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La presencia de divinidades siempre fue una cosa difícil para los mortales, nunca fue un secreto e incluso aquellos que nunca habían tenido el placer o la desgracia de estar en presencia de un inmortal, tenían una idea de lo que se sentía y llegad...

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La presencia de divinidades siempre fue una cosa difícil para los mortales, nunca fue un secreto e incluso aquellos que nunca habían tenido el placer o la desgracia de estar en presencia de un inmortal, tenían una idea de lo que se sentía y llegado el momento, sabían reconocer el denso tacto que volaba en el aire cuando estaban cerca.

Atenea emanaba confianza de su piel, era una compañía helada muy agradable, la podredumbre de los lestrigones apestaba a desgracia y pesaba como plomo; Zeus me había electrocutado el cuerpo, mis músculos y huesos se tensaron cuando me habló y fuí incapaz de moverme; todos ellos divinidades contenidas en su propia carne, porque mi antigua maestra no tenía dominio físico, los lestrigones no eran tan poderosos y afortunadamente yo no estaba en el cielo, el reino del dios supremo.

Nunca me había preguntado cómo se sentía quemarse vivo, y nunca se me hubiera ocurrido que el agua pudiera hacer algo así, ahora sé que es una sensación imposible de olvidar.

—En todos mis años de vida, no había conocido a un mortal tan arrogante y mediocre como tú—Su cuerpo nacía de las olas y se alzaba casi hasta tocar el cielo, toda la sal que había llovido sobre mi mordió mi piel, como si fuera un simple caracol—No es muy frecuente que me enoje, trato de relajarme con las olas, pero ¡Maldita sea! Haz cruzado la línea.

Podía escuchar perfectamente los quejidos de mis hombres en el barco, su presencia y las quemaduras los obligaron a arrodillarse en la cubierta, formados como los criminales que esperan la ejecución pública; a mi no me dejó moverme, quería arquear la espalda y golpear mi frente contra el suelo para implorar que se detuviera, aún pensaba que si lo pedía por favor un Dios tomaría en cuenta mi palabra. Atenea me había mal acostumbrado, porque los dioses nunca escuchan.

—¡He sido tan amable con ustedes y solo pedí una cosa a cambio! Se creen un par muy listo para engañarme, pero ¡Jamás habrá alguien más sabio que el mar!—Las olas azotaron el barco desde todas direcciones, apretando—Bueno, pequeña cabra, puedes estar seguro de que tú maestra ha aprendido la lección. Te toca a ti.

Un golpe llegó a mi hundiendo mi pecho por un momento, el dolor de la presión incrustándose entre las costillas me resultó un poco familiar, ya había sentido algo así antes, solo que ahora el casco del caballo cargaba la fuerza de un maremoto.

—¡¡Eres el peor tipo de bien que haya existido!!—Sentí su mano helada sujetarme la cabeza, su aliento salado a poca distancia, más no me atreví a abrir los ojos—¡Un griego que aspira a héroe, pero demasiado cobarde para ser genial! Porque luchas para salvar vidas, pero no matas y dejas todo el trabajo a medias. Quiero decir, podrías haberte evitado todo ésto si solo hubieras matado a mi hijo, ¡Pero no!

La imagen de un gigante durmiente se presentó detrás de mis párpados, un enorme cuerpo cubierto de maleza en una caverna fría, un rostro con un solo ojo. Poseidón era padre de muchos monstruos, los cíclopes incluídos, me sentí realmente estúpido por no haberlo pensado antes.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora