𝑨𝑻Á𝑵, 𝑴𝑰 𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻Á𝑵

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Polities casi no me dejaba salir del camarote, se encargaba él mismo de llevarme comida y hacerme compañía hasta que mi plato estuviera vacío, después regresaba a sus labores; en más de una ocasión deseé que se quedara conmigo todo el día, o al me...

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Polities casi no me dejaba salir del camarote, se encargaba él mismo de llevarme comida y hacerme compañía hasta que mi plato estuviera vacío, después regresaba a sus labores; en más de una ocasión deseé que se quedara conmigo todo el día, o al menos más tiempo que solo durante la comida, porque estar encerrado ahí no tardó en desesperarme al grado de tallar dibujos sobre las paredes de madera. Aunque mi pierna pedía lo contrario, yo necesitaba salir a respirar la sal del mar y hundir los pies en la arena, no era justo que me privaran de aquello.

-¿Tú creés que haya algo más que cocos en ésta isla?-Le preguntaba al pequeño que reía sobre mi regazo, jugando con mis manos-Me gustaría ir a ver, tal vez haya bayas o frutillas en algún lado.

A falta de alguien con quien discutir, empecé a llenar al mini-príncipe de palabras y palabras, la mayoría comentarios sin sentido que escapaban de mi mente; cualquiera seguramente me habría dado por demente y me hubiera dejado hablando solo, pero él no entendía todavía la extrañeza de hablar a solas, y los balbuceos de Teléganfir fueron mi alivio durante mi encierro.

-No es justo, ¿Por qué tú puedes vagar por todo el cuarto y yo tengo que quedarme aquí?-Porque en eso se parecía a mí, nunca se estaba quieto-Deja de dar vueltas y acércate.

Poli me había inmovilizado la pierna tanto que parecía estar amarrada al catre, y yo tenía que rogar y batallar y rogar de nuevo para que Teléganfir volviera a mí cada que se escapaba a gatear por ahí. En una ocasión logró empujar la puerta que habían dejado mal cerrada y escapó gateando por la cubierta, Bemus lo trajo de regreso a mi cabina con la pequeñas manos del príncipe enredadas en su cabello, Polities me dijo que se lo cortó casi todo después de eso, casi al raz de la piel.

-Cuando te crezca el cabello, harás pelucas para todos mis soldados-amenacé al pequeño, sintiéndome culpable tanto por sus fechorías, como porque en realidad me estaba aguantando las carcajadas-Tienes suerte de que me hagas reír, si no, te mandaría al calabozo.

Y a él le importaba un pepino lo que le decía, siempre volvía a llevar sus manos al cabello de quien estuviera a su alcance. Al principio, cuando Polities lo presentó ante la tripulación en las playas de Troya, todo el mundo se acercaba a verlo y pedía cargarlo un poco, ahora que lo conocían ya nadie se acercaba más de lo debido cuando Poli lo llevaba a dar una vuelta por la isla; Euríloco me contó que muchos le habían insistido en que él debía ser ahora el niñero oficial, burlándose de su falta de cabello y la calva reluciente que siempre había presumido.

-Pero el que ríe al último ríe mejor-Me decía él, y después le hablaba al niño-Sigue así pequeño, déjalos pelones a todos.

Y entonces los dos se reían como malvados cómplices unos minutos, para después detenerse de golpe cuando Eury recobraba la compostura y su personalidad callada de costumbre.

-Como sea, mantén a tu pequeña cabra bajo control Odiseo, no quiero más hombres aterrorizados por sus manitas.

Me hubiera ofendido que él me diera órdenes con tanta libertad, pero me entretenía la idea de que cada que el niño salía de mi cabina, todos iban corriendo a buscar algo con lo cual cubrir su cabello. No solo Eury iba a nivelar la balanza si los demás se cortaban el cabello, sino que nadie más volvería a reírse de mi gorro cuando me vieran.

𝐉𝐔𝐒𝐓 𝐀 𝐌𝐀𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora