pero no se tardó mucho en averiguarlo porque rápidamente el silencio lo incomodó:
— ¿Cómo estás? — Sakusa frunció el ceño enseguida ante tal respuesta.
— ¿Cómo te parece que estoy?
"Ya la cagué."
La mirada de Sakusa pudo haber matado de nervios a Atsumu, pero este se defendió evitando mirarlo para buscar algo en los asientos de atrás.
— Te traje algo. Un regalo. — Dijo mientras pasaba una caja blanca al frente de los asientos, que le extendió al visiblemente confundido Sakusa, quien no dudó en ofrecerle una mirada criticona antes de abrirla. Cuando pudo ver qué se encontraba dentro de la caja, se sintió aún más confundido; Atsumu no tardó en darse cuenta así que rápidamente le explicó.
— Son tiramisús. — La mirada de Sakusa dejó los postres para posarse sobre Atsumu, quien parecía no haber respirado desde que Sakusa abrió la caja por lo tenso que se veía.
"¿Tiramisús?"
— No sabía si te gustaban los postres o si tenías un favorito, nunca te he preguntado. — Comenzó Atsumu a explicarse. — Así que decidí traerte uno italiano, ya que te gusta la comida italiana. — Sakusa se sorprendió al ver cómo Atsumu había llegado a esa conclusión; realmente se había puesto a analizar qué tipo de postre le gustaría basándose en antiguas conversaciones, solamente para poder traerle algo.
Sakusa solo lo miró, lo cual puso mucho más nervioso a Atsumu, quien parecía que iba a explotar de los nervios en cualquier segundo.
— Te traje varios porque no sé qué sabor te guste. — Le dijo. — Mira, este es el clásico, este de fruta, de chocolate, de limón, de nutella y de avellana. — Le señalaba cada uno a medida que le iba explicando. — ¿Hay... algún sabor que te guste? — Esta pregunta que Atsumu acababa de hacerle a Sakusa iba acompañada de una plegaria a los dioses para que, de hecho, si hubiera un sabor que le gustara al pelinegro.
— No lo sé, nunca he comido tiramisú. — Respondió Sakusa con simpleza.
— ¿¡En serio!? Entonces pruébalo, son muy ricos. — Atsumu tomó uno de los tiramisú para dárselo en la boca, pero Sakusa lo detuvo.
— ¿Te lavaste las manos? — Lo cuestionó con una ceja levantada. La expresión alegre de Atsumu se desvaneció ante la pregunta.
— Omi, estaba limpiando. — Le contestó Atsumu con obviedad; sin embargo, la expresión de Sakusa le hizo ver que no se conformaba con esa respuesta. — ¡Sí me las lavé! — Aún con duda, Sakusa tomó un pequeño mordisco al postre que el rubio le extendía. Se ve que le gustó, porque enseguida sus ojos tomaron un brillo que antes carecían. — Rico, ¿no? — El pelinegro asintió entusiasmado. Atsumu rió enternecido. — Anda, prueba los otros. — Sakusa tomó el siguiente para probarlo, olvidando por completo el enojo que había estado sintiendo y la causa gracias al pequeño soborno de Atsumu; sin embargo, las ansias de este no habían desaparecido, por lo que tomó una gran bocanada de aire para poder hablar.
— Kiyoomi, lo siento mucho. — Sakusa se detuvo de masticar para prestarle atención a lo que el rubio decía, de repente recordando la razón por la que ahora estaba ahí comiendo tan ricos postres. — Lamento mucho haberte dejado plantado y ni siquiera haberte llamado para avisarte. Pero créeme, no fue a propósito. — Como respuesta al silencio de Sakusa, Atsumu siguió hablando. — Verás, todo empezó el miércoles por la noche...
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Dulce como Mocca - Sakuatsu
FanfictionSakusa, un barista que prefiere la tranquilidad de su cafetería vacía, ve su rutina interrumpida cuando un cliente peculiar, Atsumu Miya, comienza a frecuentar el lugar. (Historia corta)