𝑹𝑬𝑬𝑵𝑪𝑼𝑬𝑵𝑻𝑹𝑶

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La guerra puede corromper hasta el más puro de los corazones, aquellos que en el fondo están repletos de bondad se ven obligados a manchar sus manos con sangre ajena, todo por propósitos absurdos en comparación al precio que se paga

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La guerra puede corromper hasta el más puro de los corazones, aquellos que en el fondo están repletos de bondad se ven obligados a manchar sus manos con sangre ajena, todo por propósitos absurdos en comparación al precio que se paga.

Es difícil ver otro color después de que el escarlata pinte tus días durante tantos años, parece volverse imposible sentir de nuevo el calor del sol en la piel y percibir el sabor de la comida cuando el gusto metálico de la batalla se incrusta en tu lengua volviéndola de hierro. Pero, para algunos afortunados, llega algo o alguien que ahuyenta esa niebla tormentosa y regresa el mundo a lo que es: un caos, con oscuridad y color en partes iguales. Yo caí en manos de la hija del sol, y su calor limpió de mi piel los restos de masacres pasadas, una deuda que nunca, jamás podré terminar de pagar, porque fue ella quien nos recibió en su mundo con los brazos abiertos, y cambió nuestras vidas para siempre.

—Será mejor que te quedes aquí, dime dónde están e iré por ellos—Ella aún me sostenía, estábamos sentados en su cama, lado a lado—No deberías salir así, al menos deja que te prepare un brebaje para calmar las náuseas.

Me sentí timado cuando me explicó que no importaba si no había sido mi mano la que cortó la flor del suelo, seguía siendo una planta exótica y mi cuerpo iba a resentir su ingesta. Hermes debió de decir algo al respecto, pero era Hermes después de todo, en gran parte era culpa mía. Y a pesar de que Circe había permanecido masajeando mi espalda al menos veinte minutos desde que llegaron las náuseas, todavía no confiaba plenamente en ella como para aceptar una pócima de dudosa procedencia.

—No te seguirán—Le dije—Conozco a mi cuñado, aunque haya huido de aquí intentará usar la espada cuando te vea, es demasiado territorial—Iba a hacer una broma sobre su parecido con los osos, pero las náuseas volvieron y me refugié en el balde que ella había traído para mí.
—... ¿Tu cuñado es aquel grandote?

Asentí como pude, ella dijo algo más que no pude escuchar por culpa de mis malditas entrañas que parecían estar mudandose al balde. Ni siquiera la primera vez que caí inconsciente por el vino me sentí así, y era aún más patético que la mujer a la que había amenazado el mismo día tuviera que atenderme como si fuera su marido ebrio. Eso sin contar que, además de vomitar el poco alimento que tenía dentro, había vomitado todas las tragedias que recordaba de mi vida once años atrás. La vergüenza me estaba quemando la cara, otra razón para no sacarla del balde.

—¿Qué no ves cómo estás?—Por un segundo oí a mi hermana regañandome—Te quedarás aquí.
—No, puedo…
—No, no puedes. Por algo tienes tripulación ¿No? Los traeré y enviarás a algunos a la playa.

Confieso que se me había olvidado que ella tenía a mis hombres transformados en cerdos en algún lugar del palacio.

—Eres el primer capitán que conozco que quiere hacer todo él solo—Y por como lo dijo, había conocido bastantes—Ven aquí, nadie se va a enterar de que estuviste en mi habitación, ¿Entendido?
—... Sí, señora.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora